Ya pasó un mes y medio desde que se suspendieron las clases en todo el país a partir del avance del Covid-19. En su lugar, se propició una serie de mecanismos de educación a distancia, más allá de que se sabía que iba a ser muy difícil sostener la enseñanza en un contexto de tanta de desigualdad y pobreza. Un nuevo informe confirma esas dificultades: señala falta de recursos y de estrategias claras.
El informe pertenece a la Fundación Cimientos, que se encarga de acompañar a adolescentes vulnerables para que terminen la secundaria. Los datos, que surgen de encuestas a 1.220 becados y 45 tutores, muestra que la gran mayoría de las escuelas (96%) está implementando una estrategia de continuidad pedagógica, pero la falta de computadoras, tanto en los hogares de los alumnos como de los maestros, dificulta la tarea.
Más de la mitad de los jóvenes, incluso, estudia a través del celular, con la complejidad que ello supone: una pantalla pequeña, que solo permite lecturas breves. El 70% de los alumnos becados no cuenta con una PC con conexión a internet y solo el 17% de las escuelas relevadas está entregando material impreso.
“Antes de esta crisis sanitaria, en Argentina 1 de cada 2 jóvenes no obtenía el título secundario. Este número, cuando los estudiantes vuelvan a las aulas, seguramente se incremente ya que muchos de ellos deberán insertarse en el mercado informal de trabajo para hacerle frente a la crisis económica de sus familias. Es necesario generar campañas y políticas educativas especificas para que, cuando esto pase, estar preparados para la vuelta a clases”, señaló Marcelo Miniati, director ejecutivo de Cimientos.
A su vez, Miniati consideró: “El rol del docente es irreemplazable en los sectores vulnerables. Es esencial el contacto con los profesores para el seguimiento de las tareas que las escuelas proponen, poder tener algún ida y vuelta, plantear dudas, etc. Más allá de la buena predisposición de las familias, en los sectores con mayores necesidades, el responsable adulto del hogar no cuenta con el capital educativo ni con el tiempo necesario para poder ser soporte de la educación de los chicos”.
La mayoría de los chicos encuestados (80%), procedentes de 15 provincias del país, dispone de un celular propio con Internet. El 92% tiene algún tipo de conectividad en su casa, pero el 62% se conecta únicamente a través de un dispositivo móvil, sea propio o familiar. Casi todos utilizan Internet habitualmente, principalmente en redes sociales (82%) y para la búsqueda de información (77%).
“Nadie estaba preparado para esta situación. Ni los chicos, ni los docentes ni las familias. Todos utilizan un celular para recibir las consignas de sus docentes. El inconveniente es que son viejos, tienen las pantallas rotas y hasta algunos no tiene wifi. Tienen que estar comprando datos para recibir la información. Les piden trabajos en Word por lo que deben bajar la aplicación y escribir hasta 5 carillas en un celular de esas características”, comentó la tutora Virginia Cleti, de San Lorenzo, Rosario, que acompaña a adolescentes por debajo de la línea de la pobreza.
Los docentes, según las encuestas, optan por enviar tareas a través de plataformas online y mensajes de WhatsApp como estrategias prioritarias. Sucede que, en muchas ocasiones, el vínculo no va más allá del envío de la actividad y solo el 5% de los chicos señala que no necesita ayuda para realizar las tareas que se les proponen. El 95% requiere apoyo.
“Existen muchas familias con varios hijos en edad escolar que solo cuentan con un celular con capacidad de conexión dentro del hogar. Se vuelve muy dificultosa la tarea de organizar la educación dentro del hogar. No hay una política unificada en las escuelas. Se va alternando entre Facebook, Google ClassRoom y WhatsApp para comunicar las consignas”, planteó Juan Palma, que acompaña a 45 alumnos en Berazategui y Guernica.
Para algunas familias, el inconveniente radica más bien en el exceso de deberes que están enviando los maestros. Según advierten los chicos, sus docentes los contactan para mandarles tarea (62%) y, en menor medida, con devoluciones o correcciones de los trabajos realizados (36%).
“Hay un exceso de tareas por la falta de organización y medios que no son acordes para recibirlas. El docente está transitando un cambio de paradigma donde el alumno se ve perjudicado ya que, por lo urgente e inesperado de la situación, se va aprendiendo sobre la marcha”, sostuvo Julieta Lagoa, tutora de jóvenes en Barracas y Tres de Febrero
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