Desde el lunes pasado, las clases están suspendidas en todos sus niveles en Argentina. La medida, en principio, se extenderá hasta el 31 de marzo, pero ante el avance del coronavirus en el país y el anuncio reciente de la cuarentena obligatoria, nadie se atreve a precisar cuándo se reanudará el ciclo lectivo.
El mismo lunes, Nicolás Trotta, ministro de Educación Nacional, anunció el lanzamiento de “Seguimos educando”. El programa, por un lado, cuenta con una plataforma digital, que funciona como un repositorio de recursos didácticos para alumnos y docentes. Y, a su vez, se combina con la difusión de contenidos educativos a través de medios públicos como la TV Pública, Paka Paka y Radio Nacional.
Más allá de la apuesta a nivel nacional, algunas provincias como Misiones o Chubut, buscaron impulsar lo que se conoce como aulas virtuales. Muchos colegios privados del área metropolitana siguieron esa línea: apuntan a intentar acortar las distancias con sus alumnos. Incluso algunas empresas ofrecieron su servicio de aulas virtuales en forma gratuita el tiempo que dure la emergencia sanitaria.
“Lo que queda claro es que, habilitando repositorios de contenidos en línea no lograremos nada diferente a lo que ya saben los niños que hoy tienen disponible. Si un centennial hoy desea saber detalles sobre San Martín, la fotosíntesis, el teorema de Pitágoras o la cadena genética del coronavirus, no necesita que se habilite ninguna plataforma de ningún gobierno nacional para conocerlo. Simplemente lo busca y lo encuentra”, planteó a Infobae Juan María Segura, experto en gestión educativa.
Daniel Ricart es el fundador y director del Colegio Norbridge, que se especializa en chicos con altas capacidades intelectuales. La institución fue pionera en el país en incorporar la educación a distancia. Lo hizo en 2009 cuando la propagación de la gripe A obligó a la interrupción de las clases. Desde entonces, también usaron su plataforma chicos con enfermedades graves y deportistas profesionales que debían competir en el exterior.
“Es una plataforma digital interactiva que desarrolló el MIT. Cada alumno tiene su notebook y la idea es seguir el mismo formato de clases sin los chicos en el aula. Los alumnos pueden hacer preguntas, se toman evaluaciones, se pueden dar clases en línea incluso de a varios profesores al mismo tiempo, y se dejan trabajos en la plataforma, que tienen que entregar con un deadline”, detalló Ricart, que también dijo que, durante la primera semana a distancia, el sistema funcionó “perfecto”, sin ausencias.
En el nivel superior, la Universidad Siglo 21 fue una de las que dio el puntapié inicial hace ya diez años. Hoy tienen casi todo su oferta académica a distancia. “Montar contenidos en plataformas digitales no es lo mismo que resolver una opción pedagógica integral mediada por tecnología, muchas experiencias responderán a la primera y serán algunas pocas las que podrán, en tan corto tiempo, ir hacia una solución estructural”, consideró su rectora María Belén Mendé.
En los últimos días, las aulas virtuales ganaron terreno, se habla de ellas más en ningún otro momento. Las aulas virtuales, claro, dependen de tener cuanto menos conectividad y dispositivos; dos recursos que en el país se presentan con heterogeneidad. Pero el escenario actual, de restricción de vínculos personales, las muestran como potenciales soluciones ante un ciclo lectivo que aún no tiene fecha clara de retorno.
Primero, qué es un aula virtual
Un aula virtual es un espacio en la nube, que tiene como objetivo agrupar, del mismo modo que un aula física, a un conjunto de personas. Esas personas -docentes y alumnos- necesitan interactuar para que se dé el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero están alejadas unas de otras.
En su faceta inicial, las plataformas hacían las veces de repositorios de material o apenas cuentan con la función de publicar tareas y que el docente las corrija. Pero, con el correr de los años, los sistemas se sofisticaron a tal punto que cuentan con herramientas, como clases en línea y foros de discusión, que se acerca el sentido de comunidad que existe en un aula presencial.
Ahí justamente radica el gran desafío del profesor. Cómo hacer para mantener al alumno motivado y participativo cuando compite con un sinfín de estímulos que puede tener en el hogar. Más todavía, cómo hacer para que dialogue con sus compañeros.
Cómo gestionar los vínculos a distancia
Melina Furman es profesora de la Universidad de San Andrés y dirige un posgrado a distancia. Para ella, es esencial “estar presente”, mantener la misma “actitud emocional” que se tiene en las clases presenciales.
La especialista da algunos consejos, que ella misma aplica a diario: hacer un seguimiento de las últimas conexiones a la plataforma y enviar mensajes personalizados cuando pasen un par de días, pedir videos de presentación, dar feedback constante, insistir en que los propios alumnos comenten trabajos de sus compañeros.
Por su parte, Patricia Ferrante, coordinadora de la UNIPE (Universidad Pedagógica Nacional) y especialista en medios digitales y educación, plantea que el vínculo a distancia es “multimodal”. Se da a través de mensajes de Whatsapp o intercambios en las redes sociales. Y también, más allá de la comunicación uno a uno, puede suceder en las aulas virtuales.
“Las aulas virtuales donde se producen buenas clases construyen comunidades y habilitan experiencias en las que algo significativo en relación al conocimiento ocurre, donde se abren caminos para el estudio y la exploración”, consideró.
Cómo se evalúa
Otro desafío, sobre todo en primaria y secundaria, es evaluar. Más bien, reemplazar los exámenes escritas al momento, el método más arraigado.
“Hay un montón de cosas que se pueden hacer”, señaló Furman. “Que los alumnos produzcan un video contando lo que aprendieron, que escriban algo, darles una consigna con un caso a resolver o si no están los clásicos exámenes domiciliarios”.
A modo de ejemplo, la profesora explicó un método de evaluación que aplica: sus alumnos hacen videos contando el resumen de la investigación que hicieron. Ese video lo publican en un foro donde reciben los comentarios de sus propios compañeros.
Ahora bien, ¿dan resultado?
Ya hace varias décadas que hay educación a distancia, pero todavía se la suele observar de reojo. No está de más decir que no reemplaza a la escuela, que cumple roles centrales en la sociedad y que hoy están quedando más a la vista: además de la transmisión de saberes, es cohesión social, guardería para los más chicos y en Argentina también comedor para los más vulnerables. Pero, en medio del aislamiento, al menos las aulas virtuales pueden cumplir la primera función: la de transmitir conocimientos. Y las investigaciones, en general, lo respaldan.
“Desde hace al menos 10 años existen evidencias contundentes de que la calidad de los aprendizajes de quienes utilizan plataformas de aprendizaje en línea es, como mínimo, equivalente a la calidad de los aprendizajes logrados a través de sistemas presenciales. Por lo tanto, nada haría suponer que este escenario forzado de aislamiento y estudio en forma remota pueda significar un problema per se. El mundo académico lo sabe hace años, y esta es la razón principal por la cual ya hay sistema educativos nacionales que habilitan a sus ciudadanos a completar toda la educación escolar en linea, como Nueva Zelanda”, sostuvo Juan María Segura.
Su efectividad fue objeto de numerosas investigaciones. El Departamento de Educación de Estados Unidos analizó en 2009 más de un millar de estudios sobre aprendizajes en línea. La conclusión: es tan eficaz como la presencial, incluso 53 estudios muestran efectos superiores, aportó Leonardo Medrado, secretario de investigación y transferencia científica de la Universidad Siglo 21.
Al mirar hacia adentro de esos resultados, sigue el especialista, hay una fuerte variabilidad. “Los resultados señalan que más que la modalidad, los elementos decisivos tienen que ver con la calidad de los diseños pedagógicos. Los resultados de la educación no tienen que ver solo con los recursos tecnológicos que se utilicen, sino sobre todo con los diseños pedagógicos que están por detrás de esos recursos. La discusión no debiera centrarse en la introducción o no de nuevas herramientas tecnológicas, sino en la robustez de los modelos académicos”, remarcó.
Patricia Ferrante coincide con esa mirada y agrega que, distintos estudios en Argentina y la región, muestran que se necesitan fortalecer los roles docentes para respaldar la virtualidad. “No hay un escenario robotizado, donde se reemplace el lugar del docente. Entonces, la eficacia de la educación a distancia depende, ante todo, de la elaboración de buenas propuestas pedagógicas y mecanismos de acompañamiento. La virtualidad no es un ‘como si’ de la presencialidad, sino un modo de formación ya muy extendido que se piensa con una lógica pedagógica propia de esos espacios”.
Seguí leyendo: