Un argentino a la cabeza de las crisis humanitarias: el detrás de escena de cómo se resuelve un desastre

Desde hace 20 años, Diego Otegui se dedica a la asistencia internacional.  Es el primer argentino en hacer un doctorado en gestión de desastres y conoce los pormenores de la respuesta ante un tsunami o terremoto. “No alcanza con buenas intenciones. Los locales desconfían de la ayuda extranjera”,  le contó a Infobae

Entrevista a Diego Otegui

Antes de ese llamado de la ONU, Diego Otegui ya sabía que quería ayudar, que quería intentar resolver crisis humanitarias. Lo descubrió en un viaje por el mundo que hizo durante dos años. Antes se había recibido como economista, pero pronto se dio cuenta de que era mejor con la gente que con los números.

Ya estaba de regreso en Argentina cuando llegó ese llamado. Primero atendió un amigo que no hablaba inglés, apenas entendió que el interlocutor estaba en Alemania. A la hora, cuando él ya estaba en casa, volvió a sonar el teléfono.

Hasta hoy no sabe cómo Naciones Unidas llegó a su currículum. Tampoco sabía por entonces qué era Timor Oriental. No sabía ni que existía un país con ese nombre. Cuando indagó se dio cuenta de que en realidad todavía no era un país. Era más bien un proyecto de país y él iba a ser uno de los actores en ese proceso.

-Fue mi primera experiencia y hasta hoy la más complicada. Timor Oriental es una islita que era colonia portuguesa. Cuando los portugueses se retiraron, fue invadida por Indonesia que tomó el control por varias décadas. Hasta fines de los ‘90, cuando hubo un proceso independentista. Se agarraron todos de los pelos y Naciones Unidas decidió intervenir y formar un gobierno transitorio. Yo formé parte de la salida democrática a ese gobierno transitorio, participé de las primeras elecciones. Claro que no fue fácil: era una población con 90% de analfabetismo. Había que explicarles lo que quería decir democracia, contarles cuáles eran los candidatos e intentar generar confianza en medio de la tensión.

Diego Otegui brindó asistencia humanitaria en países como Timor Oriental, Mozambique o el Congo

Diego Otegui se lo cuenta a Infobae por videoconferencia desde Delaware, Estados Unidos, donde vive hace cinco años. Está a punto de convertirse en el primer argentino en lograr el doctorado en Ciencias y Gestión de los Desastres en el Centro de Investigación de Desastres de la Universidad de Delaware.

Desde aquel viaje inicial a Timor Oriental pasaron 20 años. Otegui se convirtió en un referente en la acción humanitaria y hoy se dedica a investigar los desastres: viaja para indagar en las repercusiones que genera un huracán, un tsunami, un terremoto, la explosión de una bomba incluso, a intentar descifrar qué espera la comunidad afectada de los trabajadores que llegan a socorrerlos.

“Yo fui parte del problema. Yo también fui a distintos lugares sin conocimiento de nada. Estuve enojado conmigo mismo por sentirme incapacitado para la tarea que iba a hacer. De ahí surge mi deseo de investigar. Yo no soy ni puramente un trabajador humanitario ni puramente un investigador como pasa en el 95% de los casos. En general, tenés gente que investiga pero que jamás agarró una pala o gente que se mete en el barro pero nunca indagó. Estoy en un ambiente exclusivo porque soy de los poquísimos personajes que combina las dos facetas”.

Con el paso de los años, Otegui se convirtió en investigador y está terminando un doctorado en Gestión de Desastres

La asistencia internacional es mucho más amplia, dice Otegui. Es una prima hermana de la gestión de desastres. En la asistencia humanitaria el destinatario es un país pobre, que requiere la ayuda de otros. En Estados Unidos y Europa, en cambio, se habla de gestión de desastres. No están exentos a una catástrofe natural o a los daños colaterales de un conflicto bélico.

“Una cosa es lo que se hace y otra la que se debería hacer. Las propias organizaciones humanitarias están viendo que las respuestas que ellas mismas estuvieron brindando a lo largo de las décadas se pueden mejorar. Ver la realidad desde un punto de vista académico no es tan viejo. Recién ahora se está desarrollando ese conocimiento”, explicó.

Desde hace cinco años, viaja a distintos puntos del globo a investigar los post-desastres

Históricamente el modelo que se siguió fue el del “extranjero salvador”, que llegaba en aviones con agua, alimentos, herramientas, sin conocer muy bien las necesidades de la comunidad. Hay una base de datos con expertos que en teoría están preparados para asistir tragedias en cualquier país, sea en el Congo, Sri Lanka o Argentina. “La investigación demostró que ese planteo no sirve. Los extranjeros no son bien recibidos. Uno tiene que ser experto en desastres, pero de una región concreta. Si hay una regla básica en la gestión de desastres es que debe ser nacional. Ahora la gran tendencia es darles dinero. Lo que se llama cash transfer”.

-¿Ese es un modelo superador?

-Comparándolo con lo anterior, muchísimo mejor. No solo porque ellos deciden qué es lo que quieren comprar, sino también hay un componente espiritual. Reconocer que el otro es un igual. En todo lo que es acción humanitaria siempre hubo una desconfianza que atraviesa toda la acción que es: “Yo no te voy a dar plata porque tengo miedo que te la robes”. En general, en los países pobres tienen sistemas más endebles, se desconfía de sus gobiernos. Ahora se les dice: “Pese a eso, confiamos en ustedes. Usen el dinero como lo crean más conveniente”.

-Imagino que hay un entramado político fuerte detrás...

-Es un tema bastante complejo y apasionante. En los eventos de gran visibilidad, como fueron el tsunami en Indonesia o el terremoto en Haití, las organizaciones aprovechan para captar fondos de individuos. Ahí el componente político no influye. Sí influye cuando los fondos vienen de gobiernos. Empiezan los condicionamientos: podés usar la plata para comprar ladrillos, pero no computadoras, tenés que viajar por la línea de bandera. Y principalmente está vinculado a “con quién somos amigos”. Está demostrado que se destinan más fondos a los países que están alineados.

-¿Cómo los suelen recibir los locales?

-El mundo considera que no hay nada negativo en el ayudar. Que si uno lleva cosas, la gente está feliz de la vida, te recibe con los brazos abiertos y todo está bien. Eso no es así. Lo que yo encontré es que lo que se da como ayuda no es lo ni lo más ni tan importante como otros componentes de la ayuda. No es lo mismo el médico que te cura el dolor de panza, pero que te trata de forma seca, sin acercarse, que aquel que conoce lo que significa ese dolor de panza para la persona, la familia y la comunidad. El qué se da es menos importante que el cómo y, sobre todo, menos importante que el qué pasa después.

Hace años viaja por el mundo dando conferencias

-¿Cuáles son los riesgos de que un extranjero no conozca la realidad que va a afrontar?

-Los trabajadores que no conocen la realidad local terminan haciendo lío. Y puede pasar de todo: desde dejar a jóvenes embarazadas que lleva a conflictos internacionales, hasta cosas propias de la cultura que están mal vistas en ciertos lugares, como tomar alcohol en la calle o usar una pollera corta. Generalmente antes de llegar te dan una charla sobre el shock cultural, como si eso bastara. Las organizaciones ya no son tan bien recibidas por los locales e incluso terminan sufriendo agresiones. Agresiones que van desde insultos hasta matanzas. ¿Por qué pasa eso? Si en teoría somos buenos... Estamos fallando en entender qué necesitan por debajo de la provisión de esa asistencia.

-¿Qué nivel desarrollo tiene la acción humanitaria en Argentina?

-Cero. Bueno, en realidad como argentino siempre exagero, pero en todos los países subdesarrollados y en Argentina puntualmente será un 0,2%. Por ejemplo no hay oferta académica ni investigación, no hay financiamiento ni políticas públicas destinadas a fortalecer el sector. Yo estoy formando una organización sin fines de lucro acá en Estados Unidos para ayudar a que otros latinos interesados puedan hacer estudios de posgrado. Para tratar de combatir un preconcepto muy arraigado. Uno considera que con ser bueno alcanza. La persona que sufrió un desastre, encima si es pobre y ese desastre le arruina lo poco que tiene, va a querer que lo ayude el mejor.

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