En las últimas pruebas PISA, que se presentaron hace ya 20 días, Singapur volvió a ubicarse en lo más alto. Solo detrás de las ciudades chinas Pekín, Shanghái, Jiangsu y Zhejiang que participaron en conjunto. En las tres materias evaluadas, quedó muy por encima del promedio: logró 549 puntos en lectura, 569 en matemática y 551 en ciencias.
Mike Thiruman es el líder de los docentes de Singapur, el secretario general del sindicato de maestros. Desde 2004 es, además, consultor en educación y colaboró en las reformas pedagógicos de distintos países como Rusia e India. En el Congreso Internacional de Innovación Educativa, que se desarrolló en el Tecnológico de Monterrey, se mostró enérgico. Se movió de un lado hacia el otro del escenario. Dijo que, justamente, el maestro debe ser un apasionado, pero que son los alumnos los que tienen que terminar cansados después de una clase.
“Los resultados de PISA no son buscados. Son más bien una consecuencia de lo que hacemos a nivel educativo en Singapur. Si la OCDE no midiera lo que a nosotros nos interesa, ni siquiera nos preocuparíamos. Sucede que lo que queremos lograr, lo que los chicos queremos que aprendan, coincide con lo que mide PISA”, dijo en diálogo con Infobae.
-¿Cuál diría que es el factor más preponderante en el logro de esos resultados?
-Si querés la respuesta políticamente correcta, sería los maestros. Pero en realidad es la sociedad. La sociedad valora tremendamente la educación y los padres están en la búsqueda de que sus hijos reciban la mejor formación posible. Para todos es una prioridad absoluta.
-¿De ese modo también valoran a los docentes?
-El prestigio de los maestros es altísimo. Eso va de la mano con los salarios, que también son de los más importantes.
-¿Cuán exigente es la carrera docente?
-Es muy exigente. No es fácil convertirse en maestro. Ya de por sí es muy complejo el ingreso a la docencia. En la selección es más sencillo, por ejemplo, ingresar a medicina o derecho. Es una carrera exigente. Y una vez que están dentro del sistema, siguen recibiendo entrenamiento. Por eso, la carrera es solo una formación inicial para nosotros. La preparación continúa a lo largo de su trayectoria.
-¿Se los evalúa regularmente?
-Tienen una evaluación por año. No se trata solo de conocimientos, sino se los observa en la práctica, mientras dan clase. La contribución que hace el maestro dentro y fuera de la escuela, en la comunidad educativa, el feedback de los estudiantes. Todos esos elementos confluyen. Pero es algo natural, que pasa todo el tiempo. Es común en Singapur que todos los servidores públicos sean evaluados. Deben rendir cuentas.
-En Argentina, los sindicatos docentes suelen confrontar mucho con los gobiernos de turno. ¿En Singapur cómo es la relación?
-Eso no es un problema para nosotros. El gobierno y el sindicato están del mismo lado. Hay un diálogo constante y se busca la cooperación.
-En los últimos años, llevaron adelante una reforma curricular, enfocada principalmente en quitar contenidos. ¿Cuál fue el correlato en las aulas?
-En la clase se vio como menos contenido, pero más procesamiento. Hoy se les permite a los estudiantes una mayor interacción entre ellos y con los contenidos. La preocupación central es profundizar el aprendizaje. Una vez que los chicos tienen los conceptos básicos, buscamos que lo apliquen a distintas áreas. El conocimiento cambia. Lo que los alumnos se tienen que llevar es la filosofía, la manera de pensar esa disciplina.
-El año pasado, en Argentina se apuntó a reformar el modo en que se enseña matemática y uno de los métodos más revisados fue el singapurense. ¿Qué tiene de especial?
-No diría que es un modelo de Singapur. Está basado en los postulados de Jerome Bruner, en la psicología cognitiva. Dice que cualquier aprendizaje debe empezar en algo concreto, pictorial y después pasar a lo abstracto. Nosotros tomamos esa idea. Cuando enseñamos matemática no nos enfocamos en las operaciones, sino en el concepto. Por eso, ya en las primarias enseñamos álgebra. Buscamos que desde chicos comprendan la lógica. Después les resulta mucho más sencillo entender las operaciones.
-Al final de primaria y secundaria, tienen un examen que les permite a los alumnos acceder a las mejores instituciones. ¿No genera una competencia peligrosa a esa edad?
-No, la competencia es bienvenida. Para nosotros es positivo. La competencia que se genera no es salvaje ni mucho menos. Mi hijo está por rendir el examen final de secundaria y sus compañeros vinieron a casa a prepararlo juntos, para retarse entre ellos. Es una competencia colaborativa lo que en realidad existe. No se trata de que uno se salve y el otro quede abajo.
-¿Qué les queda por mejorar?
-Aún no logramos cambiar los pensamientos de los padres. Todavía siguen creyendo que los exámenes son muy importantes. El actual ministro de Educación está intentando quitar algunas evaluaciones, pero los padres se resisten. Es que ellos crecieron con los exámenes. No terminan de entender que se busque reducirlos.
-¿Con las tareas pasa lo mismo?
-También lo estamos ajustando. Todavía damos un poco de tarea, pero de otras características. Ya no son un montón de actividades de repetición. Los padres también insisten en que les demos tareas. Entonces buscamos que sean para hacer nuevos descubrimientos, no para repetir lo que se hizo en el aula.
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