El profesor les pidió a sus nueve alumnos que escribieran en una hoja qué cosas les gustaba de su casa, de su escuela y de su pueblo. Del otro lado de la hoja les pidió que anotaran qué cosas no les gustaba. Ahí, descubrió, la respuesta fue unánime. “Faltan chicos en la escuela. Falta gente en el pueblo. Somos un pueblo fantasma”.
El pueblo es Polvaredas, ubicado en Las Heras, Mendoza. Está rodeado de montañas, al límite con Chile, pero ya casi nadie recuerda que está ahí. Perdió cualquier tipo de conexión con el resto de la provincia en 1991, cuando el último tren pasó por la estación por última vez. Con el correr de los años, se inició un éxodo de polvaderenses. Hoy tan solo son 68 habitantes.
“Muchas familias se fueron porque la principal fuente de trabajo era justamente el ferrocarril. Hoy la posibilidad de trabajo se reduce a los puestos regionales en el Puente del Inca y a un puñado de empleos municipales. Incluso muchos padres con hijos adolescentes se mudaron a Uspallata porque nosotros no tenemos secundaria. Antes algunos optaban por bajar, pero ahora la frecuencia de los micros no coincide con el horario escolar”, cuenta a Infobae Diego Araujo, el profesor que impulsó el proyecto escolar para intentar revitalizar el pueblo.
“Empezamos a pensar qué podíamos a hacer para que viniera gente al pueblo. Nos teníamos que dar a conocer al mundo”, dice en una conversación telefónica que se vuelve difícil porque la señal, de tanto en tanto, se pierde.
La primera tarea, entonces, fue investigar. Los nueve chicos del ciclo superior de la primaria googlearon “Polvaredas”. Se dieron cuenta de que en Internet solo se podía encontrar la ubicación, algunos datos superficiales sobre la estación ferroviaria y poco más. En Google, el sabelotodo global, apenas había unas menciones a Polvaredas,
Tuvieron que salir ellos mismos a investigar. Junto al profesor armaron un cuestionario y entrevistaron a los habitantes con más años en Polvaredas. Les preguntaron por la historia del pueblo, el auge y el ocaso de la actividad ferroviaria, por el lento pero inevitable aislamiento. Ahí aprendieron también de dónde venía el nombre de la escuela: Correo Salinas.
“Fueron tirando del ovillo y se dieron cuenta de, nada más y nada menos, que Salinas era el chasque, el hombre que llevaba el correo, la correspondencia privada entre el General San Martín y O’Higgins, metiéndose por los recodos de la cordillera que los chicos ven cada día. Y es el nombre de la escuela”.
Después de las entrevistas, los chicos armaron un cuadro comparativo. Compararon el pueblo del pasado con el de hoy. Y propusieron maneras de atraer turismo. La primera fue afiches publicitarios. Cada alumno creó un afiche promocionando una atracción de Polvaredas. Ahora están pintando unos señalizadores para atar al lado de la ruta y alertar a los conductores cuando pasen por los puntos de mayor interés.
“Es que muchos pasan por la ruta y ni se dan cuenta de que hay un pueblo entre las montañas. Estamos molestando a medio mundo para tratar de revitalizarlo”, dice el profesor. De hecho, unas semanas atrás, una traffic de una empresa de turismo entró por error a Polvaredas. Le comentaron, por arriba de la historia del pueblo, y hoy están en tratativas para que los agreguen dentro del paquete turístico.
El proyecto escolar arrancó en septiembre y avanza a toda marcha. Para fin de año, esperan inaugurar su pata más ambiciosa: el primer museo de Polvaredas. Una línea de tiempo que recorra las distintas etapas, con fotos antiguas, videos inéditos y reliquias que pudieron rescatar durante la investigación.
Por el alcance del proyecto, la Escuela N° 1-412 Correo Salinas fue una de las expositoras durante un evento el viernes pasado en el Auditorio La Alameda, donde participaron mil personas vinculadas al sistema educativo mendocino. La iniciativa se enmarca dentro de una propuesta conjunta de la Dirección General de Escuelas y la Fundación Varkey. Ambos capacitaron a supervisores, directores y docentes de las regiones norte y centro de la provincia en aprendizaje basado en proyectos, una metodología que busca que el alumno sea protagonista.
Más allá de que el primer objetivo es atraer turismo, el fin ulterior es que más gente viva en el pueblo, que se creen los puestos de trabajo necesarios. “El impacto que tuvo en el pueblo fue increíble. El proyecto atravesó a toda la comunidad. Los padres ya habían perdido las esperanzas. Sentían que sus hijos no iban a tener un buen futuro, tenían miedo de que incluso cerraran la escuela. Hoy volvieron a tener fe”. En el mientras tanto, los chicos aprenden.
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