Por María Alvarado
El vino, ícono argentino. Bebida que reúne, reconforta, abriga y enamora. Por ella se nos conoce en el mundo, y en las últimas décadas, sobre todo, por haber crecido en cantidad, calidad y exportación. El Malbec, por ejemplo, es asociado directamente a la Argentina, aún siendo de origen francés.
De la mano del esplendor de esta bebida milenaria, en Buenos Aires y el resto del país crece la tendencia de los wine bars. Bares especializados en vinos donde todo -arquitectura, diseño del espacio, decoración y gastronomía- gira alrededor de poder disfrutar de una copa de vino de una manera más descontracturada a la que, anteriormente, estaba asociado este consumo.
"En Buenos Aires crece esta movida, sobre todo en Palermo Hollywood. De a poco el vino gana terreno en donde las cervecerías empezaban a saturar –dijo Marco Ovejero, uno de los dueños del wine bar Ser y Tiempo-. Al ser un producto de mayor valor de elaboración es difícil competir con la cerveza por precio, pero la modalidad 'por copa' hace que sea más accesible para quienes quieran darse el gusto sin tener que limitarse por los costos". El bar, ubicado en Gorriti y Arévalo es una casa de los 70 refaccionada para local comercial.
Un ventanal principal de 7×4 metros es lo que más llama la atención desde el exterior. "Se aprovechó el ventanal y se agregó una gran cava para que se luciera desde afuera. El diseño interior está inspirado en un estilo industrial que mezcla la frialdad del cemento alisado, lámparas galponeras, el hierro y las paredes desgastadas con la calidez de la madera. Los sillones capitoné, muebles vintage y la luz tenue terminan de definir el estilo". Ovejero explicó que todas las decisiones arquitectónicas y de diseño tuvieron que ver con crear un espacio acogedor: "El vino está relacionado a momentos íntimos y de diálogo, a tomarse el tiempo para poder disfrutarlo. Por eso, el ambiente tiene que invitar a relajarse, a quedarse lo que sea necesario para desenchufarse de la rutina".
Para romper con el típico diseño de restaurante eligieron mesas altas y otras bajas. La propuesta de autoservicio del vino, también, genera un clima descontracturado. Así, los clientes, cuya franja de edad va de los 25 a 70 años y con una mayoría de mujeres, pueden pasearse por el lugar y elegir, por su propia cuenta, el vino que prefieran en varias medidas.
"Los dispensers, Newine, se manejan a través de una pantalla táctil que permiten tener una experiencia completamente intuitiva, dinámica y lúdica. Al seleccionar un vino, además de iluminarse la botella, en la pantalla se puede visualizar fácilmente sus propiedades básicas de ojos, nariz, boca y el tipo de vino que es".
En un wine bar uno puede tomar una copa de vino sin necesidad de pedir una botella entera, y la bebida que reconforta el espíritu es la protagonista absoluta. "'Bar' viene originalmente de 'barra' en inglés y define una modalidad comercial de bebidas servidas en mostrador. Nuestra diferencia es la forma en que ofrecemos el servicio: los dispensers de vino por copa permiten que el cliente elija entre 56 etiquetas y se sirva el mismo la medida deseada. La idea es degustar distintos vinos que tal vez no se atrevería a probar si solo se ofrecieran por botella", detalló Ovejero. Los vinos en este bar están categorizados por estilos enológicos y geográficos, lo cual permite probar y diferenciar distintos vinos regionales y del mundo. "Nuestro espacio es un lugar para vivir una experiencia de la mano del vino y de la música. La carta es intencionadamente acotada y está pensada para acompañar esta bebida, con una buena variedad de los mejores quesos, tapeos y carnes de exportación", finalizó.
En Cafayate, región salteña donde la tierra sabe a uva y el viento suena a copla, a 40 metros de la plaza principal en una casa de más de 150 años se encuentra el primer wine bar de la ciudad: Bad Brothers, Wine Experience. Agustín Lanús, ingeniero agrónomo, enólogo, dueño del lugar lo describió: "Somos el primer bar especializado en vino. En Europa es algo que se usa mucho, salir del trabajo e ir a tomar una copa de vino. Acá, estaba más pensado para las cervezas; hoy los wine bars son tendencia. La idea es desmitificar el consumo de vino, hacerlo más fácil de tomar, acercarlo a la gente con una propuesta más relajada. Esta bebida te pasea por los distintos lugares, en Argentina tenemos una cantidad de zonas y variedades espectaculares".
Para ello, se eligió una típica casa de los Valles Calchaquíes: "El corazón de la casa se mantiene intacto, con paredes de adobe de más de un metro de ancho. Lo que hicimos fue ampliar una serie de galerías y un quincho con las columnas tradicionales y el diseño típico de acá. Hay gente que lo relaciona con un estilo toscano otros, sevillano. Para mí es calchaquí y cafayateño con toques modernos y confortables, como un aire acondicionado de exterior que tira una especie de bruma que refresca el lugar en los días calurosos. La decoración es sencilla y minimalista".
Lanús coincide en que en este tipo de bares todo está premeditado para ensalzar la bebida estrella: "La gastronomía está pensada en función de las distintas propuestas de vinos que hay para maridarlos y resaltarlos. No concibo un wine bar sin una gastronomía acorde a ellos. Creo que todo debe girar alrededor de un ambiente relajado, con buena música. Después del trabajo podés venir a tomar una copa de vino. Así pensamos nuestro wine bar, donde ofrecemos toda la línea de vinos de la bodega Agustín Lanús Wines, y donde tenemos una gastronomía estilo 'platos bebés' con productos regionales especialmente pensados para maridar los vinos".
La gente puede consumir los diferentes vinos e incluso hacer su propio blend: "Tenemos unos tanques chiquititos para hacer tu propio Mataca (Malbec, Tannat, Cabernet). Hacés vos el corte, lo pones en una botella y lo encorchas. Diseñas tu propia etiqueta y te la llevas a tu casa". Y finalizó: "El vino es cultura, es relajarse, pasarla bien, se trata de gente que le gusta probar distintos platos y sensaciones para el paladar. Un público ávido de nuevas experiencias, que le gusta viajar y conectarse con la gastronomía".
Pablo Colina, sommelier y socio de VICO Wine Bar, coincidió con que se trata de una tendencia mundial que está instalándose en Argentina, principalmente en las grandes ciudades. "La respuesta del público es contundente, la idea encanta. Insistimos, siempre, en que no se necesita saber de vinos. La idea es que cada uno se sorprenda, que viva su experiencia como se sienta más cómodo, que disfruten del placer del vino sin presiones, de forma descontracturada". Y explicó que la oferta de estos bares es amplia, con diferentes estilos y propuestas: "En todos se apuesta a dar a conocer el vino y dar la posibilidad de degustarlo por copa. Las zonas de mayor concentración en Buenos Aires son Palermo, Recoleta, Villa Crespo, San Telmo y el centro".
Con respecto a su público, Colina explicó que en la sucursal de Villa Crespo la gente fue especialmente a ver de qué se trataba y, naturalmente, se acercó más gente del mundo del vino. "Después quisimos abrir el juego a otros perfiles para que fuera más inclusivo. En Palermo vimos una buena oportunidad para seguir creciendo. Recibimos diariamente grupos de amigos, parejas, gente que se junta a tomar una copa luego de su jornada laboral. Quisimos acercarnos al público en un polo gastronómico, con mucha presencia de turismo, también un público más joven y cercano a la movida de las cervecerías".
Con respecto al equipamiento e interiorismo, se conectaron los materiales en bruto de la estructura del lugar haciéndolos jugar con materiales nobles y de carácter. "La idea fue crear un espacio de disfrute nocturno. Se utilizó madera teñida y tratada con fuego, metal en crudo, y colores como el azul oscuro para representar la noche y el dorado, la elegancia y calidad. La barra de terrazo negro moldeado tiene agregado de bronce y un frente de corcho lustrado. Y luces puntuales para lograr una escena más dramática".
Y concluyó sobre el diseño: "En VICO se contrapone dos ideas, la de la brutalidad de los materiales en su estado natural con lo elaborado, pulido. Como si se tratara de una cava, se eligieron materiales en bruto como el ladrillo, la madera quemada y cubierta en aceite, el hierro y distintos tonos de cementos alisado. Todo en un espacio atemporal en donde al ingresar se pierde el sentido del tiempo y se despierta la vista, olfato, y tacto para convertirse, al menos por un momento, en pequeños catadores".
La ciudad costera de Mar del Plata también se sumó a la movida. Desde allí, Juan Rodríguez, uno de los socios de Cava Federal, habló sobre la tendencia. "La categoría se está desarrollando muy bien. Si bien es una ciudad muy fuerte en la cerveza artesanal, el consumo de vinos por copa viene siendo otra alternativa. Nosotros hablamos de 'bar de vino'. Lo decimos en castellano para revalidar esta industria nacional tan importante. Y, además, porque la gran mayoría de los productos que ofrecemos son nacionales".
El lugar, que convoca tanto a jóvenes como adultos, tiene una arquitectura acorde. "Tenemos tres espacios bien definidos. El primer piso es más cómodo: con tu mesa y sillas bajas y un camarero que atiende de manera personal. El patio es la opción desestructurada, donde van principalmente los jóvenes. Cuenta con unas gradas con almohadones que están tomando mucho protagonismo. Los fines de semana, y a partir de los jueves, va mucha gente y es lindo ver como a la 1 am hay gente consumiendo vino. Y la planta interior, al entrar al local, es como una unión entre el primer piso y el patio. Hay mesas altas, banquetas".
El objetivo fue crear un espacio relajado donde gente de todas las edades pueda disfrutar de un momento agradable y, principalmente, probar opciones de copas de distintas zonas vitivinícolas del país. "Tenemos 7 máquinas Newine, y cada dispenser tiene 8 picos. Por lo tanto, son 56 opciones de vino por copa y otras 140 opciones de vino por botella. Se trata de un lugar de encuentro para disfrutar el vino, de manera más personal, acompañado por una gastronomía acorde", finalizó.
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