La idea parece simple: usar los microorganismos naturales de las plantas para potenciar cultivos y hacerlos "invencibles". Y, de paso, descomoditizar y hacer una revolución en la industria del agro. Esa es la idea detrás de Indigo, una startup del nuevo segmento de agtech –negocios que mezclan agro con tecnología– que nació en Boston, EEUU, hace cuatro años de la mano del biólogo y emprendedor Geoffrey Von Maltzahn.
Recaudó fondos por USD 400 millones y, además, se convirtió en la empresa que más rápido alcanzó el estatus de "unicornio"; o sea, que consiguió un valor de mercado de más de USD 1.000 millones (USD 1.400 en su caso). En su proceso de internalización eligió a la Argentina como el primer país con operaciones fuera de EEUU (hoy está también en Brasil y Australia).
Este año vamos a facturar USD 20 millones. Y pensamos a llegar a USD 1.000 millones en 2024
Carlos Becco, es ingeniero agrónomo y pasó casi toda su carrera profesional en compañías tradicionales del negocio agropecuario, como Monsanto y Syngneta, pero quería "algo diferente", un nuevo desafío, distinto a lo que él define como un "modelo agotado". En esa búsqueda empezó a "stalkear mediáticamente" a esta joven compañía, y cuando anunciaron su intención de desembarcar en el país, los llamó. Así, se convirtió en el CEO de Indigo Argentina, la subsidiaria que en un año y medio ya tiene 140 clientes y más de 100.000 hectáreas sembradas con sus semillas "potenciadas" con microbioma, o el conjunto de microorganismos naturales de las plantas.
"Estamos intentando, de alguna manera, liderar una transformación de la agricultura, de una manera profunda", le dice Becco a Infobae.
Hace pocos días en Expoagro, estuvo reunido con el presidente Mauricio Macri y el CEO global de la compañía, David Perry. "Me impresionó la comunidad de startups agtech en Argentina. Está claro que muchos de los innovadores del país ven la importancia económica, ambiental y social de la agricultura. Los agricultores, grandes y pequeños, están en la base de la economía del país, y vemos una oportunidad para apoyarlos con herramientas microbianas de vanguardia, asesoramiento y apoyo basado en datos que permita una mayor rentabilidad", dijo Perry.
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"Tenemos la oportunidad de hacer un agro diferente y de cambiar la manera en la que se producen los alimentos vinculando la tecnología con el consumidor final", agregó Becco.
– ¿De qué manera piensan ser parte de esa transformación?
– El comienzo del camino arranca ayudando a las plantas a producir mejor. Exploramos la microbiología, el pequeño mundo de los microorganismos. Sorprendentemente, a pesar de todos los años de trabajo en la agricultura, es un mundo inexplorado. No hay nada más diverso en la naturaleza que los microorganismos: se estima que hay un trillón de especies. Y cada uno tiene el potencial de generar un impacto positivo en las plantas. Esto no nace de la agronomía, sino de la medicina. Hoy la farmacéutica trabaja en el desarrollo de los probióticos, algo que es un boom. Indigo se focaliza en los microorganismos que viven en los cultivos: identificamos los buenos, los benéficos, los que ya están en la naturaleza, y los incorporamos a los cultivos. Así se generan plantas que tienen tolerancia al estrés, a la sequía.
El chacarero sabe que necesita ayuda, que lo que vino haciendo toda su vida está siendo desafiado. Sus hijos los cuestionan si fumigan. Saben que los kilos solos ya no alcanzan
– ¿En qué etapa del desarrollo están?
– Es un mundo nuevo. Un trillón de microorganismos es un número impresionante. Tenemos 70.000 identificados y 10 que ya son productos registrados en la Argentina.
– ¿Cuáles, por ejemplo?
– Cada uno es una especie, un ser vivo, diferente. Tienen buena correlación, por caso, con la soja y mejoran la performance de la planta. Cada uno funciona en un cultivo en una situación determinada. Es la primera ronda de un proceso permanente. Todo el tiempo estamos buscando microorganismos, es una selección feroz, y todo el tiempo aparecen nuevos que correlacionan mejor con un cultivo, una especie o un ambiente. Por eso somos una empresa digital: en vez de pensar en un producto blockbuster, que funcione en la mayor cantidad posible de alternativas, buscamos soluciones puntuales. Es un concepto bien digital.
– ¿No tiene nada que ver con cultivos transgénicos?
– No, nada. Es todo natural. Son microorganismos naturales que ya están en las plantas. A veces, en una sequía grande, aparece algún cultivo en medio de muchos muertos. Bueno, sobrevivió por algo que tiene adentro. El Gobierno hoy, por medio del Senasa, nos exige que no incorporemos microorganismos que no existen en la Argentina.
– ¿Este hackeo positivo para los cultivos se hace sobre las semillas o la planta?
– El momento más eficiente para hacer esta mejora, esta intervención, es cuando la planta nace. Primero porque es cuando se puede ser más preciso aplicándola. Además, pocos mililitros de solución de microbios sirven para cientos de kilos de semillas. Es muy preciso. Es el momento de más control sobre el sistema.
Son microorganismos naturales que ya están en las plantas. A veces, en una sequía grande, aparece algún cultivo en medio de muchos muertos. Bueno, sobrevivió por algo que tiene adentro.
– ¿Venden semillas, entonces?
– Nuestro hardware es la semilla, pero no somos semilleros. Tomamos semillas de terceros y las potenciamos. Por otra parte, nadie quiera más fumigaciones ni pulverizaciones en el ambiente. Es un riesgo.
– ¿Cómo llegó esta startup estadounidense tan rápido a la Argentina?
– Argentina es un país eminentemente agrícola, con gran potencial. Tiene productores muy tecnológicos y abiertos a las oportunidades; y una agricultura que se hace en condiciones de secano, con mucho estrés. Además, yo estaba atento y venía "stalkeando" a la empresa desde que se llamaba Symbiota. La agricultura es una industria que tiene que cambiar: estamos a la vera de una tremenda transformación. Cuando dijeron que iba a venir a la Argentina levanté la mano rápido y tomé el riesgo de salir de una gran multinacional. Este ambiente necesita innovación.
– ¿Indigo es una empresa anti-herbicidas?
– No, no somos anti-nada. Pero entendemos que la solución no pasa por más de todo eso, sino por pensar distinto.
– ¿Cuánto facturan?
– Este año, USD 20 millones. Y pensamos a llegar a USD 1.000 millones en 2024. Para que eso suceda tenemos que tener una plataforma digital donde se comercialice por lo menos el 5% del volumen del agro, con impacto real en mejorar la rentabilidad del productor, con menos impacto en el medio ambiente y con una mejor trazabilidad de esa producción para el consumidor final. Me imagino haciendo acuerdos con empresas productoras de alimentos que estén dispuestas a pagar más por producir alimentos más saludables.
– ¿Cómo trabajan con los productores locales?
– Arrancamos de cero en agosto de 2017. Tocamos timbres con una propuesta innovadora: value sharing. Les damos la tecnología, las semillas potenciadas; la prueban; nos dan los datos; si funciona, mitad y mitad; si no funciona, "gracias por participar". Arrancamos con 30 clientes ABC1, algo que nos es menor en un ambiente en el que los productores tienen todo resuelto. El chacarero sabe que necesita ayuda, que lo que vino haciendo toda su vida está siendo desafiado. Sus hijos los cuestionan si fumigan. Saben que los kilos solos ya no alcanzan.
Somos una empresa digital: en vez de pensar en un producto blockbuster, que funcione en la mayor cantidad posible de alternativas, buscamos soluciones puntuales. Es un concepto bien digital
– ¿Cómo les fue con esa prueba inicial?
– Año uno, muy pocos meses: 30 clientes en 10.000 hectáreas. Logramos unas 16.000 bolsas. Todo soja.
– ¿Es un buen rendimiento?
– Es un número ambicioso y tuvimos buenos resultados, más allá de que nos atacó la peor sequía. No fue un modelo comparativo, no teníamos tiempo. Probaron la tecnología en un todo y nos fue muy bien. Al año siguiente, en la campaña que pasó, saltamos a 100.000 hectáreas, multiplicamos por diez; expandimos a cuatro cultivos, soja, maíz, trigo y algodón; y pasamos de 30 a 140 clientes, un montón. Tenemos datos precisos de diciembre de trigo, con información del productor. De 5.000 hectáreas, aumentamos el rendimiento un 3%, unos 20 dólares por hectáreas, es un número significativo. Diez para ellos, diez para nosotros.
– ¿Habla de atacar el estrés de los cultivos, pero para qué otras cosas se podría usar esta técnica?
– En un futuro, para lograr más eficiencia en el uso del nitrógeno y el agua; y, por qué no, para manejar enfermedades y repeler insectos. El potencial es enorme. Empezamos por lo más común: "el dolor de cabeza". Nuestra puerta de entrada es apuntarle al estrés, que está siempre y hace que la planta produzca menos, o deje de producir. Con este microorganismo interno puede seguir produciendo, no es magia: la planta desarrolla más raíces y se prepara mejor para un mal año climático, por ejemplo. ¿Eso siempre es igual a más kilos? No, pero es un seguro. El mundo consume enormes cantidades de fertilizante, que es mucha energía, carbono y contaminación a las aguas. Atacar eso es ayudar a hacer una agricultura más sostenible. Si logramos que las plantas absorban nitrógeno del ambiente en lugar de tomarlo de los fertilizantes… wow. Y es algo que ya existe, que está en la naturaleza. Se puede ayudar a transformar los alimentos y agregarles valor, pero de qué sirve eso si todo el sistema agrícola está pensado para hacer volúmenes, para hacer commodities. Por eso Indigo está lanzando un marketplace, una plataforma digital para comercializar granos, con la premisa de que cada productor pueda producir algo diferente y que cada comprador pueda necesitar cosas diferentes.
Si logramos que las plantas absorban nitrógeno del ambiente en lugar de tomarlo de los fertilizantes… wow
– Descomoditizar el agro.
– Sí, democratizar la agricultura, descomoditizarla y tener trazabilidad. La entelequia del commodity, de que todo el mundo necesita soja, es una falacia. Hoy el mundo que necesita un montón de opciones y el mercado tiene que dárselas. Hay más variantes para elegir un hotel en Cancún, se entra y se decide hasta el tamaño de la almohada, que cuando se venden toneladas de granos por teléfono sin saber quién está del otro lado ni a dónde va ese grano. Tenemos que poder comprar alimentos en lugares donde se sabe quién los produjo.
– El Gobierno necesita dólares y está pendiente de una cosecha récord y de liquidación de exportaciones. ¿Cómo ve este momento para un sector cruzado por retenciones?
– Primero, una reflexión. Este año, en toneladas, va a haber un 52% más de soja que el año pasado. Es una guasada. El año pasado fue un desastre, es verdad, ¿pero qué industria tiene una capacidad de resiliencia para sobrevivir con 52% menos de soja y 48% menos de maíz y seguir apostando? Dicho esto, este sistema agrícola da claras señales de agotamiento. Y no es un problema de la Argentina. Los productores tienen cada vez números más ajustados (acá con más presión impositiva, además). Las demandas sociales y alimenticias son cada vez más grandes. Hoy, la única solución pasa por más concentración. Es bueno que Mauricio Macri, en Expoagro, se haya reunido primero y a solas con las agtech. Argentina tiene una oportunidad única de apostar a un segmento de innovación del que podemos ser líderes con tecnologías digitales para mejorar la productividad y con potenciales factores de disrupción para cambiar la forma de hacer negocios.
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