Jim O’Neill, el economista que creó al acrónimo “BRIC” para referirse a las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China, dijo que el bloque, que se constituyó como tal en 2009 y en 2010 sumó a Sudáfrica para devenir “BRICS”, no logró nada, más que poder simbólico.
“Desde que empezaron a reunirse nunca consiguieron nada”, dijo O’Neill al diario británico Financial Times, al que también señaló que la idea de una moneda común del bloque le resulta “ridícula”.
Como jefe de la división de manejo de activos de Goldman Sachs, O’Neill acuñó en 2001 el acrónimo BRIC agrupando a 4 grandes economías emergentes que ya gobernaban cerca de la mitad de la población mundial.
“El grupo sería más efectivo si sus miembros clave fuesen más serios sobre objetivos comunes; China e India raramente se ponen de acuerdo en algo y, dada la actual relación bilateral, ninguno quiere que el otro gane más influencia en las instituciones globales” (Jim O’´Neill)
Ahora, como asesor de Chatham House, suerte de think tank londinense de política y economía internacional, dice que su propósito no fue alentar que esos países se constituyeran como bloque, sino que tuvieran mayor injerencia en los asuntos globales. El foro más apropiado a ese fin, señaló, es el G20, formado en 1998 a partir del ensanchamiento del G7, para dar una respuesta más eficaz a la crisis financiera del sudeste asiático.
Mejor el G20
“Lo que el mundo realmente necesita es resucitar al G20, que ya incluye a todos los actores clave, y sumar algunos más. Sigue siendo el mejor foro para abordar cuestiones globales como el crecimiento económico, el comercio internacional, el cambio climático, la prevención de pandemias y temas así. Aunque afronta grandes desafíos, todavía puede recuperar el espíritu de 2008-10, cuando coordinó la respuesta internacional a la crisis financiera global. En algún momento, EEUU y China tendrán que superar sus diferencias y permitir que el G20 recupere su centralidad”, escribió O’Neill en el influyente portal Project Syndicate.
En cuanto a los BRICS, escribió O’Neill, el grupo sería más efectivo si sus miembros clave fuesen más serios sobre objetivos comunes. En cambio, señaló, “China e India raramente se ponen de acuerdo en algo y, dada la actual relación bilateral, ninguno quiere que el otro gane más influencia en las instituciones globales, a menos que estén igualmente balanceados”.
O´Neill cuestionó también la lista de 6 países que los BRICS “invitaron” a sumarse al bloque a partir de 2024. “La decisión no parece haber sido adoptada con algún objetivo claro y mucho menos con un criterio económico. ¿Por qué, por caso, no fue invitada Indonesia? ¿Por qué la Argentina y no México, o por qué Etiopía, pero no Nigeria?”, se preguntó.
Según O’Neill, con su membresía aumentada, el “poder simbólico” de los BRICS crecerá. El grupo, consideró, pocas veces logró presentarse como la voz del mundo en desarrollo, aunque fue exitoso en recordar a todos que la actual estructura de las instituciones internacionales no refleja los cambios económicos globales de los últimos 30 años.
Es cierto, escribió quien dio nombre a los BRICS, que por tamaño de PBI medido a poder adquisitivo el grupo es “levemente más grande” que el G7, pero como sus divisas están subvaluadas, “a dólares nominales” su PBI conjunto es “significativamente más pequeño” que el del G7.
También es cierto, prosiguió, que China es ya la segunda economía mundial, que su economía es 3 veces más grande que las de Alemania y Japón y cercana al 75% de la de EEUU, y que India creció fuertemente y hacia 2030 podría ser la tercera mayor economía del mundo. Pero también lo es, contrapesó, que la incidencia de los PBI de Rusia y Brasil es hoy más o menos la misma que tenían en 2001, y que Sudáfrica no es la más grande economía de África, pues fue superada por Nigeria.
Según O’Neill, así como EEUU tiene un peso desproporcionado en el G7, China lo tiene en los BRICS, al punto que duplica el PBI de los otros 4 socios actuales, sumados. Por eso apunta que el G20 sería un mejor foro para lidiar con los desafíos globales.
Por último, si bien el analista reconoce que el dominio del dólar como moneda global es un problema y hace bailar a muchos países al ritmo de las medidas de la Reserva Federal de EEUU, ese problema se podría amenguar si la zona del euro aceptasen que sus instrumentos financieros fueran suficientemente grandes y líquidos y –de modo similar- si los miembros de los BRICS, en especial China e India, encarasen reformas financieras para permitir que sus monedas se usen más ampliamente.
En cambio, concluyó, si se siguen limitando a quejarse del dólar y a especular sobre una “abstracta” moneda común, es improbable que los BRICS logren algo.
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