El staff del FMI emitió a última hora del viernes un comunicado en el que aprueba la revisión de metas correspondientes al tercer trimestre, incluyendo un próximo desembolso que llegará antes de fin de año. Pero además de eso, el texto emitido desde Washington representó un verdadero espaldarazo a las medidas que viene adoptando Sergio Massa. A tal punto que casi no se hace mención a los enormes desafíos que enfrentará la economía en el año electoral.
La noticia será aprovechada por el ministro de Economía para dar un paso adelante más en la estrategia planteada al asumir. Ahora le toca el capítulo más complejo, que es lograr una baja sostenida de la inflación en pleno proceso electoral.
Noviembre terminó en ese sentido con noticias relativamente buenas. Según los relevamientos del secretario de Programación Económica, Gabriel Rubinstein, la inflación del mes pasado se habría ubicado en 5,2%, con fuerte desaceleración en las últimas semanas. No es demasiado, pero al menos se consiguió romper la barrera psicológica del 6%.
Massa es consciente que con Precios Justos no alcanza ni mucho menos para conseguir una desaceleración sostenida. Por eso, quiere acompañar el proceso con una disminución del ritmo de devaluación mensual. La intención es que desde enero la “tablita cambiaria” aumente a un ritmo de entre 4% y 4,5%, contra casi 7% de suba que presenta el dólar oficial mes a mes.
Este menor ritmo de suba del tipo de cambio estaría más acorde con la meta de 60% estipulada para el año que viene en el Presupuesto y que Massa cree que es cumplible.
El subsidio a los préstamos a las Pyme sería de nada menos que 30 puntos porcentuales para que otorguen tanto bancos públicos como privados
Pero además, si el índice de inflación logra mantenerse un par de meses abajo del 6% el próximo paso sería acompañar con una baja de la tasa de referencia del BCRA, hoy en el 75% anual, que en realidad se ubica arriba del 100% anual de tasa efectiva.
La reducción de tasas sería un paso natural para que no queden exageradamente en terreno “positivo”, es decir demasiado por encima de la inflación. Si no se calibra bien, la consecuencia puede ser una mayor recesión y por otra parte obligaría al Central a seguir pagando miles de millones de pesos de rendimientos en pesos gratuitamente por las Leliq y otros pasivos remunerados.
Otro de los pasos claves que preparan en Economía es una millonaria línea crediticia para las Pyme, destinada a fomentar la producción. El subsidio a los préstamos sería de nada menos que 30 puntos porcentuales para que otorguen tanto bancos públicos como privados. El monto total dispuesto para el 2023 sería de $ 800.000 millones.
Todo bien con el FMI
En relación al acuerdo, el organismo ponderó que se cumplirá con la meta de déficit fiscal prevista en el acuerdo, así como también el objetivo de acumulación de reservas. Y resalta el compromiso de parte del Gobierno de seguir cumpliendo con el acuerdo, incluyendo la baja del déficit a 1,9% del PBI, aumentar el nivel de reservas netas a USD 9.800 millones y mantener tasas de interés positivas, junto con una reducción de subsidios.
Sin embargo, se omiten las turbulencias que podría enfrentar la economía propias de la proximidad de un año electoral. No se menciona tampoco el aumento exponencial de la deuda en pesos y la posibilidad que se complique la refinanciación de los vencimientos, a medida que se aproximen las PASO. Se trata de un tema sensible que los inversores observan con inquietud, como también bancos y calificadoras de riesgo, pero que los técnicos del Fondo decidieron evitar en su informe público.
En cuanto a la inflación, el organismo también consideró que las políticas en marcha contribuirán a que la inflación baje al 60% en 2023, contra todos los pronósticos de los analistas profesionales. Claro que los equipos del FMI no han sido buenos pronosticadores en el pasado reciente: el actual acuerdo incluía un rango de entre 38% y 48%, cuando en realidad rozará el 100%.
Todo indica que el FMI no quiere ser parte del problema en un 2023 que luce como mínimo muy desafiante
Pablo Guidotti, ex secretario de Hacienda, fue uno de los primeros que reaccionó al conocerse el comunicado del staff, apelando a un solo adjetivo: “Vergonzoso”.
El Fondo decidió concentrarse en los datos “duros”, que muestran el cumplimiento de las metas acordadas, aunque sea con todo tipo de artilugios. Es cierto que el BCRA redujo la emisión via adelantos transitorios, pero continuó expandiendo la cantidad de dinero por otros canales. La acumulación de reservas se dio a través de la aplicación de múltiples tipos de cambio. Incluso el freno a las importaciones es ponderado por el FMI, ya que implica un enfriamiento de la economía (necesario para bajar la inflación) y ayuda a fortalecer al Banco Central.
En otras palabras, todo indica que el FMI no quiere ser parte del problema en un 2023 que luce como mínimo muy desafiante. El fuerte apoyo a las políticas que viene implementando Massa busca suavizar el camino en la transición electoral. Una comunicado crítico del Fondo, aun cuando hubiera aprobado igual el desembolso, sumaría todavía más nerviosismo a los mercados. Llama la atención, sin embargo, la versión edulcorada sobre las visibles distorsiones de la economía argentina, incluyendo una inflación cercana a los tres dígitos, fuerte cepo y múltiples tipos de cambio.
Dólar soja 2
La segunda versión del dólar soja, el nuevo desembolso del FMI por casi USD 6.000 millones y una leve baja de la inflación no son un mal escenario para terminar el 2022. Los pronósticos apocalípticos que circulaban en julio incluían un escenario de descontrol cambiario y posible hiperinflación, que aún dentro de una situación frágil no se materializaron. Sergio Massa tomó una serie de decisiones que alejaron el peor escenario para la economía, pero que amenaza con volver a complicarse seriamente en el 2023.
El ministro de Economía no desconoce ni mucho menos estos peligros. Pero es poco lo que puede hacer por adelantado, porque antes tiene temas mucho más urgentes que atender. El calendario electoral es claramente uno de los desafíos del año próximo, pero recién empezará a pesar más en el radar de los inversores a partir del segundo trimestre.
El dato de inflación de noviembre, tal como anticipó Infobae, estaría bien por debajo del 6%, algo que Massa ya empezó a festejar de antemano. Ya finalizado el mes, el ministro no descarta que se ubique cerca del 5,5%, pero con la posibilidad de mantener niveles debajo del 6% en los próximos meses. Romper la inercia inflacionaria sería todo un logro, sobre todo cuando la mayoría de los pronósticos es coincidente en que el año próximo habrá más inflación y no menos.
Variables monetarias
La evolución de las variables monetarias no permiten mucho margen para el optimismo. Martín Rapetti, un economista de extrema confianza de Sergio Massa, lo explicó crudamente en su último informe de su consultora Equilibra. El financiamiento del BCRA al Tesoro totalizará en 2022 a 3% del PBI. Esto es entre adelantos transitorios, recompra de bonos en pesos y la expansión de pesos adicional por el dólar soja I y II. A través de distintos artilugios, el Gobierno eludió el límite de financiamiento del 1% del PBI que se había negociado con el FMI. Por supuesto que los técnicos del Fondo hacen la “vista gorda” porque tampoco quieren que se caiga el acuerdo.
Esa expansión de dinero fue absorbida con la emisión de Leliq y otros pasivos por parte del BCRA. El problema es que esa deuda en pesos no para de crecer, ya que tasa efectiva ya se ubica por encima del 100% anual. Aunque se trata de rendimientos exorbitantes, en realidad no lo son tanto porque la inflación prácticamente ya se ubica en esos niveles.
Como sugieren desde Equilibra, la forma de “desactivar” esta verdadera bomba de pesos sería con más señales de austeridad fiscal y baja del rojo de las cuentas públicas. “Difícilmente esto vaya a suceder en un año de elecciones presidenciales”, concluyó Equilibra, quien además advirtió que el BCRA “está jaqueado” al no poder todos los objetivos al mismo tiempo, incluyendo la baja de la inflación.
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