Agosto fue mucho mejor mes para los productores de frutillas que para los de limones. Los primeros se quedaron, en promedio, con el 68,3% del precio final que en promedio pagaron los consumidores por su producto: $ 873, de los que percibieron 600 pesos. En cambio, los limoneros, si se los puede llamar igual que sus plantas, percibieron 5,8% del precio en góndola o verdulería: apenas $ 7 de los $ 116 que en promedio pagó el consumidor por un kilo del cítrico.
Tales los casos extremos del Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD), que elabora el sector de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) que precisó que en agosto el consumidor pagó en promedio 5,9 veces más de lo que recibió el consumidor para un conjunto de 19 frutas y verduras. “Es decir, el consumidor pagó cerca de $ 6 por cada $ 1 que recibió el productor frutihortícola”, dice el informe. Esto significa que los frutihorticultores recibieron en promedio el 17% del precio final.
Mucho mejor que a los frutihorticultores les fue a quienes hacen productos y subproductos de la “canasta ganadera” del IPOD: en promedio, los precios de la leche, los huevos, el pollo, la carne de novillo y la de cerdo se multiplicaron por 2,8 veces desde que cruzaron la tranquera hasta que se vendieron en las góndolas, lo que significa que se quedaron con casi el 36% del valor final.
En el caso de los cítricos y en menor medida en el de las frutas de Valle del Río Negro influyó la invasión rusa y la guerra en Ucrania, pues afectó la demanda de dos grandes clientes; el agresor y el agredido. La fruta que antes se vendía allí se presentó como excedente en el mercado interno
Para los 24 agroalimentos (19 frutihortícolas y 5 ganaderos) el multiplicador fue de 3,6 veces, esto es, los productores se quedaron en promedio con poco menos del 28% del precio final pagado por los consumidores.
Cenicientas
Los 5 agroalimentos de mayor brecha entre origen y destino, suertes de Cenicientas agroalimentarias, fueron todos frutihortícolas: en el caso del limón el precio entre tranquera y góndola (o verdulería) fue de 17,1 veces, en el del zapallito 15,7, en el de la zanahoria 10,6, en el de la manzana roja 9,3 y en el de la naranja 7,4 veces. Son productos, dice el informe en que coinciden la falta de precios de referencia, provocada por la inestabilidad de la macroeconomía y su impacto en el precio de los principales insumos de la producción agropecuaria. En el caso particular de los cítricos (y en menor medida en el de las frutas del Alto Valle del Río Negro) influyó la invasión rusa y la guerra en Ucrania, pues afectó la demanda de dos grandes clientes; el agresor y el agredido. La fruta que antes se vendía allí se presentó como excedente interno.
En el caso particular del limón, el informe precisa una caída del 8% en el precio al productor –e incluso el caso de uno, de Salta, que desechó 280 toneladas por falta de compradores y precio- mientras en góndola aumentó 12 por ciento. En la naranja se dio el caso opuesto, el precio al productor subió 77%, cuatro veces más que el 19% que aumentó en destino, debido a un reacomodamiento del atraso en el precio que hasta julio percibían los naranjeros.
En el extremo opuesto, de brecha corta entre precio en tranquera y en góndola, hay 2 productos de origen animal y 3 frutihortícolas. La frutilla, como ya se mencionó, llega en promedio al consumidor a 1,4 veces el precio que recibió el productor. Para el pollo la brecha es 2, para los huevos 2,1 y para la calabaza y el brócoli 2,3 veces.
Un productor de limones en Salta desechó 280 toneladas de su producción por falta de compradores y de precio
La frutilla es un “producto primicia”, de alta estacionalidad. Al volcarse al mercado una mayor producción que en el mes anterior, el precio al productor cayó 3% y el precio al consumidor cayó diez puntos más: 13 por ciento. “Dado que todos necesitan tenerla en góndola, el verdulero o el hipermercado resignan rentabilidad frente a un alto valor final de venta, achicándose así la diferencia entre el precio que recibió el productor y el que pagó el consumidor”, explica el informe de CAME.
En el caso de huevos y pollo, en cambio, el achicamiento de la brecha se debe al efecto de sistemas de producción integrados: todos los actores de las respectivas cadenas de valor son parte del riesgo del negocio. Más misterioso es el caso del brócoli, en el que la brecha se redujo 62% debido a un aumento del 105% del precio en origen y una reducción del 25% en góndola. Lo que sugiere que la brecha era excesiva en la etapa previa y/o que los consumidores la fueron postergando. Calabazas y tomates fueron los otros productos de brecha corta, en que los precios al productor subieron mucho más que los precios al consumidor: 130 vs 15% en el primer caso y 93 vs 23% en el segundo.
Sucede, explica el informe, que el aumento de los precios al productor no se traslada de inmediato y hay “cierta demora” en el reacomodamiento de los precios finales.
En definitiva, para el conjunto de 24 agroalimentos incluidos en el IPOD, la participación promedio del productor fue del 28%, de ahí que CAME afirma que “el productor primario no es formador de precios, por lo que tampoco es responsable de su escalada. En general, las diferencias entre origen y destino se deben a un conjunto de comportamientos como, por ejemplo, los especulativos, adoptados por diferentes actores de la cadena de valor que abusan de su posición dominante en el mercado –básicamente, los hipermercados, los galpones de empaque y las cámaras de frío”.
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