Luego de un fuerte aumento en marzo, tras la invasión rusa y el inicio de la guerra en Ucrania, cuando la canasta que compila FAO subió más de 13%, el precio promedio de los alimentos cedió levemente en el segundo trimestre y 8,6% en julio, según los datos más recientes de esta agenda de la ONU a cargo de los temas agro-alimentarios.
Esa tendencia ya se nota en la mayoría de los países latinoamericanos, en los que se desaceleraron la inflación de alimentos y la general, pero no en la Argentina, que es, además, el único de un grupo de once países de la región relevados en el que entre agosto de 2021 y julio de 2022 la inflación general subió levemente por encima de la de alimentos: 71 vs 70,6 por ciento.
Esto significa que, a diferencia de sus vecinos, en la Argentina el precio de los alimentos no fue la causa del aumento de la inflación, sino que no se sustrajo al efecto de la política macroeconómica: un déficit fiscal financiado básicamente con emisión monetaria (puede incluso argumentarse que, de no ser por el mayor ingreso de divisas por el aumento de los precios mundiales de los productos que exporta el país, la escasez de dólares y la presión inflacionaria serían aún mayores).
De hecho, dice un informe de Juan Manuel Garzón y Tobías Lucero, investigadores del Ieral de la Fundación Mediterránea, que compararon los índices de precios al consumidor de alimentos y generales de la Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, Perú, México, Costa Rica, Ecuador, Paraguay y Bolivia, en los primeros 7 meses del año en nuestro país la tasa de inflación de alimentos fue en promedio 5 veces más alta que en los otros diez, con diferencias extremas. Por ejemplo, 9,8 veces la inflación de alimentos de Bolivia, 6,7 veces la de Ecuador y 6,2 veces la de Paraguay.
En todos los países relevados la inflación en alimentos en lo que va del año es mayor que en 2021. Pero la mayor aceleración (2,3 puntos porcentuales, del 3,5 al 5,8% promedio mensual) fue en la Argentina, seguida por Chile (1,6 puntos) y Colombia y Brasil (0,9 puntos en cada caso). Países como Uruguay, Perú, México y Bolivia registraron aceleraciones de entre 0,2 y 0,5 puntos, esto es, entre casi cinco y once veces menos que en el caso argentino.
Contraste
El contraste es aún más nítido en los últimos meses. El valor de la canasta que monitorea FAO, un mix de precios internacionales de carnes, lácteos, aceites, granos y azúcar, había subido 19% en el primer trimestre y cayó 12% desde entonces, mayormente en julio. Ese contexto de “deflación”, dicen Garzón y Lucero, se reflejó en todos los países relevados, salvo en la Argentina y (en julio) en Costa Rica.
Así, por ejemplo, el mes pasado la inflación de alimentos fue de 0,2% en Paraguay y Ecuador y en Colombia se redujo del 2,5 al 1,5% mensual y permitió bajar el ritmo de inflación general. En la Argentina, en cambio, la “inflación de alimentos” se redujo apenas del 6 al 5,7% mensual y la general fue del 7,4 por ciento.
Como ya se dijo, la Argentina fue el único de los once países relevados en que la inflación de alimentos fue inferior a la general. Mientras en los demás fue el motor, aquí fue un acompañante, aunque el rubro social y políticamente más sensible al que apuntó el gobierno para echar culpas y deslindar responsabilidades.
La explicación del fenómeno debe buscarse en la política económica. Las políticas fiscales y monetarias aplicadas en casi todo el mundo durante la pandemia, para evitar los efectos depresivos sobre la economía de la pandemia los confinamientos, empezaron a impulsar la inflación en 2021, tendencia a la que no escaparon los países latinoamericanos, dice el informe.
Así, por ejemplo, Chile pasó de una inflación del 3% anual en 2020 al 7,2% en 2021 y apunta a cerca de 10,8% este año. Perú pasó de 2% en 2020 a 6,4% en 2021 y este año viene al 8,7%. Brasil cerró 2020 con 5,4% de inflación, subió a 10,2% en 2021 y la mantendría por ahí este año. La Argentina, en cambio, pasó del 36,1% en 2020 al 50,9% en 2021, cerraría 2022 en torno del 90% y el ritmo de los últimos meses, anualizado, supera cómodamente el 100% anual.
Por un puñado de dólares
En ese contexto, el tipo de cambio es un factor fundamental. “Frente a una suba de precios externos de materias primas es de esperar que países exportadores netos de estos productos mejoren su balanza comercial y su situación externa, generándose presión a la apreciación de sus respectivas monedas, fenómeno que, de ser convalidado, contrarresta (el menos en parte) el traslado a precios locales de la suba de precios externos”, dice un pasaje del informe. Y agrega: “Lo contrario debería suceder cuando estos precios internacionales revierten su tendencia.
En lo que va de 2022, prosigue el trabajo, el tipo de cambio respecto del dólar se apreció en Uruguay, Brasil, Perú y México, atenuando el impacto sobre los precios internos, mientras que en la Argentina, Chile (que en los últimos 12 meses sufrió una baja del 20% del precio del cobre, su principal producto de exportación) y Colombia se aceleró la tasa de devaluación, lo que no ayuda a estabilizar los precios.
Empezar a estabilizar
La reducción de precios de alimentos de los últimos meses, dicen Garzón y Lucero, junto con políticas macro de estabilización, debería empezar a mostrar resultados, como ya lo hizo en algunos países, pero no aún en la Argentina, donde –reiteran- “el problema está muy asociado a las debilidades fiscales y a la incertidumbre sobre la vocación y posibilidad del gobierno de corregir los desequilibrios macroeconómicos. El déficit fiscal se ha mantenido con un gasto público muy activo y se han reducido sensiblemente las posibilidades de crédito para refinanciar las deudas del Estado Nacional”.
El Banco Central se concentró en financiar el déficit del Tesoro “perdiendo su misión básica de defensa del valor de la moneda”
El Banco Central se concentró en financiar el déficit del Tesoro “perdiendo su misión básica de defensa del valor de la moneda”, subraya el informe. La emisión para cubrir el desajuste de los gastos público (presentes y pasados) fue en parte esterilizada con títulos, “lo que a su vez presionó las tasas de interés (para sostener la demanda de estos títulos) y un flujo de emisión endógeno a futuro muy significativo en términos de la Base Monetaria y el tamaño de la economía, que será uno de los principales obstáculos para reducir los niveles de inflación”.
Reducir la “velocidad de crucero” de la inflación no es tarea sencilla. “La llegada de un nuevo equipo al Ministerio de Economía generó cierta expectativa de cambio -concluye el informe- pero las restricciones económicas y políticas siguen siendo muy importantes”.
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