Silvina Batakis sabía que tenía que dar una señal contundente para calmar a los mercados. Y eso fue lo que trató de hacer el lunes a primera hora, cuando enfatizó la necesidad de avanzar hacia el equilibrio de las cuentas públicas. Pero hasta ahora sólo enumeró un decálogo de buenas intenciones. Es un gran misterio cómo se las ingeniará la flamante ministra de Economía para cumplir con la meta de déficit fiscal de 2,5% máximo que se negoció con el FMI para este año.
Los anuncios casi no se diferenciaron de lo que venía proponiendo Martín Guzmán. Pero súbitamente acallaron la ola de reclamos y de reproches del kirchnerismo duro. Se trata de una tregua que nadie sabe por cuánto tiempo durará, pero probablemente culmine cuando ocurra un nuevo sacudón financiero o cambiario. La falta de un apoyo explícito de Cristina Kirchner lo dice todo.
La ministra al menos leyó bien el problema más acuciante que tiene la Argentina y que pasa por el agujero fiscal que sólo se financia con más inflación. Sin financiamiento externo y con escaso espacio para tomar deuda en el mercado interno, el rojo de las cuentas públicas sólo puede ser cubierto con más emisión monetaria. Sin demanda genuina en el mercado, esos pesos terminan presionando sobre los precios y el tipo de cambio.
El problema del “plan Batakis”, si es que cabe tal denominación, no pasa por sus objetivos, sino por la implementación. En concreto, no anunció una sola medida hasta ahora que permita vislumbrar un mayor control del gasto o un achicamiento del déficit. Salvo que se trate de una política silenciosa para no hacer enojar a los más heterodoxos. Pero no parece el caso.
La ministra de Economía expresó buenas intenciones en materia fiscal, que es la “madre de todas las batallas”. Pero por ahora no se han conocido medidas concretas para ponerle un freno al gasto. Ni siquiera algunas que podrían resultar inspiradoras para la sociedad, como ponerle un tope a los sueldos de los empleados políticos
La segmentación de tarifas, que finalmente arrancó tal cual como lo había planificado Guzmán, es parte del problema y no de la solución. Para la gran mayoría, el ajuste anual no superará el 43%, apenas la mitad de la inflación proyectada. Por lo tanto, este año habrá más subsidios y no menos. Exactamente al revés de lo comprometido con el FMI.
Por supuesto habrá un 10%, que se encuentra en la escala más alta de la pirámide de ingresos, que sí sufrirá un durísimo aumento de tarifas que podría superar en el caso de la electricidad un 200%. Pero aún así no alcanzaría para compensar lo que no se le terminará cobrando al resto.
Mala señal
La suba de la percepción del 10% para gastos en dólares tampoco contribuirá demasiado a la cuestión fiscal y envió una pésima señal: este equipo económico –al igual que el anterior- tampoco tiene idea de cómo lidiar con los serios desafíos del frente cambiario.
La emisión monetaria de la primera parte de julio es enorme. En los últimos 11 días el Cenral emitió, según la estimación del economista Diego Giacomini, $ 665.000 millones, el equivalente al 15% de la base monetaria. Sin decisión drásticas de recorte de gasto, el panorama sólo puede agravarse.
Una estimación realizada por el economista Hernán Hirsch, de la consultora FyE, concluyó que la baja real del gasto debería ser del 7,8% en lo que resta del año. Sólo así se podría llegar al 2,5% de déficit primario comprometido ante el FMI.El problema es que el gasto no sólo no cae, sino que incluso viene aumentando en relación a la inflación mes a mes. El ajuste prometido por Batakis exigiría un esfuerzo desconocido para un gobierno kirchnerista en 15 años de gestión.
El dólar a $ 300 y la brecha del 135% regresó a la economía a la situación dramática de octubre de 2020. Pero ahora el deterioro es mucho mayor y también complican las internas dentro del Gobierno. No sería extraño, sin embargo, que el tipo de cambio se tome un respiro luego de haber tocado máximos
En una situación de fuerte inestabilidad y desconfianza, entre la ministra de Economía y el titular del BCRA, Miguel Pesce, se dedicaron a poner parches. Los desequilibrios económicos y financieros que enfrenta la Argentina son enormes, pero no hay margen político para hacer nada muy diferente. Además, se trata de un gobierno que tiene cero credibilidad en los mercados, como lo refleja la cotización de los bonos, que se desplomaron por debajo de los 20 dólares y no levantan. Para los inversores, es un hecho que la Argentina avanzará con una nueva reestructuración de la deuda, mucho más dura que la efectuada por Guzmán. La tarea quedaría para la administración que asuma el 10 de diciembre del año que viene.
La continuidad del actual esquema cambiario está cada vez más en duda, a pesar de las permanentes desmentidas de modificaciones por parte de Pesce y ahora también de Batakis. Un informe de Delphos Investmenta inversores plantea con claridad los desafíos que hay por delante. “La dinámica inflacionaria, la brecha cambiaria en 135% y la reciente caída de los precios de las materias primas aumentan las chances de un salto discreto del tipo de cambio oficial, similar al ocurrido en enero de 2014″.
Dólar testimonial
El dólar a $ 130 pasó a ser testimonial, ante el brutal cierre de importaciones que decidió el Gobierno y que genera crecientes faltantes en las góndolas de supermercados y en diversores rubros. El ministro de Desarrollo Productivo, Daniel Scioli,le prometió a distintos sectores que los problemas de acceso al mercado oficial se irán solucionando. En la lista incluyó al sector automotor, el campo y las compañías productoras de alimentos.
El Banco Central también flexibilizó algunas reglas de acceso al mercado para algunos sectores puntuales, reduciendo la obligación de financiar embarques de 180 días a 60 días. Pero, por ahora, las empresas aseguran que el torniquete importador continúa.
Aunque Silvina Batakis lo subestima, el problema cambiario es mayúsculo. Los cambios en el dólar turista se quedaron a mitad de camino, el dólar oficial está cada vez más atrasado y el Banco Central no logra recuperar reservas
La expectativa del Central es que a partir de agosto mejore el balance cambiario, aunque históricamente arrancan varios meses de “vacas flacas”. Por un lado ya no habrá más necesidad de importar energía y por otro lado se aguarda una mayor liquidación de exportación por parte del campo, lo que eventualmente podría ayudar a un mayor equilibrio.
Un informe de Fundación Mediterránea arrojó que hasta principios de julio, la venta de la cosecha de soja apenas había llegado al 27%, cuando para la misma fecha del año anterior ya se había vendido el 45%.Se trataría del nivel más bajo de los últimos 15 años, lo que obviamente repercute en una menor liquidación de divisas.
El principal motivo para no vender la soja es, una vez más, la expectativa de devaluación, alimentada por una brecha cada vez mayor entre el dólar oficial y los financieros. Además, influyó la menor disponibilidad de gas oil y en general las turbulencias de la economía.
Tampoco ayuda a una mayor liquidación la política de tasas de interés negativas que sostiene el Central, pese a que la propia Batakis aseguró que se iría a un esquema de rendimientos en pesos positivos. Sin embargo, los bancos continúan con tasas que se ubican por debajo de la inflación. Esto significa que los productores prefieren financiarse tomando deuda en pesos con el sistema bancario o a través de instrumentos bursátiles en vez de salir a liquidar dólares.
En medio de la emergencia, el BCRA abrió una ventanilla de liquidez para que los bancos no salgan corriendo de los bonos en pesos. La estrategia dio resultado al menos de corto plazo. En la licitación de letras de la semana pasada, el Tesoro consiguió cerca de $ 135.000 millones aunque tuvo que pagar una tasa de casi 80% anual para colocaciones de corto plazo. Así gana tiempo, pero la bomba monetaria es cada vez más grande. El temor a un posible reperfilamiento sigue latente. Lo más probable es que una fuerte devaluación termine licuando parte de la monumental deuda en moneda local que crearon el Tesoro y el BCRA. La duda en todo caso es cuándo sucederá.
Fragilidad
El escenario es de extrema fragilidad. Es posible que los dólares financieros tengan un descanso en los niveles actuales de $ 300, tras haber subido 40% en un mes y medio. Pero no sería nada para celebrar, porque la inflación se aceleró notablemente, crecen las expectativas de devaluación y el nivel de actividad se ve muy resentido por los problemas para producir y la caída del poder adquisitivo.
La inquietud de los inversores y los empresarios por estos días es hasta dónde podría llegar el deterioro financiero y cambiario. Porque las chances de una mejoría son prácticamente nulas.
¿Existe el riesgo de un estallido cambiario e hiperinflación? Nadie se anima a dar una respuesta contundente. En general, la visión de las consultoras económicas y los bancos es que por ahora no, pero las condiciones se deterioraron con gran rapidez. Hace tres meses se calculaba que la inflación del año rondaría el 60% y ahora la mayoría ya la sitúa arriba del 90%. La escalada está relacionada con un clima negativo, la continua emisión, las peleas dentro del Gobierno, pero en particular una situación endeble del mercado financiero: cada vez hay más pesos pero el Central no logra acumular dólares. En definitiva, nadie está en condiciones de descartar los peores escenarios, ante un deterioro que avanza día a día.
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