Si, como todas las evidencias sugieren, Cristina Kirchner es quien maneja los tiempos de la negociación con el FMI, entonces es esperable una reacción rápida para encaminar lo antes posible el acuerdo. La vicepresidenta está en general dispuesta a casi todo y sin medir consecuencias, salvo cuando se dispara el dólar. Así lo demostró en octubre de 2020: la divisa tocó los $ 190 y se apuró en poner paños fríos a través de una carta, dejando el terreno liberado a Martín Guzmán para encarar un fuerte ajuste fiscal. Ahora el tipo de cambio retomó una muy peligrosa dinámica, que está -una vez más- cerca de descontrolarse. El comportamiento del dólar actuó como un límite, al menos hasta ahora, para las aventuras con fuerte tinte ideológico del kirchnerismo.
Las idas y vueltas de Guzmán para encaminar las negociaciones resultan extremadamente delicadas. Luego de una emisión de más de $ 550.000 millones en diciembre, con reservas líquidas casi nulas y una brecha cambiaria que volvió a niveles de 110%, lo que menos precisa la Argentina es agregarle un componente de altísima incertidumbre por la falta de un acuerdo con el FMI. Pero es lo que está sucediendo.
En los próximos días se sabrá realmente hasta dónde está dispuesto el Gobierno a tensar la cuerda con el FMI, en un escenario de altísimo riesgo. La situación es hoy objetivamente peor que la de octubre de 2020 porque el Banco Central está al borde de quedarse sin reservas líquidas para defender el tipo de cambio oficial. Las pocas que quedan serían para pagar los vencimientos con el propio Fondo por USD 1.100 millones en la próxima semana, más algunas esporádicas intervenciones en el mercado “único y libre” de cambios. Si el Gobierno decidiera ahorrarse esos dólares por la falta de un acuerdo, entonces la Argentina caería automáticamente en default con el organismo, provocando una estampida feroz de los inversores mucho antes de lo imaginado. Lo sucedido en las últimas jornadas resultó una suerte de “muestra gratis” sobre la reacción que podría tener el mercado en caso de un incumplimiento.
Históricamente, Cristina Kirchner reacciona y cede cuando el tipo de cambio se dispara. Así sucedió en octubre de 2020, cuando la brecha cambiaria había superado el 130% y amenazaba con espiralizarse. La incógnita es si la vicepresidenta se hará cargo u optará por despegarse de Alberto Fernández y su ministro de Economía
Si no hay urgentes señales por parte del Gobierno, el horizonte más probable es el siguiente: en primer lugar, un fuerte aumento adicional de los distintos dólares financieros (el libre y el “contado con liquidación” rozaron los $ 220 el viernes). Y al mismo tiempo un endurecimiento aún mayor del cepo cambiario, reduciendo al mínimo la compra para importaciones y para el pago de deuda del sector privado.
Más aumento de la brecha o reducción del volumen de importaciones provocarán una recaída de la economía en recesión y un fortísimo salto inflacionario, muy por arriba del 3,8% de diciembre.
En parte el daño está hecho. La suba del dólar y la brecha cambiaria no es gratuita y pasará factura en el corto plazo. Además, en estas últimas semanas quedó más que claro que no hay vocación alguna por parte del Gobierno de diseñar un programa económico serio y que recupere niveles de confianza aceptables.
¿Cuál será en esta ocasión el umbral que asuste a Cristina en relación al precio del dólar y la brecha cambiaria? Todo indica que podría estar bastante cerca, si las cosas se ponen todavía más difíciles la semana que viene. Y nada indica que el mercado cambiario se tranquilizará de la noche a la mañana.
Lo que no queda claro, sin embargo, es hasta qué punto la vicepresidenta se hace cargo de los problemas que enfrenta el Gobierno, o más bien lo mira desde afuera y busca despegarse. Cristina Kirchner ya hace tiempo le viene marcando públicamente a Alberto Fernández sus errores, además de criticar con dureza la deuda millonaria que dejó Mauricio Macri con el FMI. No sería raro que busque tomar distancia una vez más de un eventual estallido económico y cambiario. Ya lo hizo hace pocos meses, cuando en una carta pública tras la dura derrota del Gobierno en las PASO salió a disparar contra Guzmán y otros miembros del gobierno, haciéndolos responsables del resultado.
Con una brecha cambiaria del 110%, $ 550.000 millones emitidos en diciembre y el riesgo país arriba de los 1.900 puntos, le peor que podría ocurrir es la incertidumbre en relación a un posible acuerdo con el FMI. Pero es lo que sucediendo
Para colmo, a la elevada inquietud local se agrega un contexto internacional mucho más complicado. Los mercados financieros sufrieron fuertes bajas desde el arranque del año y hay una búsqueda de activos más seguros. Los bonos argentinos tuvieron un doble impacto: la falta de rumbo del gobierno y la suba de tasas en EEUU, que deja atrás el clima de “dinero gratis” que dominó a Wall Street en los últimos años.
Termómetro
El riesgo país superó los 1.900 puntos básicos y todo indica que quedó en un punto de “no retorno”. Aún en el caso de que finalmente se avance con el Fondo difícilmente los bonos tengan una recuperación significativa.
Pocos creyeron la excusa del propio ministro de Economía cuando explicó que hay diferencias por el sendero fiscal a encarar. Sin financiamiento externo, con pocas opciones para obtener crédito local y con el único recurso de la emisión monetaria, es lo más lógico que el FMI pida un camino creíble hacia el equilibrio de las cuentas públicas. Es lo que también el Gobierno debería buscar aun sin programa formal con el organismo. Pero Guzmán sigue argumentando que precisa “más tiempo” para llegar a un entendimiento, a pesar que hace ya más de dos años que viene llevando adelante las conversaciones.
Los aspectos geopolíticos tampoco aportan tranquilidad. La visita a Washington del canciller Santiago Cafiero y el discreto respaldo del secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken. El funcionario estadounidense sugiere al Gobierno que alcance un acuerdo con el FMI “para retomar la senda de crecimiento”. Es decir que incluso el gobierno estadounidense considera que el aumento del 10% del PBI que mostró la Argentina el año pasado fue un rebote antes que el retorno a un camino de crecimiento.
El Gobierno norteamericano expresó con claridad esta semana que el gobierno argentino debe encauzar las negociaciones con el FMI para contar con su apoyo. La visita de Alberto Fernández a Rusia en medio del conflicto con Ucrania no será fácil de explicar desde el punto de vista diplomático
No será sencillo, además, justificar el viaje del Presidente a entrevistarse con Vladimir Putin en un momento de máximo tensión entre Rusia y Ucrania. Será una fuerte señal negativa para EEUU , teniendo en cuenta que Joseph Biden advirtió sobre posibles represalias en caso de una invasión rusa.
Se viene otra semana fuerte. En primer lugar, el Gobierno tendrá que definir si paga un nuevo vencimiento de USD 730 millones al FMI con los últimos Derechos Especiales de Giro (DEG), pese a no estar cerrado el acuerdo. Pero sobre todo habrá que seguir de cerca la evolución del dólar y si el riesgo de una nueva estampida acelera o no la búsqueda de un entendimiento con el Fondo.
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