El dólar se disparó en todas sus variantes y no fue una sorpresa. Más allá de que el Gobierno sigue sin emitir señales que tranquilicen a los inversores sobre la negociación con el FMI, se conoció que la Unidad de Información Financiera (UIF) impuso una nueva condición para comprar dólares financieros. Ahora los bancos, agentes de bolsa y aseguradoras, entre otros, deberán pedirles documentación tributaria a los compradores de dólares. La decisión resulta engorrosa para el comprador, que no quiere dar más datos personales y sabe que se trata del comienzo de una interminable presentación de documentos que le complicarán la vida a él y a su contador. Esto es la Argentina y los inversores saben que los cepos se presentan con anestesia.
Lo único que logró la medida es encarecer los dólares porque el dato clave que tiene el mercado es que a fin de marzo no habrá más divisas para pagar la deuda ni importaciones si no hay acuerdo con el organismo multilateral. Y la única protección contra ese futuro es hacerse de dólares.
Pero también saben que en estas últimas tres ruedas el Banco Central vendió USD 140 millones -ayer vendió USD 30 millones- para satisfacer las importaciones, básicamente las de energía. Gas, combustibles y petróleo se llevaron el año pasado alrededor de USD 10.000 millones y la crisis que desató el subsidio de tarifas hizo que en enero se aceleraran esas importaciones ante los cortes de energía.
Esta ecuación de pago de deuda, incertidumbre, cepos e importación de energía es la que marca el camino. La otra certeza que tiene el mercado, además de las fechas de vencimiento de la deuda, es que el ingreso de divisas de este año con el campo afectado por una sequía puede mermar en alrededor de USD 5.000 millones las ventas al exterior.
Con estos datos, no hacen falta más explicaciones para entender porque ayer el “blue” subió $ 1 al récord de $ 214 con una considerable cantidad de oferta y de compra. La oferta está alimentada por el atraso del dólar MEP, que en la rueda de ayer se solucionó porque esta divisa que se negocia contra bonos AL30 y GD30, subió $ 5,90 a $ 212,32. Al ser más estrecha la distancia con el “blue” esta operación, denominada “puré” se extingue. Las ventajas están a la vista: comprar dólar MEP no tiene el problema de la marginalidad del dólar libre, pero la resolución de la Unidad de Información Financiera (UIF) de pedir declaraciones juradas a todos los compradores de dólares financieros va a aumentar la incertidumbre y a volcar más clientes al “blue”. El contado con liquidación también dio su salto y aumentó $ 4,04 a $ 214,31.
Los bonos AL30D y GD30D, que se utilizan para las operaciones de dólares financieros, cayeron 2,05% y 1,25%, respectivamente. Sus paridades están por debajo de 30% y siguen en los límites de los precios de default. Estos bonos perdieron 45% de su valor desde que en agosto de 2020 se salió del default.
La baja de los títulos de la deuda fue generalizada e hizo que el riesgo país suba 17 unidades (+0,9%) a 1.890 puntos básicos. De nuevo, el riesgo se acerca al récord de noviembre pasado.
La Bolsa, a contramano del mundo, tuvo un día de alzas. Con negocios por $ 859 millones, el S&P Merval aumentó 1,9%. Telecom (+5,46%) y BBVA (+4,46%) fueron los papeles más destacados.
Los ADR’s -certificados de tenencias de acciones y de indicadores que cotizan en las Bolsas de Nueva York- tuvieron otro día de elevados negocios al operar $ 5.050 millones. Los EFT más demandados, fueron los de peor comportamiento. Los tres índices de las Bolsas de Nueva York (Dow Jones, S&P 500 y Nasdaq) perdieron entre 0,9% y 1,3%. Los EFT del sector financiero cayeron 0,6% y los de energía, 1%. Brasil dio una modesta alegría a sus seguidores al subir el indicador que cubre 85% de las acciones que cotizan en la Bolsa de San Pablo, 0,6%.
La rueda de hoy tendrá de nuevo como protagonista al dólar y a un Banco Central que no puede intervenir para calmarlo porque no tiene divisas, por lo que acude a otros organismos para que creen nuevos cepos. Es una lucha desigual y desequilibra todos los planes para 2022. El tiempo que despilfarró el gobierno en preparar un plan económico y negociar con el FMI, le está pasando una factura elevada que, en principio, se verá reflejada en la elevada inflación de enero.
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