Agosto termina con algunos datos favorables en materia de precios y con otros que no lo son tanto. Según las proyecciones de distintas consultoras privadas, la inflación se habría ubicado en un estimado de 2,7%, perforando el piso de 3% por primera vez en diez meses. Se trata de la quinta caída consecutiva desde el pico de 4,8% de marzo, pero a su vez está en duda que el proceso pueda sostenerse de acá en adelante.
El mes estuvo en realidad partido en dos. En la primera quincena la inflación semana se ubicó en 0,6%, pero luego saltó hasta 1,1% en la cuarta semana. En el promedio, las proyecciones miden 2,7%, pero ya anticipan un fuerte arrastre para septiembre. Por otra parte, nuevamente los alimentos se habrían ubicado por encima de la inflación promedio, en alrededor de 3,2% por la suba en panificados, bebidas y carne, que en julio había mostrado un comportamiento estable.
Esta aceleración de precios en la segunda parte del mes complica el panorama para septiembre, por lo que no sería extraño que se rompa la racha bajista. Por otra parte, el dato de inflación de agosto se conocerá el 14 de septiembre, es decir dos días después de las PASO, por lo que el Gobierno tampoco podrá sacarle demasiado rédito electoral.
La desaceleración inflacionaria, que en agosto cumplió su quinto mes consecutivo, corre serios riesgos de haber tocado un piso. La segunda parte del mes mostró una importante aumento especialmente en alimentos. Además, la fuerte emisión también presagia más inflación futura
Un informe para inversores elaborado por TPCG advirtió que “las variables que jugaban a favor de un proceso de desaceleración inflacionaria en el segundo semestre se están diluyendo”. En ese contexto entra la brecha cambiaria, que volvió a niveles del 85% y claramente no contribuyó para anclar las expectativas. Por otra parte, la estrategia de planchar el tipo de cambio también tuvo algún resultado para aplacar los precios, pero el mercado descuenta que luego de las elecciones habrá un reacomodamiento significativo. En otras palabras, será imposible mantener el actual ritmo de deslizamiento del dólar oficial de apenas 1% mensual, contra una inflación que promedia el 3%.
Por otra parte, la baja de la inflación coincide con el mes de mayor emisión monetaria en lo que va del año, ya que el Central transfirió $ 160.000 millones al Tesoro. Ocurre que la política monetaria tiene un rezago y tarda algunos meses en impactar en los precios. En otras palabras, la actual desaceleración inflacionaria está más relacionada con la mínima emisión de la primera parte del año. El actual ritmo de expansión, que multiplica por diez el de los primeros meses del 2021, empezaría a pegar en los precios más cerca de fin de año.
Los cálculos de economistas privados indican que para diciembre o enero la inflación podría volver a niveles de 4% mensual. Pero además en 2022 impactaría una aceleración en la suba del tipo de cambio oficial y la necesidad de salir del congelamiento tarifario, teniendo en cuenta que los subsidios económicos tuvieron una suba sustancial a lo largo del año.
El acuerdo con el FMI que se firmaría antes de que termine el primer trimestre del año próximo tendrá como un elemento clave la estrategia para combatir la inflación. Pero para el staff del organismo la fórmula es siempre la misma, es decir reducir gradualmente el déficit fiscal para bajar la necesidad de emisión monetaria.
El año terminará con un rojo en las cuentas primarias del orden de 3,5% de PBI y el Central tendrá que emitir sólo en la segunda mitad del año alrededor de un billón de pesos para hacer frente al agujero fiscal.
Para colmo, el Tesoro tuvo problemas en las últimas licitaciones para refinanciar los vencimientos de deuda de corto plazo, lo cual generaría la necesidad de todavía más auxilio por parte del Banco Central en los próximos meses.
SEGUIR LEYENDO