El campo advierte que un alimento puede aumentar más de diez veces entre lo que recibe el productor y la góndola

Así lo afirma un informe de la Federación Agraria Argentina. En el caso de la cebolla, el productor recibe $ 5 por kilo, mientras que en los supermercados se vende a casi $ 90

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Un informe de Federación Agraria
Un informe de Federación Agraria advirtió sobre el aumento de la brecha de precios entre lo que recibe el productor y paga el consumidor por los alimentos.

La suba del precio de los alimentos es una problemática que repetidas veces en lo que va del año ocupó la agenda nacional y fue parte central del debate público, en un contexto inflacionario que no cede y una caída del poder adquisitivo de los ciudadanos que viene en constante retracción desde 2018. Sin embargo, muchas veces esa discusión no se volcó a encontrar una solución, sino más bien con el fin de dar con el supuesto culpable y el sector agropecuario fue uno de los principales apuntados, en especial, por parte del Gobierno nacional.

No obstante, el campo desmintió en repetidas veces esta acusación y afirma, de manera categórica, que no es un formador de precios. Esta vez fue la Federación Agraria Argentina (FAA) la que se encargó de demostrar la marcada diferencia en los precios recibidos por los productores de los que se exhiben en góndola, que puede llegar a ser 10 veces superiores. Asimismo, puso en comparación cuánto se puede adquirir de cada producto con $ 1.000 comprando al valor pagado en tranquera y al que se establece para el consumidor final.

El caso más emblemático es el de la cebolla. Según el informe, el productor recibe $ 5 por kilo, mientras que los supermercados la venden a $ 89,90. Esta diferencia sideral toma más fuerza si se entiende que con $ 1.000 se puede comprar 200 kilos de cebolla al productor, mientras que si se toma el precio al público, solo se adquiere poco más de 11 kilos. Otro ejemplo muy relevante es el de la manzana roja: en tranquera se paga $ 25 por kilo y en una góndola se consigue a $ 200. Esto significa que con $ 1.000 se puede comprar 40 kilos al precio que recibe el productor o 5 kilos en un supermercado.

Otras diferencias notables se pueden ver en la pera Williams donde el productor recibe $ 20 por kilo y en el supermercado se vende a $ 159 o el arroz, donde al agricultor percibe $ 25 por kilo y en góndola el valor alcanza los $ 156,90. En la papa, el precio casi se triplica de los $ 20 en tranquera a los $69 al consumidor, lo mismo que en la leche, que pasa de $ 30 a $ 81,75 por litro. “Claramente, las cifras son contundentes y demuestran que no sólo no somos formadores de precios, sino que los productores somos los más castigados por la inflación, en un contexto donde producimos especialmente para el mercado interno”, indicó el trabajo.

El presidente de FAA, Carlos Achetoni, indicó a Infobae que si bien la parte de la cadena que sirve de intermediaria “tiene que ganar para vivir, no se entiende o comparte de que haya una distorsión de precios, donde claramente, termina teniendo escasa o nula rentabilidad el productor, paga mucho el consumidor o hasta se ve privado de adquirir el producto y en los eslabones intermedios de la comercialización o los mayoristas se quedan con gran parte de la rentabilidad”.

Detalle de los precios. (Federación
Detalle de los precios. (Federación Agraria Argentina)

Para el dirigente federado, “hay una distorsión porque tiene una condición un tanto monopólica y de posición dominante (la intermediación) con la cual concentran la compra de un producto y también concentran la venta, con lo cual tienen la posibilidad de tomar una decisión distinta. Y es diferente lo que sucede, por ejemplo y por eso siempre lo defendemos, de que no se desacoplen los precios internacionales que tienen pizarra y pedimos que haya un precio referencial para las distintas producciones, de manera que tanto el consumidor sepa cuánto vale un producto y no abusen y que el productor sepa cuánto está cotizando para que se pague algo más ajustado a la realidad”.

Formador de precios

Más allá de las acusaciones del Gobierno nacional apuntando al sector agropecuario como un formador nato de precios y, en cierta manera, culpándolo de la inflación de los alimentos, Achetoni entiende que hay una “situación cultural” que hace que los consumidores asocien el valor que paga por los productos directamente con el sector agropecuario, soslayando los demás eslabones en la cadena o hasta el mismo Estado a través de los impuestos que tienen que ver con la construcción del precio de dicha mercadería.

“Cuando una persona está poniendo en la bolsa o en una canasta unos tomates o un durazno o cualquier producto alimenticio, lo relaciona directamente con quien lo produce y no se configura en todos los eslabones que van componiendo el precio final que está recibiendo y que en realidad, también, la composición impositiva tiene un gran componente en esa imposibilidad de acceder a los alimentos y llega a ser del 30% en todos los casos del precio final, sostuvo el dirigente.

Y concluyó: “Al momento de analizar esa participación es igual o superior al componente del productor. Por eso tratamos de graficarlo de esta manera para que la gente entienda que trabajamos para poder subsistir pero no es que nos estemos quedando con una gran rentabilidad haciendo que el consumidor se vea privado o tenga una adquisición deficiente de los productos que necesita”.

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