El sector cárnico sigue sufriendo las restricciones a la exportación de carne vacuna que impuso el Gobierno nacional para bajar los precios internos, con muy pobres resultados, más aún si se comparan con los daños a la totalidad de la cadena y, en particular, a los productores. El perjuicio es aún mayor si se tienen en cuenta las oportunidades perdidas.
Según un informe del director de la consultora Conocimiento Ganadero, Fernando Canosa, para la Fundación Producir Conservando, el contexto internacional, y también el interno, en especial en lo tocante a producción, brindan “una inédita oportunidad” a la carne argentina. La alta demanda del sudeste asiático y de China, por sobre el ritmo de la oferta y con la mesa de los argentinos abastecida y un aumento de la productividad del sector nacional, son un marco inmejorable para la actividad.
Canosa subrayó la voracidad de los mercados asiáticos, incluido el chino, que absorbe casi el 80% de las exportaciones de carne vacuna del país. “Más allá de Argentina, hay una muy buena situación en general en la demanda mundial. La producción va por la escalera y el consumo por el ascensor. Esto se da más allá de la coyuntura y la pandemia: el crecimiento económico mundial genera una demanda creciente de proteína animal, en especial de carne vacuna”.
“Esto pasa porque los intervalos entre generaciones en la ganadería vacuna, que significa entre que uno toma la decisión (de producir) y llega el bife a la góndola, pasan entre tres y cuatro años y el incremento de la oferta nunca llega a equiparar el crecimiento económico que se da en ese lapso. Por eso es que hay una demanda estructural insatisfecha, cuestión que no pasa ni con la carne de pollo ni de cerdo”, señaló Canosa, quien también destacó el aumento del valor de la carne en los últimos 20 años. “Esto ya no depende de nosotros, sino del crecimiento del Sudeste Asiático. Hay 40 millones de chinos al año que cambian sus hábitos de consumo porque tienen más dinero”, dijo.
Según el especialista, en los últimos 20 años se produjeron dos situaciones que explican este contexto favorable para cualquier país productor y exportador de carne vacuna. En ese período, la demanda mundial creció 80% y la producción un 20%. El gran responsable fue China, que pasó de importar volúmenes menores a 200.000 toneladas en 2012 a 3,1 millones en la actualidad. Si el mundo sigue creciendo al actual ritmo, dice Canosa, “no hay espacio para producir mayor cantidad de carne vacuna. Y uno está frente a un producto con un techo de oferta y una demanda que sigue creciendo”.
La oportunidad y las restricciones
Ante este contexto, donde se tiene previsto que la demanda se siga expandiendo, Argentina tuvo una reacción remarcable, ya que no solo pudo mantener ampliamente abastecido el consumo interno, sino que también, en pocos años, tuvo un salto exponencial en los despachos al exterior, respondiendo no solo a mejores condiciones internas, con la desregulación a la exportación, sino que dando respuesta a la demanda mundial.
“En esta situación, Argentina respondió fenomenalmente. Cuando uno ve que en los últimos 10 años pasamos de exportar 180.000 toneladas a más de 900.000 toneladas, nos damos cuenta que no hubo ningún producto que haya respondido tan rápido a los cambios económicos que hubo. Asimismo, en los últimos años 14 millones de hectáreas dejaron de ser ganaderas y pasaron a ser agrícolas, pero, al mismo tiempo, se produjo más carne pasando de 2,5 a 3,1 millones de toneladas. Esto implicó un aumento del más del 40% de la producción de carne por hectárea, lo cual es un fenómeno importante”, puntualizó.
Básicamente, esto significa que a pesar de tener una menor superficie para producir, se consiguió obtener más carne para abastecer el mercado interno y el externo. Por ejemplo, al analizar el consumo total de proteína animal por habitante, Argentina se encuentra en el podio (110 kg), por detrás de los Estados Unidos (120 kg) y delante de Australia (106 kg). Si analizamos solo el consumo de carne vacuna, nuestro país entre los primeros del mundo muy cerca de Uruguay, con 50 kg. “La mesa de los argentinos está perfectamente abastecida de proteína animal”, aseguró el especialista.
En cuanto al segundo aspecto, referido a la disponibilidad de área para la ganadería bovina, el trabajo realizado por Canosa enfatizó que el “uso de la tierra en la Argentina viene sufriendo un cambio muy importante en cuanto al paso de superficie ganadera a agrícola. Esto trae un aumento de la productividad por hectárea del 37%; 1,8% año/ha, es la tasa de crecimiento de la producción de carne nacional por unidad de superficie. Hemos pasado de una producción por hectárea ganadera de 32 kg a 43 kg”.
Es por esto que Canosa consideró que “lamentablemente las medidas de cierre o cuotificación de las exportaciones de carne cortan un ciclo virtuoso que favorecía al país promoviendo una mayor productividad del rodeo nacional, de la competitividad del sector en cuanto al uso de la tierra y del desarrollo de otras carnes como aves, porcinos y ovinos”.
De más está decir que se le pone un freno a la generación de trabajo y de ingreso de divisas para el país, algo no deseado teniendo en cuenta los altos niveles de pobreza, la falta de trabajo genuino y de divisas por exportación en una balanza comercial como la de la carne bovina, totalmente positiva.
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