En medio de las constantes críticas hacia el sector agropecuario por la emisión de gases de efecto invernadero, un estudio demostró que la carne bovina argentina genera emisiones por debajo de los valores internacionales. La investigación encabezada por organismos públicos demostró que la carne producida en sistemas extensivos de cría a campo, combinados con sistemas intensivos de recría y engorde, son menores a las registradas por los estándares internacionales.
El dato se desprende de un estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Argentina (INTA) junto con el Instituto de Tecnología Industrial (INTI) y la empresa Tigonbú, donde aseguran que la clave está en el manejo sustentable de las dietas de los animales. De acuerdo con el informe, las huellas ambientales no sólo transparentan la información sobre el impacto de los sistemas productivos, sino que también detectan oportunidades de mejora de la eficiencia, que posteriormente pueden ser aprovechadas con herramientas que busquen conservar y mejorar el capital natural, optimizar el uso de los recursos y minimizar los riesgos del sistema.
En los últimos años, se ha apuntado al sector agroganadero como uno de los causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero. En ese sentido, en 2019, la FAO estimó que la ganadería produce un 14,5% de los gases de efecto invernadero de las actividades humanas a escala mundial, a través de un informe de evaluación en la que se comparó a la actividad junto a otras industrias, como la automotriz.
No obstante, el estudio que lideró la empresa ganadera Tigonbú junto a los organismos nacionales se enfocó en un sistema con cría a campo en pasturas naturales e implantadas y recría más engorde en feedlot para tres categorías de animales: macho liviano, hembra y macho pesado. En él aseguran que la hembra es la que mayor huella presenta, en tanto, se requieren más días de recría y engorde para alcanzar el mismo peso de venta que los machos y eso implica mayor cantidad de recursos de alimento, y más días emitiendo metano.
“Los puntos críticos de impacto se encuentran en la producción primaria, notoriamente en la emisión de metano por fermentación entérica que representa entre el 62% y el 64% del impacto total”, dijo Rodolfo Bongiovanni, especialista en análisis de huellas ambientales del INTA Manfredi. El experto especificó que dentro de este punto aparecen con mayor valor las emisiones de la vaca madre, seguidas de las emisiones del propio animal de engorde y finalmente el aporte del toro, que “es mínimo”.
En el documento se señala que también están las emisiones derivadas de la gestión del estiércol, que ocurren principalmente en la recría, donde la acumulación de excretas en lagunas anaeróbicas genera emisiones de metano y óxido nitroso que representan el 11 % y el 15 % del impacto total. Dentro de los puntos a destacar del sistema productivo que fue analizado, según comentó Bongiovanni, se encuentran las menores emisiones relativas provocadas en la recría a corral y el engorde en feedlot, con alimentación a base de granos, silo de maíz y burlanda, que tienen factores de emisión de metano inferiores a animales alimentados con pasturas.
Alimentos de la recría y engorde
“En tercer orden de importancia aparecen las emisiones en la producción de los alimentos de la recría y el engorde (maíz grano, burlanda y maíz picado ensilado), que suman entre un 12 % y un 15 % del total; y, en cuarto lugar, las pasturas implantadas que representan un 4 % debido a que implican uso de insumos, como agroquímicos y combustibles”, agregó Leticia Tuninetti, especialista en análisis de ciclo de vida del INTI y autora junto a Bongiovanni del estudio.
En un informe del Mercado Ganadero Rosgan de la Bolsa de Comercio de Rosario, que fue publicado el año pasado, se indica que “la Argentina sigue siendo el país que más logra maximizar esos créditos de carbono favorecida por un sistema de producción mayormente pastoril: así, en el balance general, Argentina tendría una relación secuestro/emisión de 6,7 mientras que los restantes países se ubican en un nivel del 1,1 y 2,1”. El país cuenta con el potencial necesario para adoptar acciones para “mitigar” el impacto negativo que provoca la emisión de gases de efecto invernadero.
“Si bien los valores encontrados son similares a los valores internacionales publicados por algunas bases de datos para la producción de carne en feedlot, siguiendo los mismos métodos y protocolos adoptados internacionalmente, los resultados están considerablemente por debajo de los estudios que muestran resultados para producción de carne en sistemas extensivos a campo”, destacó Tuninetti.
En el análisis de la huella de carbono que dejan los sistemas mixtos de producción de carne en la zona semiárida central de Argentina, las emisiones generadas por el alimento burlanda y la vinaza que se suministra a los animales, son bajas por tratarse de subproductos de la producción de etanol, especifica el estudio. “No hay emisiones por gestión del estiércol en el feedlot, ya que las excretas se utilizan como insumo del biodigestor. Tanto el consumo de subproductos de baja huella de carbono, provenientes de la destilería de etanol, como la ausencia de emisiones por manejo de efluentes durante la etapa de engorde, explican la menor huella de carbono comparativa de este sistema productivo y refuerza los objetivos de la economía circular”, explicó Bongiovanni.
Por otro lado, aclaró que ni la actividad agrícola ni la ganadera están exceptuadas de emitir gases de efecto invernadero, pero sí pueden disminuirlas con un manejo sustentable de las dietas. “Entre los puntos que generan altos impactos ambientales se encuentra la gestión del estiércol en la etapa de recría, debido a que la utilización de lagunas anaeróbicas genera altas emisiones de metano y óxido nitroso”, concluyó.
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