La decisión del Gobierno nacional de prohibir temporalmente las exportaciones de carne vacuna y luego limitarlas a la mitad de lo que se embarcó en el segundo semestre del año pasado no solo traerá consecuencias en la economía interna del país -que, según indica la evidencia histórica, consisten en menor producción, freno a las inversiones, inestabilidad laboral y caída en el ingreso de los productores- sino también en el ámbito externo, donde los costos autoinflingidos también serán considerables.
En el comercio internacional se deben tener en cuenta muchas variables. Los agentes deben estar atentos a los cambios geopolíticos y económicos, estar atento a las puertas que se puedan abrir y también tomar riesgos para crear esas oportunidades. Es un escenario dinámico, en constante movimiento.
Más allá de esta descripción, para ingresar en los negocios globales una empresa o un país deben contar con ciertas características fundamentales, virtudes necesarias para participar y convertirse en proveedor: se debe ser confiable, creíble y previsible, reputaciones que se construyen con tiempo y constancia pero se destruyen en un abrir y cerrar de ojos.
Argentina es un país reincidente y consagrado en utilizar instrumentos y métodos que se sabe que no van a funcionar: si suben los precios internos, cierra las exportaciones; si no le cierran las cuentas emite o se sobreendeuda. Es un círculo vicioso de hace décadas. Sus idas y venidas en los mercados mundiales lo marcan como proveedor poco confiable y la imposibilidad de afrontar sus deudas lo volvieron un defaulteador serial.
El caso de la carne es curioso, no solo porque se volvieron a aplicar las mismas herramientas que se utilizaron en 2006, sino porque conociendo los resultados de aquella experiencia (reducción del rodeo en 10 millones de cabezas, caída del podio al puesto 15 en el ranking de exportadores, cierre de fábricas, pérdidas de puestos laborales y suba en los precios) las medidas se vuelven a implementar con el convencimiento, al menos electoral, de que funcionarán.
Infobae consultó a especialistas respecto a las consecuencias que puede tener para nuestro país en el ámbito externo la decisión tomada por el Gobierno nacional y las coincidencias no fueron alentadoras: potencial pérdida de mercados, destrucción de la confianza, oportunidades dejada de lado y una reinserción que costará cara.
Confianza
Como se dijo anteriormente, ser confiable, tener credibilidad y dar previsibilidad, en el mundo de los negocios, es todo. No solamente son adjetivaciones loables, sino que, por sobre todas las cosas, estas características significan, básicamente, dinero. O sea, si un país o una empresa pierde estas virtudes, pierde dólares.
En diálogo con este medio, el analista económico internacional, Marcelo Elizondo, sostuvo que con las medidas adoptadas por el Gobierno, “existe el riesgo de que Argentina pierda mercados. La prueba está en que cuando hace 15 años se prohibieron las exportaciones de carne, perdió muchísimos lugares en los mercados, porque, claramente, los clientes eligen otro proveedor. Tenemos el testimonio de la embajadora de Israel, Galit Ronen, que dijo que si no le proveemos carne, la buscarán en otros lugares”.
Para Elizondo “un exportador no tiene una relación con su cliente en términos esporádicos, sino que es una relación sucesiva, basada en la confianza, en la predictibilidad. Por lo tanto, aunque uno tenga un buen producto, pero deja de ser confiable para un cliente, es probable que se busque otro proveedor”.
“La pérdida de la imagen o la reputación no es un tema de honor o de orgullo, es de valor económico. Argentina queda como un proveedor poco confiable que vuelve a hacerle a sus clientes lo que ya les hizo hace años, que es dejar de venderles por una decisión gubernamental. Eso hace que cuando alguien quiera comprarle algo a la Argentina, lo piense dos veces. Hay una afección en términos de prestigio y reputación que tiene un valor económico y lo peor es que esto no es solo para la carne, sino que afecta la reputación de Argentina como proveedor en general”, sentenció Elizondo.
Disrupción
Hay que dejar algo en claro: Argentina no es un jugador menor en el mercado mundial de carne vacuna. En 2020 ocupó el quinto puesto con 900.000 toneladas exportadas, de las cuales entre el 75% y el 80% tuvo como destino China, al cual le proveíamos un cuarto de la carne que importaba.
La destacada participación a nivel global se dio en un momento muy particular, con la pandemia de coronavirus golpeando a la economía mundial con una fuerza inédita, que replanteó la estructura comercial a nivel internacional y donde el aprovisionamiento de alimentos se volvió clave para gran parte de los países. En este contexto, el Gobierno decidió adoptar una actitud “disruptiva” y salir parcialmente y de manera intempestiva del mercado de carnes.
Así lo indicó la economista jefe en IERAL Litoral de Fundación Mediterránea, Carolina Beltramino: “Venimos de una pandemia, donde con una crisis muy importante en las cadenas de proveedores se dio una dinámica de pensar las cadenas de valor de manera diferente. Hoy están hablando otra vez de la producción o el comercio de cercanía. O sea, se está repensando todo esto y en este contexto, del cual todavía no hemos salido, nosotros planteamos toda una disrupción, una nueva problemática, en lo que es una cadena de valor a nivel mundial”.
“Hasta este momento, nosotros estábamos como quinto exportador mundial de carne a nivel global, pero no solo eso: nosotros abastecemos casi un cuarto de la carne bovina que importa China de manera directa y China es un jugador demasiado definitivo en el mercado. Si Argentina saca del mercado mundial ese 25% que abastece a China, ¿Alguien puede abastecer de manera inmediata? no”, indicó Beltramino, para dar una prueba de la magnitud de la decisión argentina.
En este sentido, explicó que “la carne es un proceso que requiere de cierta cantidad de tiempo para responder a los cambios de la demanda. Brasil hoy no está en condiciones de abastecer de manera inmediata, pero están muy interesados de lo que está sucediendo, porque esto resulta una oportunidad. Eso sí, nosotros estamos perdiendo la oportunidad de meternos en canales comerciales de mayor valor en el gigante asiático”.
Recuperar un mercado “sale caro”
Hoy las empresas exportadoras argentinas, sobre todo las vinculadas a la carne, tienen un problema base de difícil resolución: su retiro de los mercados no depende de su voluntad, sino de una decisión gubernamental, algo que, por el momento, no pueden solucionar. Por lo tanto, la posibilidad de recuperar la confianza de un cliente al que se dejó de abastecer ya no depende de la compañía, sino del Estado y su constante reincidencia.
Abrir un mercado no es fácil: innumerables horas de gestión y negociación; establecimiento de marcos sanitarios; búsqueda y conquista de los clientes; construcción de una relación de confianza. Pero, ¿qué sucede cuando por razones de fuerza mayor deja de proveer a ese cliente? ¿Cómo se reconstruye ese vínculo?
Para el director del Departamento Económico de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Matías Lestani, “abrir un mercado es una punta de lanza, con la cual para entrar necesitas entrar por precio y algunos entran por calidad, pero al país le pesa el mote de un proveedor que no es seguro ni confiable”.
“Para vencer ese mote y que el comprador te dé un cupo, lo que tiene que pasar son dos cosas: o hay una aspiradora como China que hoy le compra a uno, y si ese no le vende va a otro y va tomando por volumen pero compra siempre barato. Ahora, si eso pasa con los cortes de mayor definición y calidad, se empieza a tener otro problema. Si te ‘caes’ del mercado y les decís ‘te voy a vender la mitad’ volver a recuperar esa mitad sale mucho más cara que abrirlo, porque si bien está todo homologado, convencer al cliente de que lo vas a proveer en tiempo y forma pase lo que pase, te condena tu historia”, detalló Lestani.
Y en este sentido, Lestani fue contundente: “Todas estas idas y vueltas se pagan con precio. Si querés entrar te lo van a hacer pagar por precio. Si uno está igual en precio que el resto de los competidores, ¿por qué le convendría comprarte a vos si sabe que en algún momento por cualquier restricción estatal no me vas a poder vender? ¿Qué incentivo tiene el cliente?. Lo único que queda es vender un 20% por debajo del precio de los demás”.
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