Antes de que Alberto Fernández asumiera la presidencia del país había un consenso y una suerte de seguridad entre economistas, analistas y referentes del sector agropecuario de que ante la crisis de deuda que dejó la gestión de Mauricio Macri, el Gobierno nacional no se podía dar el lujo de perder ni el más mínimo dólar que pudiese ingresar al país.
Con la pandemia esa premisa ganó fuerza. Los índices económicos y sociales, ya golpeados, se agravaron con la implementación de la cuarentena, más allá de las asistencias que dispuso el Estado. Se hizo todavía más claro que con el déficit de las cuentas públicas, una moneda inestable y niveles de pobreza siderales, Argentina no podía permitir dejar que se le escapara un solo dólar.
Pero el sentido común en la Argentina suele dejarse de lado. Lo indispensable deja de serlo y la lógica da vueltas tan intrincadas que terminan profundizando un problema en busca de una solución que, de antemano, se sabe que no funciona.
Si bien la inflación en los alimentos es un tema muy preocupante. Encima, la carne subió un 65% en los doce meses hasta abril. Pero la receta de cerrar las exportaciones para hacer bajar el precio ya se comprobó que no funciona y que si se mantiene en el tiempo genera consecuencias graves para el sector ganadero, difíciles de corregir con el correr de los años. Pero sí es seguro, de entrada, que lo que se logra es que no ingresen dólares, algo que puede agravarse con el correr de los días.
En diálogo con Infobae, el economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, sostuvo que con las dos semanas que se llevan de cierre de exportaciones, Argentina perdió el ingreso de USD 120 millones, teniendo en cuenta que en un mes, los despachos promedio del país se ubican en USD 240 millones.
Para tomar dimensión de lo que significa este número, Miazzo dijo que ese monto es equivalente a lo que saldría comprar 12 millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik V o, por ejemplo, si se pasa esos USD 120 millones a pesos, o sea, unos $ 12.000 millones al tipo de cambio oficial, sobraría para solventar la suma que el Estado vuelca mensualmente a la Tarjeta Alimentar, unos 10.604 millones de pesos.
Las consecuencias
Estos números corresponden a los efectos dañinos inmediatos para la cadena cárnica y para el país, sobre todo en lo que respecta al frente externo, restringiendo la entrada de divisas. Pero las consecuencias negativas de mantener el cierre de exportaciones en el corto y mediano plazo pueden ser contundentes y difíciles de recuperar.
“Para el sector, un cierre de exportaciones es muy dañino porque Argentina está exportando casi un 30% de lo que produce y, si bien quedaron afuera del cierre cuotas como la Hilton, éstas representan solo el 8% de las exportaciones totales de 2020. Se está cerrando más del 90% de las exportaciones y cortando una parte muy importante de la demanda a la cadena”, señaló Miazzo.
En lo inmediato, el impacto en los frigoríficos exportadores, más allá de la pérdida de dinero, será en la colocación de la faena con destino el mercado externo. Y si la medida se extiende en el tiempo, los frigoríficos se verán obligados a bajar el ritmo de producción, cuestión que afectará a trabajadores que venían haciendo doble turno por el alto ritmo de producción que había en los establecimientos.
Por el lado del sector productivo, la mayor afectación estará del lado de los precios, los cuales “se van a destruir, en especial los de la vaca”, puntualizó Miazzo. El precio de esta última será lo más distorsionado, ya que “es lo principal que iba a China y eso afecta principalmente a los tambos y a los criadores, porque el que las va sacando son los criadores, no los feedlots. Ahora esa vaca va a pasar a no valer nada, porque en el mercado interno tampoco lo vale”, dijo el experto.
Estas medidas y señales mellan la confianza del productor y construyen un escenario de incertidumbre que golpea, en primer lugar, a la inversión: “Así, la producción empieza, de un día para otro, a decrecer, porque nadie piensa en crecer, si no en reducirse, para no ser golpeado con todas estas medidas”. Cabe recordar que las medidas restrictivas que impulsó el kirchnerismo entre 2006 y 2010 provocaron una caída de 10 millones de cabezas del stock ganadero y un desplome del 65% en las exportaciones.
Ahora bien, si este cierre, planteado por el Gobierno nacional como temporal y que solo durará 30 días, trasciende ese plazo, el panorama para la actividad se proyecta mucho más sombrío: “Si va más allá, están en juego unos USD 2.400 millones anuales, sin contar las cuotas anuales en exportaciones y cerca de 100.000 puestos de trabajo relacionados al sector exportador, que van desde el productor, el engordador, los frigoríficos y la logística”, sentenció Miazzo.
La imagen
Por supuesto que la imagen de Argentina como un país confiable a la hora de la provisión de alimentos en el mercado mundial queda tocada, sobre todo si se plantea tamaña incertidumbre en nuestro “caballito de batalla”, por lo que somos conocidos en el mundo aparte de Messi y Maradona. Nuestro producto estrella, de calidad inigualable. El país tiene tanto la fama de tener la mejor carne del mundo como la de ser imprevisible.
“Esto le genera un daño a la imagen comercial del país, más cuando somos reincidentes, porque si esta fuera la primera vez que la Argentina lo hace, por un tema en particular, vaya y pase. Pero venimos de cierres de 9 años en los cuales hubo interrupciones y tras cinco años volvieron. Esto hace que Argentina es alguien en quien no se puede confiar en lo que respecta a carnes”, sostuvo Miazzo.
Es algo insólito en los mercados mundiales. “Jamás escuche que un país exportador de carne cierre las exportaciones. Eso no existe. Al contrario, tratan de promover las exportaciones, pelear y abrir mercados. Eso trata de hacer un país lógico”, concluyó Miazzo.
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