Aunque la medición del Indec se conocerá recién el jueves 13 de mayo, el consenso del mercado estimó que la inflación de abril cerró cerca del 4% y acumula más de 17 puntos porcentuales en el primer cuatrimestre del año, volviendo incumplible la meta oficial del 29% incluida en el Presupuesto 2021 elaborado por el ministerio de Economía que encabeza Martín Guzmán.
Economistas consultados por Infobae coincidieron con Guzmán en que en los próximos meses la inflación amainará, pero no descenderá tan rápido como para satisfacer las metas oficiales presentadas a mediados de septiembre.
“La inflación de abril la tenemos en 3,9%; después empezaría a bajar, pero no va a perforar el 2% mensual este año ni el 3% en los próximos meses. La meta del 29% ya está perdida. El objetivo del Gobierno ahora debería ser que no pase del 40%, pero incluso eso le va a ser difícil, nosotros la vemos por arriba del 40% anual”, dijo Matías Rajnerman de Ecolatina.
Economistas consultados por Infobae coincidieron con Guzmán en que en los próximos meses la inflación amainará, pero no descenderá tan rápido como para satisfacer las metas oficiales
Jorge Neyro, de ACM, estimó la inflación de abril entre 3,8 y 4%, tironeada por la dinámica del precio de los alimentos, que no baja del 4%, a lo que se sumaron el aumento de nafta, subtes, taxis, peajes y prepagas. “La proyección para los próximos meses es de una inflación en descenso, pero no demasiado rápido, con un piso de 2,7% a 3% hacia el tercer trimestre. Muchos ajustes de precios regulados se concentraron en el primer semestre, pero la inflación estaría en 48%/49% aproximadamente”, dijo Neyro a Infobae.
En Abeceb estimaron la inflación de abril en 3,7%, más de un punto inferior al 4,8% de marzo, pero tampoco tienen expectativas de una desaceleración rápida. “Nuestro escenario base asume una inflación mensual promedio en torno a 2,6% entre mayo y diciembre cerrando el año en 43,8% a nivel nacional (entre puntas)”, aunque admiten la posibilidad de que la inflación pueda estirarse hasta el 52 por ciento”.
“Esperamos que la inflación se desacelere, siempre que no haya caídas fuertes de la recaudación y aumentos del gasto que lleven a necesidades de emisión muy grandes”, dijo Soledad Pérez Duhalde, directora de operaciones de la consultora.
Damián di Pace, director de Focus Market, que mide precios de 682 marcas y presentaciones en 70 puntos de venta dijo que en abril la inflación de alimentos promedió 4,5%, con aumentos altos en vinos de baja gama 12,5%, dulce de leche 12,1%, condimentos 8,9%, salchichas 8,6%, mayonesa 8,5%, leche 8,1%, pastas frescas 7,8%, nuggets 7,4% y manteca 7%; y, llamativamente, también algunos retrocesos, como arroz 14,5%, queso rallado 11,4%, harina 5,2%, puré 5,1%, aguas saborizadas gasificadas 2,7%, pañales 2,1%, toallas femeninas 1,9%, cervezas 1,7%, caldos y premezclas 1% de disminución.
“En abril la inflación de alimentos promedió 4,5%, con aumentos altos en vinos de baja gama, dulce de leche y condumetos” (Di Pace)
Aún más llamativo, y dañino para los bolsillos, es que según el relevamiento de Focus Market en los últimos 12 meses los snacks aumentaron 92,2%, los vinos de baja gama 65,2%, las tapas de empanada 63,3%, el aceite 61,7%, los nuggets 47.9%, los jugos líquidos 46,4%, el té 46,3%, las pastas frescas 45,2%, las aguas saborizadas 44,1% y las conservas 43,9 por ciento.
No está claro, además, que los precios de los alimentos empiecen a ceder, pese a la batería de controles y acuerdos que viene tomando el gobierno. La tendencia es más bien errática. Según la consultora Eco Go, aumentaron 2,1% en la primera semana de abril, 0,5% en la segunda, 1,4% en la tercera y 1,1% en la cuarta, acumulando 5,1% en el mes, para promediar un aumento cercano al 50% en los últimos doce meses, algo que sin duda encarece la canasta básica e impacta los niveles de pobreza, que en la próxima medición superarían el 42% del segundo semestre de 2020.
Nueva ola de contagios
La segunda ola de covid-19 tiene efectos ambiguos sobre el nivel de precios. Si las restricciones llevan a una caída fuerte de actividad y fuerzan un esfuerzo fiscal importante de ayuda a los sectores más afectados, pueden llevar a un aumento del déficit fiscal y por ende a más combustible inflacionario. Del otro, el cierre de algunos sectores o actividades también puede acarrear precios “cerrados” (bienes y servicios que se dejan de ofrecer y de consumir) que tira abajo los índices, como sucedió en 2020, durante los meses de más estricta cuarentena.
“Si cerrás comercios a las 16 horas, hay una descompresión inicial pero más compromiso fiscal y el riesgo de una disparada posterior. En definitiva, el mayor riesgo sigue siendo la pérdida del control fiscal y del dólar”, dijo Pérez Duhalde.
Un informe de Abeceb considera a la inflación el “mayor problema económico del gobierno” de cara a las elecciones legislativas y si bien reconoce que “las autoridades han intentado dar algunas pautas que guíen al sector privado e intentar una orientación a la baja” (meta del 29%, devaluación del 24%, paritarias en torno del 30%), la inflación fue impermeable a esas pautas.
El problema, dice el informe, es la falta credibilidad en la “estrategia “antiinflacionaria, potenciada por la incertidumbre que genera la segunda ola de covid-19 (escasez de vacunas, contagios y crecientes restricciones) en la actividad económica”. En suma, “las pautas oficiales no son creíbles y, por lo tanto, no logran convencer al sector privado ni anclar las expectativas”.
Esto es así porque hay dudas de que el Gobierno quiera o pueda reducir el déficit fiscal y la emisión a niveles compatibles con una inflación del 29%, no hay un programa macroeconómico integral de estabilización a mediano plazo, hay reacomodamientos de precios relativos y pisar tarifas y dólar y controlar precios pueden hacer ceder la inflación por un tiempo, pero eleva las expectativas de inflación futura. “Los experimentos fallidos del pasado son prueba contundente de ello”, enfatiza el informe.
Algo parecido resaltó Esteban Domecq. En respuesta a dichos de Guzmán, quien atribuyó la inflación a la voracidad de las empresas y a los pronósticos exagerados de las consultoras, el director de Invecq precisó que la inflación argentina pasó del 23% anualizado en el segundo trimestre de 2020 al 62,4% en el primer trimestre 2021 y “viaja a niveles similares a los del peor momento del 2018 y 2019, con una diferencia fundamental: esta aceleración se dio sin salto discreto del tipo de cambio. El programa está sin ancla”.
“La inflación argentina pasó del 23% anualizado en el segundo trimestre de 2020 al 62,4% en el primer trimestre 2021″ (Domecq)
También se puso a revisar anclas la consultora de Gabriel Rubinstein, que en su último informe corrigió al alza, al 42%, su proyección de inflación 2021. “Como la oferta de base (por razones, fiscales, cambiarias y por intereses de Leliq y Pases) es mucho mayor (…) se requiere una absorción importante de Leliq que estimamos sería del orden de los $2,24 billones. Este nivel de absorción con Leliqs+Pases llevaría la relación de estas en términos del PIB a valores similares a los máximos de la administración de Mauricio Macri, pero sin la contrapartida del stock de Reservas que se acumulaba entonces y volviendo a niveles como los que se observaban en el final del mandato de Cristina”, sostiene un pasaje. Lo que resulta en una convergencia morosa entre el ritmo del dólar y el de los precios.
Mientras tanto, los precios ganaron inercia. Al respecto, el último informe mensual del Estudio de Miguel Ángel Broda precisa que entre noviembre y febrero pasado la inflación minorista anualizada fue del 57,7% y superó la del último año del gobierno de Macri. Peor aún, dice el informe, la inflación “núcleo” escaló al 66% anualizado. Así, y asumiendo una relativa moderación en los próximos meses, Broda proyecta una inflación anual de entre 45 y 50 por ciento, “con más inflación reprimida”.
Otro factor que, desde atrás, “empuja” la inflación minorista, es la evolución de los precios mayoristas. Desde julio pasado, precisa al respecto un trabajo de Marcos O’Connor, del Ieral de la Fundación Mediterránea, los precios mayoristas subieron 14,7% puntos más que el dólar, lo que muestra los límites de la principal herramienta de Guzmán y el BCRA (el retraso cambiario) para intentar “anclar” los precios. Siempre en el rubro mayorista, entre julio y marzo pasados, por la suba en los mercados mundiales, los precios vinculados a productos agropecuarios y minerales subieron a un ritmo anualizado de 80,4% y de 85,2%, respectivamente y los de las manufacturas y de los productos importados 58,3% y 68,6%, contra 40,9% que aumentó el tipo de cambio.
Una explicación de semejante divergencia, dice O’Connor, es la incertidumbre sobre el valor de reposición de inventarios. En otras palabras, las mismas dudas en que coinciden las consultoras y experimentan los agentes económicos.
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