El comienzo del año para el sector agropecuario estuvo lleno de cimbronazos. A la fallida intervención del mercado de maíz por parte del Gobierno el último día hábil de 2020, que generó un conflicto que no estaba en los papeles, se sumaron ahora las declaraciones de una alta funcionaria del Gobierno de Alberto Fernández, señalando que no estaba descartada una suba de retenciones para bajar los precios internos de los alimentos.
Así fue como la Vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, encendió las alarmas en el campo, que rechazó de raíz cualquier iniciativa que signifique un nuevo cambio en las retenciones. En rigor, el Gobierno, por ley, puede subir tres puntos porcentuales más las retenciones al maíz y al trigo hasta el 15%.
El supuesto objetivo oficial es lograr un “desacople” de los precios internos respecto de los internacionales mediante una baja en las principales materias primas, de forma de reducir los precios de los alimentos terminados. Sin embargo, especialistas consultados por Infobae sostienen que el efecto en los precios sería casi nulo y que el costo político y productivo aparejado sería de mayor envergadura. Inclusive, proyectan que de llevarse a cabo esta iniciativa, tendría más un sentido recaudatorio que antiinflacionario.
Para el economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, la eventual medida no conllevaría a una baja en los precios de los alimentos. Asegura que ya existe un desacople de los precios internacionales con los internos, a través de las retenciones que ya se cobran y por la brecha cambiaria entre el valor del dólar en el mercado y el que recibe el productor.
Según Miazzo, “si se suben las retenciones no se logrará una baja en el precio de los alimentos, sino en el de los granos. Si se suben tres puntos las retenciones, bajaría 3% el valor del grano. En el caso del trigo, la incidencia que tiene en el precio del pan y de los fideos secos es del 15%. Si se logra bajar el precio del alimento por una suba de los derechos de exportación de tres puntos, el precio de esos productos bajaría solo un 0,45%. Con una inflación mensual cercana al 4%, se ahorrarían por única vez, cuatro días de inflación. Y en la carne y la leche, donde el maíz incide en un 5%, lo que se logra con tres puntos es bajar un 0,15% (al precio), o sea, equivalente a un día de inflación”.
El economista de Prisma Consultores, Juan González, que realizó un trabajo para la Sociedad Rural de Jesús María sobre el impacto que tendría una eventual suba de retenciones, explicó a este medio que la creencia del Gobierno de que dicha medida reduciría el precio de los alimentos ignora que en el precio final de los alimentos la incidencia de las materias primas oscila entre el 12% y el 22% dependiendo del alimento, pero en cualquier caso el peso de los impuestos es igual o superior a la participación del productor”.
Según González, “atribuir solamente al costo del productor el incremento de los precios de los alimentos es un error técnico”. Además, prosigue, se basa en una concepción cortoplacista, porque lo que se lograría es menor producción, menos dólares y mayores dificultades externas. Medidas de ese tipo, concluyò, “no solamente no van a bajar los precios, sino que acarrean efectos no deseados”.
Política y recaudación
Al quedar descartada su efectividad en la baja de precios internos de los alimentos, al menos para los especialistas en el sector, afloran otras razones que podrían empujar la medida, como una cuestión de rédito político ante el núcleo duro del votante del Gobierno o también la necesidad de una mayor recaudación aprovechando el aumento de los precios internacionales de los commodities agrícolas.
Para el presidente de la Asociación Argentina del Trigo (Argentrigo), Miguel Cané, ademàs de razones recaudatorias, puede haber tambien razones ideológicas. “Hay dos posibilidades que el Gobierno quiera desacoplar los precios, que es a lo que Todesca se refirió, o que quieran recaudar más plata. Si quieren esto último, va a ser pan para hoy y hambre para mañana, porque se genera un desincentivo para la inversión”.
Asimismo, Cané señaló que “hay un sector del Gobierno que está teñido de ideología y que ir contra el campo tiene un rédito político. La heroica, que parte de lo ideológico, no de lo racional”, al mismo tiempo que advirtió las consecuencias que puede llegar a tener esta decisión, ya que “el sector agropecuario está muy sensibilizado. Va a haber reacciones inmediatas. Lo que necesitamos es armar juntos un plan de estabilidad a mediano plazo. Pongamos toda la energía en eso y dejemos de amenazar con que se van a subir las retenciones”.
Para Miazzo, puede haber factores políticos, económicos simplemente desconocimiento oficial de cómo se compone el precio de los alimentos. “Veo tres cosas con esta medida: un factor un poco más político, que es generar algún tipo de reacción. Por ejemplo, la gente y los medios se quejan por los precios de los alimentos, eso genera una reacción del Gobierno que sube las retenciones con el fin de bajar los precios. Hay que mostrar una reacción ante la demanda popular”.
“También me parece que no hay una claridad de concepto de cómo es realmente la incidencia de precios; se presupone que es mayor. Y un tercer tema, que ya puede ser más económico, es que con la excusa de cuidar la ‘Mesa de los argentinos’, se busca subir unos puntos más la recaudación, porque en términos de caja el Estado está muy necesitado”. Pero el beneficio, concluyó, “no sería inmediato”.
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