El gobierno reconoció el problema del dólar, pero aún no definió cómo resolverlo

Ni el BCRA ni Economía anticipan los próximos pasos. Lavagna pidió un tipo de cambio alto y un estudio de la Fundación Mediterránea señaló que el gobierno deberá acelerar el ritmo de devaluación o aceptar un “salto cambiario”

El presidente Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán

Más allá de cuáles sean los puntos de vista de los diferentes funcionarios que tienen algún tipo de injerencia en la definición de la política económica del gobierno de Alberto Fernández, lo cierto es que la constante pérdida de reservas comenzó a forzar los límites del actual manejo cambiario, consistente en un deslizamiento cansino del precio del dólar oficial, que fija diariamente el BCRA y sobre el que se aplica el 30% de impuesto “PAIS” para llegar al valor del “dólar-ahorro” que a dosis de USD 200 por mes compran millones de argentinos (PAIS es el patriótico acronismo de “Para una Argentina Inclusiva y Solidaria”, tributo cuyo último adjetivo el gobierno intentó traspasar al tipo de cambio, llamándolo “dólar solidario”).

Las declaraciones del presidente de que “los pequeños ahorristas que compran 200 dólares son un problema” y de la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, de que “no podemos seguir gastando dólares en ahorros que van a parar al colchón y salen del sistema; necesitamos dólares para producir” son el reconocimiento más explícito de la disyuntiva oficial.

Tanto Economía como el Banco Central, sin embargo, prefieren no hablar de la cuestión, a sabiendas que agitar las aguas sólo puede complicar la tarea. El ministro de Economía, Martín Guzmán, sigue trabajando en los toques finales a las modificaciones legales y financieras (como el corrimiento de los meses de pago de cupones) del documento presentado a la SEC para acordar con los acreedores, y en el Central recuerdan que el mismo viernes el tema no estuvo en la agenda del directorio.

Pero los hechos son tercos. El último día que el Central compró en un día más dólares de los que vendió fue el 28 de julio, cuando tuvo un balance cambiario positivo de USD 12 millones. Desde entonces, los saldos diarios fueron siempre negativos, salvo el 10 de agosto, en que fue neutro (0). Curiosamente, el día que el saldo fue más negativo (esto es, el día que el Central “perdió” más dólares) fue el 4 de agosto, el mismo en que Economía anunció que había alcanzado un acuerdo con los acreedores privados y se despejaron los nubarrones de un eventual desacuerdo, que hubiera ahondado la situación de default en que está el país desde el 22 de mayo pasado y llevado a montones de demandas en los tribunales de Nueva York. Esa jornada, el BCRA vendió en el mercado USD 126 millones más de los que compró. El día anterior, lunes, había perdido USD 98 millones, y también perdió en los tres posteriores, para cerrar la semana con una caída de reservas brutas de nada menos que USD 476 millones.

En agosto, el día que el BCRA tuvo un saldo más negativo de dólares fue curiosamente cuando se anunció el acuerdo con los acreedores: en esa jornada, el Central vendió USD 126 millones más de los que compró

Algunos atribuyen esa paradoja a la reacción del mercado a las declaraciones oficiales de que el acuerdo permitiría inyectar recursos fiscales y estimular la economía, lo que consideran un error conceptual. Lo que el gobierno consiguió fue un alivio: dejar de pagar por algunos años vencimientos que de hecho ya no pagaba. Que lo considerase una liberación de recursos sólo ahondó la preocupación de los analistas sobre las brechas fiscal y monetaria, que permean a la población en forma de temor a una mayor inflación. La historia argentina está llena de episodios así.

El titular del Central, Miguel Pesce, con el ministro Guzmán. El primero necesita preservar las reservas. El segundo, evitar saltos cambiarios bruscos

Sangría

La sangría del “dólar-ahorro” continuó en la semana que pasó: empezó con un lunes neutro y siguieron cuatro días en que las ventas del Central superaron a sus compras en USD 209 millones. Esa dinámica está detrás del reconocimiento del presidente y de la vicejefa de Gabinete, aunque tanto en Economía como en el BCRA prefieren no decir nada al respecto. Se da así una situación parecida a la del eventual aumento de combustibles, nadie quiere explicitarlo por temor a quedar en orsai.

Los datos del último informe de “balance cambiario” del BCRA dieron cuenta que en junio nada menos de 3.300.000 argentinos recurrieron al “dólar-ahorro”, por un total de USD 629 millones y una compra promedio de USD 193, apenas USD 7 por debajo del límite permitido. Más revelador aún: apenas 76.000 personas vendieron dólares por ese canal, por apenas USD 11 millones. Para el BCRA, el “dólar-ahorro” es un camino de ida. En julio, a su vez, el número de compradores de dólar-ahorro habría bordeado los 4 millones de personas.

Como se marcó antes, lejos de atenuarse con el anuncio del acuerdo con los acreedores privados y de la renovación del canje de monedas con China, que hoy explican nada menos que 44,3% de las reservas internacionales brutas de la Argentina, la salida de dólares por ese mecanismo continuó en la primera mitad de agosto.

Tampoco es que el Banco Central se hubiera quedado quieto. En junio los depósitos en pesos en el sistema bancario aumentaron un espectacular 12% y en julio aumentaron 7,5%, acumulando un aumento de 20,4% en dos meses. Pero ante la desaceleración del ritmo de aumento de julio respecto de junio, la autoridad monetaria decidió aumentar la tasa mínima para depósitos en pesos de 30 a 33% desde principios de agosto, tratando de que la mayor cantidad posible de liquidez quedara en los bancos y en pesos, para restar potencia a la demanda de dólares. Pero las filtraciones continuaron.

El gobierno está ante una disyuntiva: le es costoso permitir que continúe el goteo, que ya es un chorro, pero también puede serlo clausurar ese modo de acceso a la moneda de EEUU, por dos razones. En primer lugar, gran parte de esa demanda iría en busca de dólares “alternativos”, en particular al llamado dólar blue o informal, lo que impulsaría la brecha cambiaria nuevamente por arriba del 80%, poniendo mayor presión sobre los precios. En segundo lugar, la señal pondría nerviosos a muchos ahorristas con depósitos en cuentas bancarias en dólares, que podrían proceder a extraer de allí, sea para gastarlos, transferirlos a alguna cuenta en el exterior o pasarlos al colchón o una caja de seguridad. Cualquiera de esos movimientos, sin que el BCRA venda un solo dólar, significaría una caída de reservas, que incluyen USD 10.642 millones de dólares “encajados” por los bancos en el Central, como contrapartida o reaseguro de los depósitos de particulares en las respectivas casas bancarias.

Una desagregación de las reservas del BCRA desde cuando asumió el gobierno a la actualidad

Qué dicen los economistas

No es casual que el exministro de Economía, Roberto Lavagna, dijera en el medio de este ruido que la Argentina “necesita un tipo de cambio real que empuje las exportaciones y proteja sin burocracia al mercado local”. El presidente de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA), Rubén García, circuló por WhatsApp las palabras de Lavagna y otras del consultor Ricardo Arriazu, agregando el comentario de que “en las actuales circunstancias el atraso cambiario oficial es evidenciado por la brecha” y es de un nivel y contexto comparable a abril de 2002. “Macro endeble, desconfianza, recesión, es lo que marca Lavagna”, dijo García.

La frase del exministro de protección “sin burocracia” al mercado local se debe a otra particularidad: el gobierno sufre el trance de caída de reservas en medio de un año en que la Argentina tendrá probablemente el más alto superávit comercial de la historia, unos USD 17.800 millones según estimó la consultora Abeceb, en parte por un virtual “cepo” comercial, con notorias demoras en la aprobación de “Licencias No Automáticas” para importar bienes.

Otro economista, Gustavo Reyes, de la Fundación Mediterránea, recordó que “varios de los determinantes de los saltos cambiarios de los últimos años están nuevamente presentes en la actualidad” y que “ante la probable aceleración de la inflación en este segundo semestre, la autoridad monetaria podría enfrentarse a una nueva disyuntiva: hacer más intenso el ritmo de la devaluación o bien propiciar un nuevo salto cambiario”.

Los cuatro episodios que recordó Reyes fueron los de inicios de 2014 (Axel Kicillof ministro de Economía), cuando el dólar pasó de 6 a 8 pesos (aumento del 33% en la cotización), fines de 2015 (Prat Gay), cuando al principio del gobierno de Macri se unificaron los tipos de cambio y la paridad oficial pasó de 9 a 13 pesos; agosto de 2018 (Dujovne), cuando la cotización subió de 28 a 40 (+43%) y agosto de 2019 (seguía Dujovne), cuando tras las PASO que prácticamente convirtieron en “pato rengo” a Mauricio Macri y en presidente electo a Alberto Fernández el dólar saltó de 44 a 60 pesos (+ 36%).

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