Un choque de titanes con alma rota se avecina este fin de semana cuando el Milton Keynes Dons y el Wimbledon AFC se enfrenten en la primera ronda de la FA Cup. Un duelo que muchos llaman el “clásico que nunca debió existir” por la historia turbulenta que une, y al mismo tiempo separa, a estos dos clubes.
Para los hinchas del Wimbledon, el encuentro va más allá del fútbol. Es una herida abierta, un recordatorio de la traición sufrida hace más de dos décadas, cuando su equipo fue arrancado de su tierra natal y trasladado a una ciudad distante, dejando atrás un vacío imposible de llenar, este partido representa la oportunidad de redimir años de dolor y resistencia. El Milton Keynes Dons, en cambio, ve este encuentro con una mezcla de indiferencia y nostalgia fallida, sabiendo que, aunque han intentado construir una nueva historia en el norte, nunca podrán escapar de las sombras del pasado.
El Plough Lane, antaño corazón palpitante del Wimbledon FC, ya no existe en su forma original, pero su espíritu vive en los hinchas, quienes sueñan con vengar la usurpación del equipo que alguna vez representó su identidad.
Pero la rivalidad no es una simple competencia por tres puntos o una clasificación a la siguiente ronda de la copa. Es una batalla entre lo que fue y lo que nunca debió haber sido, un enfrentamiento que refleja la lucha por el alma del fútbol inglés, donde las comunidades defienden a capa y espada lo que consideran suyo, contra el poder implacable del negocio del deporte.
El doloroso éxodo de Wimbledon FC
La historia de este odio tiene su origen en el año 2002, cuando el Wimbledon FC, un club modesto de suroeste de Londres, se encontraba en una encrucijada. Tras haber alcanzado la gloria en 1988 al derrotar al Liverpool en la final de la FA Cup, el club no logró consolidarse en la élite del fútbol inglés. Las dificultades económicas, agravadas por la necesidad de modernizar su estadio tras el Informe Taylor, que recomendaba mejoras en la seguridad después de la tragedia de Hillsborough, llevaron a los directivos a buscar soluciones desesperadas.
El club compartía entonces el estadio de Selhurst Park con el Crystal Palace, un arreglo temporal que se convirtió en una prisión sin salida. Mientras tanto, en Milton Keynes, una ciudad nueva fundada en 1967, un grupo de empresarios buscaba a toda costa traer un equipo profesional a su área para impulsar el desarrollo comercial. Lo que siguió fue una serie de negociaciones a puertas cerradas, donde la comunidad de Wimbledon fue ignorada, y en mayo de 2002, una comisión independiente aprobó el traslado del club a Buckinghamshire, a unos 90 kilómetros al norte de su hogar original.
“Nos robaron el equipo”, afirmó Nigel Reo-Coker, el último capitán del Wimbledon FC antes de su mudanza. “Para nosotros no fue solo un cambio de ciudad, fue la pérdida de nuestra identidad”. El testimonio de Reo-Coker, recogido por CBS, refleja el sentimiento de muchos jugadores y aficionados que vieron cómo su club era despojado de su esencia.
La resistencia de una afición traicionada
Para los aficionados, la noticia fue devastadora. No se trataba solo de perder a su equipo, sino de la manera en que todo ocurrió: sin su consentimiento, sin importar la historia y las raíces comunitarias del club. En una reunión improvisada en un pub de Wimbledon, un grupo de hinchas decidió que no dejarían morir al equipo que amaban. En cuestión de días, nació AFC Wimbledon, un club fundado y gestionado por los aficionados, que comenzó su andadura en las divisiones más bajas del fútbol inglés.
“Nos decían que no podríamos hacerlo, que no podríamos comenzar de nuevo”, recordó Kris Stewart, presidente fundador del AFC Wimbledon. “Pero cada vez que nos decían lo que no podíamos hacer, lo intentábamos de todas maneras”. Desde su creación en 2002, AFC Wimbledon ha luchado incansablemente para ascender, logrando finalmente regresar a la Football League en 2011, solo nueve años después de su fundación.
La creación de AFC Wimbledon no fue solo un acto de resistencia, sino también un mensaje claro al mundo del fútbol: los clubes son mucho más que meras empresas. Son el corazón de sus comunidades, y sus aficionados son los verdaderos guardianes de su historia.
El Milton Keynes Dons: un club sin alma
Mientras tanto, en Milton Keynes, el club recién trasladado intentaba crear una nueva historia, pero la sombra de lo que habían dejado atrás siempre los seguía. Pete Winkelman, el empresario que orquestó el traslado, soñaba con llevar a su equipo a la Premier League, pero la realidad fue mucho más dura. En su primera temporada como MK Dons, el equipo descendió a la League One, y desde entonces ha luchado por establecerse.
A pesar de algunos éxitos temporales, como el ascenso al Championship en 2015, el club sigue siendo visto por muchos como el “equipo más odiado de Inglaterra”. En 2017, una encuesta de la revista FourFourTwo colocó a los MK Dons en el segundo lugar entre los equipos más despreciados del país, solo por detrás del Leeds United.
La animosidad hacia los MK Dons es palpable. Cada vez que se enfrentan a AFC Wimbledon, el ambiente es tenso, casi hostil. Los hinchas del Wimbledon ven en los Dons no solo a un rival deportivo, sino al símbolo de lo que les fue arrebatado.
La revancha en la FA Cup
El partido de la FA Cup es más que una simple eliminatoria. Es una confrontación de principios, una oportunidad para que el AFC Wimbledon demuestre que, a pesar de todo, siguen de pie, orgullosos de lo que han logrado como un club construido desde las cenizas. Para los MK Dons, en cambio, es un recordatorio constante de un pasado que no pueden borrar.
Como señaló Reo-Coker, si el traslado nunca hubiera ocurrido, el Wimbledon FC podría haber sido un equipo que oscilara entre la Premier League y el Championship, quizás emulando al actual Brentford. “Nos quitaron la oportunidad de ser ese club”, dijo.
El sábado 2 de noviembre, en el campo de juego, no será solo un encuentro de fútbol. Será un duelo entre el pasado y el presente, entre lo que fue y lo que pudo haber sido. Y para los hinchas de AFC Wimbledon, es una batalla que aún no han terminado de pelear.