Sir Alex Ferguson, una figura indisolublemente ligada al éxito del Manchester United, ha sido despedido, aunque no en el sentido habitual. Después de décadas de servicio como entrenador y luego como embajador global del club, ha visto cómo el vínculo financiero que lo unía al equipo se disuelve en medio de un plan de reducción de gastos liderado por Sir Jim Ratcliffe y su empresa, INEOS.
El despacho de Old Trafford que Ferguson había frecuentado como embajador global del United ha quedado vacío. Un sueldo anual cercano a los 3 millones de libras (USD 3,9 millones), destinado a mantener viva la imagen de Ferguson como representante global del club, ya no llegará. La decisión, por pragmática que parezca, resuena como un eco amargo entre los pasillos del club, como si el último vestigio de una era gloriosa se esfumara silenciosamente.
Jim Ratcliffe, empresario británico y nuevo copropietario del United tras adquirir el 27.7% de las acciones, se reunió cara a cara con Ferguson. La conversación, según los informes de la prensa local, fue cordial, pero el mensaje era claro. El nuevo dueño de los “Red Devils”, quien alguna vez había elogiado al ex entrenador y lo había considerado como una “parte esencial de la historia del Manchester United”, le informó que el club ya no estaba dispuesto a continuar con el acuerdo financiero.
El Manchester, en los años de Ferguson, dejó de ser un club y se convirtió en una dinastía. Los 13 títulos de la Premier League, las dos Champions League y los otros 38 trofeos que adornan las vitrinas del club son testimonio de una era que aún define al United. Durante 26 temporadas, el escocés construyó una maquinaria invencible, llevándola a lo más alto del fútbol mundial. Y, tras retirarse en 2013, continuó como embajador del club, una figura presente no solo en los palcos, sino en los corazones de los aficionados.
La reducción de costos en Old Trafford no se ha limitado a cortar los lazos con el escocés. El plan de Ratcliffe e INEOS ha sido radical y no ha empezado, ni terminará con la despedida de Sir Alex, ya que, entre otros recortes, se eliminó la tradicional fiesta navideña para los empleados y 250 trabajadores han sido despedidos. Los privilegios antes considerados esenciales, como los viajes gratuitos para empleados a la final de la FA Cup, han sido descartados. Incluso la comodidad de los choferes privados y las tarjetas de crédito corporativas para los directivos fueron puestas bajo revisión.
Ratcliffe ha defendido su política de austeridad, argumentando que el club necesita centrarse en su núcleo: el equipo en el campo. Pero en un club tan impregnado de historia, donde las figuras como Ferguson representan mucho más que números en una hoja de cálculo, las decisiones toman un tinte doloroso.
No obstante, Ferguson no desaparecerá por completo del Manchester United. Se le permitirá mantener su puesto como director no ejecutivo, aunque con un rol mucho más simbólico que antes. Seguirá asistiendo a los partidos, como lo hizo recientemente en un encuentro contra el Aston Villa, pero la sombra de su despedida económica flota sobre cada saludo que da en los palcos.
Algunos se preguntan si este es el fin de una era o el inicio de una transformación en el United, donde las glorias pasadas se relegan a los recuerdos y se impone una nueva realidad financiera. Ferguson, el hombre que durante años fue la personificación del éxito, ahora es también símbolo de una austeridad que reconfigura la identidad del club.
Ratcliffe, quien había resaltado el valor de Sir Alex en febrero pasado, ahora parece determinado a llevar a los “Red Devils” hacia una nueva dirección. La pregunta es si el club puede sobrevivir sin la figura que lo definió, tanto dentro como fuera del campo.