El Gran Premio de Mónaco del 2004 se convirtió en el escenario de una de las historias más excéntricas y misteriosas de la Fórmula 1. En la previa de la carrera se produjo el robo más grande en la historia de la competición con estrellas de Hollywood de por medio y una promoción que salió más cara de lo pensado.
Durante esa temporada, el equipo Jaguar decidió llamar la atención con una audaz estrategia de marketing: incrustar un diamante de USD 300.000 en la trompa de cada uno de sus monoplazas. Esta acción formó parte de una campaña promocional para la película “Ocean’s Twelve”, en la que participaron estrellas como Brad Pitt, George Clooney, Julia Roberts y Catherine Zeta-Jones.
Por entonces, la Fórmula 1 vivía una época de extrema extravagancia. Los equipos contaban con generosos presupuestos, en parte debido al patrocinio masivo por parte de la industria del tabaco. Estos recursos permitían que incluso los equipos menos adinerados, como el Jaguar de Ford, llevaran a cabo maniobras ostentosas.
La decisión de Jaguar de decorar sus coches con diamantes fue una muestra de este lujo desenfrenado. Mark Webber, un piloto fiable y talentoso que más tarde tendría una destacada carrera en la F1, logró completar la carrera sin incidentes graves, conservando el diamante en su coche. Sin embargo, el destino tuvo otro plan para Chris Klien.
Qué sucedió con el diamante
En medio del glamuroso y opulento entorno de Mónaco, Mark Webber y Christian Klien, los pilotos de Jaguar, llevaron la responsabilidad de conducir estos vehículos adornados con la costosa joya.
Klien, en su debut en la F1, tuvo un desafortunado accidente en la primera vuelta: se estrelló en la icónica curva de Loews y perdió el diamante... El problema es que la piedra, valorado en 300.000 dólares, desapareció por completo. Según reportaron los periodistas presentes en aquel entonces, “la realización de televisión mostró el diamante en el monoplaza justo antes del impacto, pero nunca se volvió a saber nada de él”.
El caos no terminó allí. A medida que la carrera avanzaba, otros incidentes desviaron la atención, como el motor roto de Takuma Sato y el espectacular accidente de Giancarlo Fisichella, quien volcó su coche en la pista. La seguridad fue prioritaria, y el equipo Jaguar no pudo acceder al vehículo accidentado de Klien hasta dos horas después. Para entonces, el diamante ya se había esfumado en un enigma que persiste hasta hoy.
El fabricante del diamante, Steinmetz, mantuvo que la joya no pudo desintegrarse durante el impacto debido a su composición. Sin embargo, la pieza no estaba asegurada, lo cual representó una pérdida notable para la empresa. Una teoría popular sugiere que algún comisario pudo haber tomado la joya como recompensa por sus servicios, pero probablemente nunca se sabrá.
El accidente tempranero de Christian Klein en la carrera no solo destacó su inexperiencia sino que también generó uno de los misterios más intrigantes de la F1. Nav Sidhu, responsable del equipo Jaguar, admitió: “En ese momento, debería haberme preocupado por el coche o el piloto. Pero debo admitir que mi pensamiento más inmediato fue para el diamante”.
Mientras los espectadores en el Gran Premio de Mónaco disfrutaban de la opulencia del evento, pocos podrían haber imaginado que una joya tan valiosa había desaparecido en medio del fervor de la carrera. Jaguar nunca resolvió el misterio y la historia del diamante perdido sigue siendo un recordatorio de la época dorada de la Fórmula 1, cuando la extravagancia no conocía límites y la opulencia del GP de Mónaco era el pináculo de la cultura deportiva y del lujo.