Cómo es jugar al waterpolo en aguas abiertas

Formo parte del equipo de waterpolo recreativo para personas de más de 40 años del Club Universitario de Rosario, donde nos divertimos mucho y competimos. Este relato en primera persona surgió del intercambio que tengo con los lectores de la newsletter Recomendadas AM que se envía de lunes a viernes a las 7 de la mañana

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Torneo Beach Almafuerte de Waterpolo
Torneo Beach Almafuerte de Waterpolo

Hace más de 45 años que nado. En ríos, lagos, lagunas, mares y piletas. Durante mi infancia, como en mi ciudad no había pileta climatizada, teníamos que esperar hasta el verano para poder nadar. La natación era un deporte de estación. Lo mismo pasaba con las heladerías. No abrían en invierno. En el pueblo se esperaba casi nueve meses para nadar y tomar helados. La natación es más que un deporte. La natación es un deseo. Casi como tomar helados.

En cada brazada, en cada respiración, en cada mirada siempre hay un gesto de vida que intenta transformar esa experiencia íntima en un encuentro. La espera de llegar a la meta, la espera de soltar el aire, la espera de inhalar y cargar de oxígeno los pulmones, la espera de llegar al borde, salir a flote y volver a ser terrenales. Es que la natación se espera. La natación enseña sobre la paciencia. Lo que yo no sabía es que ese deporte que amé casi desde mi nacimiento podía transformarse en una experiencia de juego colectivo. La natación es la base para compartir hoy el waterpolo.

Lo descubrí 45 años después. Libertad en el agua, espíritu colectivo y ganas de jugar en equipo. En mi infancia, nunca pensé que un potrero pudiera tener el piso de agua. Y que se podía jugar en el agua durante los inviernos más crudos. En 2022 se formó el primer equipo amateur de waterpolo +40 en el Club Universitario de Rosario. Una treintena de jugadores que entrenan rigurosamente, juegan y participan (muchas veces contra jugadores federados) en distintos encuentros nacionales.

Lo que se sueña en la infancia nunca muere. Esos sueños pueden esperar décadas. Un club, con la clave en su rol social de construcción colectiva, reúne a un equipo mixto que practica tres veces por semana y que no es ‘equipito’ de veteranos. Lo recreativo también es rigor, aptitud, sacrificio, compromiso, solidaridad, táctica, marca, creación y juego en equipo. El +40 de Uni es una chance concreta de lo que el deporte puede generar en cualquier etapa de nuestras vidas.

El poder de la experiencia

Nicolás Estefan es prosecretario de la Comisión Directiva de Universitario, capitán de waterpolo y arquero. Cuando narra la historia del equipo dice que nació con la idea “de poder vivenciar la experiencia del waterpolo de nuestros hijos”. “Es un deporte que es tan distinto, tan raro, que hasta que uno no se mete e intenta jugar, no te das cuenta de lo difícil, de la complejidad y del esfuerzo que implica”, agrega.

Para encontrar la génesis del equipo +40 hay que viajar seis años en el tiempo hasta la Patagonia argentina: Comodoro Rivadavia. Las divisiones inferiores participaban del torneo hasta que en un momento un grupo de padres de los jugadores, que había practicado el deporte en sus juventudes, arma un partido. Nicolás Estefan miraba de afuera. Uno de los jugadores grita desde adentro del agua y esa invitación fue un incipiente punto de partida.

―Che, ¿te quedás? Tírate porque nos falta uno. ¡Dale, tirate!

“Obviamente me tiré. Y ahí sentí cómo cambia todo. Porque hasta que vos no te tirás al agua a jugar al waterpolo, no entendés, realmente no entendés, lo que pasa adentro del agua”, recuerda Nicolás.

Ahí, el integrante de la comisión se puso a pensar en la necesidad de los padres y las madres de tratar de entender lo que está pasando con los pibes. “¿Y si jugamos todos?”.

Nadia y Marcela, dos jugadoras
Nadia y Marcela, dos jugadoras del equipo +40 del Club Universitario de Rosario

Experiencia única en Argentina

“Construimos algo inédito en Argentina que es el waterpolo recreativo”, sostiene Estefan. “La característica principal es que lo que nació como un equipo de mayores hoy se extendió a diversas edades. Hay pibes de 16 o 17 años hasta pibas de 60 que lo que quieren es jugar de una manera recreativa”, agrega.

Si bien el entrenamiento es exigente y se compite, lo que resalta el representante del waterpolo de Uni es el espíritu: “Aquí hay un espíritu de jugar como cuando uno juega un picadito en la plaza”. El club y su rol social es vital. Ya no se piensa a los adultos mayores solo jugando a las cartas en la sede social, sino poniéndose en la malla y tirándose a la pileta. “Es acercar el deporte a todas las edades. Si bien se busca entrenar, estar en forma y mejorar tus condiciones físicas, también se busca disfrutar jugando a este deporte. Eso es una búsqueda más profunda”, agrega Estefan.

Manuel Vázquez trabaja en un frigorífico y es integrante del equipo +40. “Todos, en el trabajo, pasamos muchas horas y hay mucho desgaste. Y llegar al +40 fue encontrarme con un deporte al cual amé y lo practiqué de adolescente. Había nadado muchos años por un tema de salud, pero conocer waterpolo fue encontrar el deporte más lindo”, dice Manuel y describe los pequeños grandes logros. “Lo importante es que cada uno pueda divertirse en una pileta. El que sabe nadar, que pueda mejorar, el que nunca había nadado, animarse a jugar un partido. Y en esos pequeños logros de cada uno está el logro de todos. Esa alegría, esa felicidad que uno ve cuando alguien hace un gol, cuando alguien da un pase es lo mejor. Después nos quedamos hablando de las jugadas en el vestuario”.

Soy médica anestesióloga, un trabajo con bastante estrés. Pero cuando estoy dentro de la pileta jugando al water, no soy nada más que eso: una jugadora de water. No sé ni la edad que tengo, me olvido de todo”, dice Marcela Colman. “Es un grupo de gente muy heterogénea, donde se acepta todo de cada uno, y nos ayudamos entre nosotros cuando más lo necesitamos. Y nos ponemos contentos por el otro cuando logran cosas. Y nos ponemos tristes cuando alguno se tiene que ir”, agrega.

Claudia Arias es abogada. En el 2021 regresó a su Rosario natal después de 13 años de vivir en Buenos Aires y dice que andaba “media huérfana de amistades”. Antes había corrido maratones hasta que una lesión la sacó del running. Primero nadó, pero el deporte en soledad la aburría, hasta que llegó al equipo de waterpolo. “El deporte es muy placentero y a nivel humano el grupo es genial. Volví a encontrar la fraternidad de compartir, de gente buena onda que hace lo que le gusta”.

Jornada de entrenamiento en el
Jornada de entrenamiento en el Club Universitario de Rosario

Marianela Vaselli, durante su infancia no practicó ningún deporte en equipo por vergüenza. Jugó al tenis, hizo patín y gimnasia artística. Recién a sus 41 años se animó con el waterpolo porque su hijo lo juega hace cinco años en Universitario. “Yo colaboro con la Capitanía del club, decidimos formar este grupo y me interesó practicarlo. Es lo mejor que me pasó este último tiempo porque conocí gente muy agradable, me desafié a mí misma y generó mayor seguridad para diferentes cuestiones”, cuenta.

“Tengo 47 años, soy de Funes, tengo un marido, dos niños de 12 y 14 años, una familia muy linda; trabajo en una farmacia, tenemos un negocio familiar en casa y además de todo eso, sí, hago waterpolo”, dice Cecilia Bacigalupo. “Todas con ganas de jugar, de reírnos, de participar, de mover el cuerpo, de tener una zona de confort en una agüita calentita, nadar y asociar a este nado la parte lúdica, que es la pelota de waterpolo, ¿qué más pedir, soy feliz?”, dice Cecilia.

Equipo completo de Universitario de
Equipo completo de Universitario de Rosario en Almafuerte, Córdoba

“Siempre tuve curiosidad por el waterpolo. Lo veía jugar donde nadaba anteriormente, pero lo veía como algo inaccesible para la edad que tengo y muy exigente”, dice Carolina Sánchez, de 48 años. “Nunca pensé que de grande uno podía integrarse tan bien con otra gente en un deporte de equipo. Creo que son otras las vivencias, otras las cosas que uno comparte y eso hace que sea algo maravilloso”, agrega.

Silvina Figueroa se reconoce como “bicho de agua” y dice que llegó al equipo “por esos caprichos de los cardiólogos” que la mandaban a caminar. “Empecé a jugar a los 58, ya ahora 59 cumplidos. Me encantó por el grupo y por el agua porque me retrotrae a mi infancia y a mi adolescencia en un pueblo donde lo único que había para hacer era la pileta del club”, dice Silvina quien es psicóloga y trabaja en la Facultad de Medicina.

Un deporte integral

A mediados de febrero se escribió otro capítulo en la historia del equipo +40. Se disputó el Torneo de Beach Waterpolo Mixto en Almafuerte, Córdoba. Pero, lo sorprendente, es que la cancha se armó en medio de las aguas del lago Piedras Moras. Con la organización de los equipos de Wattas y Grek, el +40 de Uni participó junto a un par de refuerzos juveniles. Jugar en las aguas de un dique, con olas, algas y un movimiento continuo de la cancha es como meterse en las venas de la naturaleza.

Una cancha flotante en el
Una cancha flotante en el 'Torneo Beach Waterpolo' de Almafuerte (Gentileza / Marcos Maldonado)

El dique Piedras Moras recibe el agua del río Calamuchita. El embalse fue proyectado para abastecer de agua potable, riego, generar energía y atenuar crecidas. La obra se construyó en la década del setenta. El lago formado tiene entre 600 y 900 hectáreas y su profundidad máxima es de 34 metros. En el fondo del lago están los vestigios de una usina construida en el año 1916.

“El Piedras Moras es el dique más limpio de todo Córdoba, jugar allí es un placer, lanzar la pelota y verla rodar en el aire, enmarcada en los anaranjados de uno de los atardeceres más atractivos de la provincia, no tiene precio”, dice María Alejandra Reinoso, una de las organizadoras del torneo y jugadora de Grek.

“En Córdoba somos dos equipos, cualquiera diría la rivalidad del Boca-River, pero lo cierto, y aunque somos muy diferentes, tenemos un objetivo claro en común: buscar que el waterpolo crezca en nuestra provincia. Y esa misma pasión hace que organicemos eventos como este, donde además mezclamos ambos equipos para armar la competencia para el torneo”, describe la waterpolista.

Desafiar los límites en el
Desafiar los límites en el 'Torneo Beach Waterpolo' en Almafuerte, Córdoba (Gentileza / Marcos Maldonado)

Alejandra sostiene que hay que romper la barrera de los tres meses. “El waterpolo es un deporte con una curva de aprendizaje muy alta en la primera etapa. Aprender a moverse en un medio diferente al que estamos acostumbrado, es la parte más complicada. Una vez superado eso comienza a disfrutarse una circulación sanguínea especial que solo te da el agua, mezclado con la adrenalina de cualquier deporte en equipo. Y es ahí justo, donde esa combinación te hace adicto a la amarilla”, agrega la jugadora cordobesa.

El pueblo y Almafuerte

El pueblo Almafuerte está enclavado en una zona bisagra entre la llanura y las primeras elevaciones de las sierras. Tiene un diseño que es un calco mini de La Plata. Su fundador Pedro C. Molina planificó a su pueblo con un centro cívico y cuatro avenidas que parten de manera diagonal y terminan en idéntico número de plazas. Se dice que adoptó el modelo del plano de La Plata. porque de allí era oriunda su esposa.

Molina era periodista y dirigente político. Y ‘Alma Fuerte’ era el seudónimo que usaba para firmar sus notas de opinión. Se dice que de ahí viene el nombre del pueblo cordobés, aunque el origen pudo ser otro. Almafuerte es también el nombre como se conoce al poeta Pedro Bonifacio Palacios. El mito cuenta que el poeta fue muy amigo del fundador de la ciudad. Nadie me confirmó esa versión, pero mi deseo es quedarme como ese dato. Como si el deseo fuera también un capricho. Porque la poesía de Almafuerte es la que me repetía mi viejo Roberto y mi vieja Mabel cada vez que me ganaba el miedo o la incertidumbre.

Y hoy, después de una jornada intensa de deporte en el agua, escucho la voz del poeta. Que es la voz de quienes amamos:

No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

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