Michael Phelps podría pasar tranquilamente por un adolescente o, tal vez, un universitario estadounidense. Su rostro juvenil no denota sus 32 años ni la experiencia que lo ha llevado a convertirse en el máximo ganador de medallas en la historia de los Juegos Olímpicos (28 en total, todas en distintas pruebas de natación).
Con su cuerpo lánguido y su sonrisa amable se ubica entre los periodistas y confiesa que hasta hace algunos minutos estuvo viendo en su celular las fotos que su esposa, Nicole, le envió de su hijo, Boomer, desde Estados Unidos. El pequeño será nombrado en múltiples ocasiones durante el encuentro del "Tiburón de Baltimore" y la prensa, es la gran fuente de motivación que ha encontrado luego de su retiro de la actividad profesional, que se produjo al finalizar su participación en los JJOO de Río de Janeiro 2016.
"Hoy puedo decir que no hubo mejor manera de retirarme. Estoy muy contento. Me hubiera gustado romper un récord, pero es que soy muy meticuloso", dijo sobre aquella experiencia en Brasil, competencia a la que volvió luego de un breve retiro -que no fue definitivo- y en la que ganó cinco medallas de oro y una de plata.
El ex nadador no se olvida nunca de sus orígenes, de aquel pequeño de Baltimore que se tiró a la pileta y que comenzó a nadar con un sueño: ganar una medalla olímpica. Hoy tiene 28 (de las cuales 23 son de oro). A pesar de que el enorme esfuerzo que implicó convertirse en un profesional -en el mejor de todos- lo alejó de la vida normal que suele tener un joven, en Phelps no hay ni una pizca de arrepentimiento: "No cambiaría nada de lo que hice en mi carrera, no hubiera hecho las cosas diferente porque no deseo otras cosas. Esto es lo que quería hacer. Hice un gran sacrificio cuando era muy joven porque quería ser el mejor, pero todavía me veo como un ser humano normal. Trabajé duro, sacrifiqué mucho y los resultados se ven. Todo depende de qué tanto querés algo. Si lo querés mucho, nada se va a meter en tu camino".
"Trepar hacia la cumbre de la montaña es mucho más fácil que quedarse arriba. Para mí, en estos dos últimos años fue mucho más fácil volver a subir a la cima. Cada día es una oportunidad para mejorar, ser más fuerte y mejor. Sea mental, física o emocionalmente, no importa. Las cosas pequeñas te ayudan a llegar", aseguró el ex nadador, que hace algunos meses aceptó el desafío de nadar contra un tiburón blanco en un especial para la televisión.
Según sus propias palabras, Phelps hoy está iniciando "el segundo capítulo" de su vida. Bromeó y sostuvo que su vida fuera de la pileta "es mucho más dura", que ahora "sí tiene que trabajar". La meta hoy está puesta en crecer con su Fundación, en el trabajo con niños y niñas y, sobre todo, en enseñarles técnicas para la seguridad dentro del agua.
Al ex nadador no le preocupa que alguien pueda igualar, o incluso, romper sus récords. "Cualquier cosa es posible. Yo no tuve miedo de soñar, de hacer el esfuerzo y de ver qué pasaba. Si hay un niño o niña que lo quiera, tiene que especializarse. Será divertido verlo. Hay grandes nadadores en el mundo, todo depende de cuánto lo quieran. Los récords están hechos para romperse", recalcó, desafiante.
Tras pasar una tarde con sus fanáticos en el Rosedal de Palermo en el evento organizado por la marca de indumentaria que lo trajo a la Argentina, Phelps rompió el protocolo y saltó del escenario para chocar los cinco con todos los que se agolparon en las vallas para intentar estar más cerca de la leyenda del deporte. En ningún momento perdió la sonrisa, esa misma que le brilló en el rostro cada vez que habló de Boomer y de sus ganas de volver a casa para estar con él dentro o fuera de una pileta, eso hoy es lo de menos.
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