El páncreas tiene, entre sus funciones, la producción de insulina, proteína fundamental en la regulación de azúcares o glucosa en sangre. Cuando este órgano deja de producir insulina, aparece la diabetes. La diabetes de tipo 1 es autoinmune, lo que implica que el sistema inmunitario ataca selectivamente las células que producen insulina. Los pacientes que sufren esta enfermedad deben medir sus niveles de glucosa e inyectarse insulina varias veces al día a fin de regular la presencia de la proteína en sangre. Para evitarles esta tarea, el doctor Ricardo Sánchez Peña, director de Investigación y Doctorado del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) e investigador superior del CONICET, junto a su equipo, desarrolló el ARG (Automatic Regulation Glucose), un algoritmo que permite la regulación automática, sin intervención del paciente, de la glucosa en sangre de quienes sufren diabetes de tipo 1, lo cual mejora sustancialmente su calidad de vida.
-¿Qué es un páncreas artificial?
-Está compuesto por un medidor que se encuentra debajo de la piel y que regula los niveles de glucosa subcutánea, que son, a su vez, indicadores del nivel de esta sustancia en el torrente sanguíneo, y otro aparato que es una bomba –va debajo de la piel también–, que inyecta una determinada cantidad de insulina. La bomba y el monitor son dos cosas que ya existen. La novedad que desarrollamos nosotros es un algoritmo propio, que llamamos ARG, un programa de computadora basado en modelos matemáticos, que lee por Bluetooth el medidor de glucosa y envía una señal a la bomba de insulina para regularla en forma automática.
-¿Cómo sabe cuándo tiene que inyectar insulina?
-Cuando una persona come, sube el nivel de glucosa. Normalmente, con los algoritmos que se usan (llamados híbridos), el paciente tiene que indicar la cantidad de carbohidratos que va a ingerir en cada comida. El ARG apunta a una mayor autonomía. En las pruebas que hicimos, solo anunciábamos en qué momento se comía. Y, en las próximas, no va a haber anuncio. El paciente va a comer, directamente, sin hacer nada, y el propio algoritmo va a inyectarle la cantidad de insulina necesaria para mantener el nivel de glucosa.
La novedad que desarrollamos nosotros es un algoritmo propio basado en modelos matemáticos, que lee por Bluetooth el medidor de glucosa y envía una señal a la bomba de insulina para regularla en forma automática.
-¿En qué cambia la vida del que sufre esta enfermedad?
-Muchos pacientes tienen que controlar sus niveles de glucosa e inyectarse cinco o seis veces al día, con la indicación del médico. Lo que queremos es sacarles toda esa carga. La función del páncreas artificial es que el paciente no intervenga en la regulación, no tenga que estar pendiente de cuánto y cuándo hay que inyectar para mantener el nivel de glucosa. El sistema es el que la mide e inyecta la insulina. Y hace eso cada cinco minutos, durante todo el día. Así, el paciente puede desentenderse de la enfermedad y la regulación es mucho más exacta, porque, además, este sistema se basa en modelos matemáticos, y opera con muchísima más precisión de lo que puede hacer quien padece la enfermedad, con la ayuda de un médico.
-¿Cuál es el universo de los afectados por la enfermedad?
-En Argentina, hay cuatro millones de pacientes con diabetes y un diez por ciento, es decir 400.000, con diabetes tipo 1. En el mundo, hay 400 millones de diabéticos, de los cuales 40 millones tienen del tipo 1.
-¿Dónde se encuentra el algoritmo?
-Va en una computadora, y lo más sencillo de usar es un smartphone. Lo que hacemos es borrarle todo y ponerle el algoritmo. Como el celular se conecta en forma inalámbrica con la bomba y el monitor, es fácil de llevar. Más adelante, quizá no haga falta que vaya en un teléfono, por ahí va a ir en un chip en una microcomputadora, que puede llegar a estar en otro lugar, incluso en la misma bomba. Se usa un celular porque es práctico, pero lo único que se necesita es una computadora que contenga un programa específico y que se comunique con la bomba y el monitor por Bluetooth.
En Argentina, hay cuatro millones de pacientes con diabetes, y 400.000 poseen diabetes tipo 1. En el mundo hay 400 millones de diabéticos, de los cuales 40 millones tiene del tipo 1.
-¿Cómo fue desarrollado?
-Antes de trabajar sobre pacientes, lo hicimos sobre un simulador computacional que representa la dinámica del cuerpo humano, en el que se va ajustando el modelo matemático. Ese simulador fue desarrollado por la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, y está validado por la FDA (Food and Drug Administration), que es el equivalente estadounidense de la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) de nuestro país, con lo cual, si uno puede hacer pruebas exitosas en él, es posible pasar directamente a los pacientes sin necesidad de realizarlas en animales.
-¿Las pruebas en pacientes se hicieron en Argentina?
-En Sudamérica, somos los primeros que pudimos hacer pruebas clínicas en pacientes. Las hicimos en el Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires. Las primeras, con un algoritmo desarrollado por otros equipos de trabajo, y ya en 2017, con el ARG.
-¿En qué fase se encuentran?
-Estamos en la fase de pruebas experimentales. Por ahora, hemos hecho pruebas en el Hospital Italiano con pacientes en el ámbito hospitalario, es decir, un ambiente muy controlado y con cinco pacientes. Las próximas que haremos, en el Hospital Garraham de la ciudad de Buenos Aires, serán con ocho pacientes, y también en un ámbito hospitalario. Lo que nos queda es, por un lado, completar con niños toda la franja etaria, ya que en el Italiano lo realizamos con adultos y en el Garraham trabajaremos con adolescentes; y por el otro, desarrollarlo en el ámbito ambulatorio, que los pacientes se vayan a su casa, estén durante un tiempo largo y puedan hacer su vida normal.
-¿Cómo surgió la idea de trabajar sobre esta temática?
-Yo me dediqué al control automático durante mucho tiempo, en el área espacial. Mi tarea era mantener un satélite en órbita apuntando hacia la Tierra con una cierta precisión, de forma automática, y lo hice durante cinco años. Cuando volví al país, con un plan de repatriación en 2009, quise dirigir mi trabajo hacia algo más biológico, más médico. Fue así como conocí a un colega que tenía un nieto de tres años con diabetes de tipo 1; entonces, empecé a interesarme en este problema y noté que era una cuestión de control automático, así que comencé a armar el proyecto.
En Sudamérica, somos los primeros que pudimos hacer pruebas clínicas en pacientes. Las hicimos en el Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires.
-¿Hoy quiénes integran el proyecto?
-Básicamente, el proyecto está centrado acá en el ITBA, en el Laboratorio de Sistemas y Control, que yo dirijo, y hay otro grupo, llamado LEICI, en la Universidad de La Plata. Todos somos investigadores del CONICET.
-¿Cuál ha sido el financiamiento hasta ahora?
-Tenemos financiación de la Fundación Nuria en Argentina y de su contraparte en España, la Fundación Cellex. Ellos nos han aportado los fondos para hacer las pruebas que hemos realizado hasta este momento. Y siempre estamos tratando de conseguir más financiación para acelerar los pasos y llegar lo antes posible a un prototipo que pueda utilizarse.
-¿Y qué planean hacer cuando lo tengan listo?
-Mi idea es que el Ministerio de Salud pueda distribuirlo en forma gratuita o de acuerdo a los ingresos de cada paciente, así como se dan otros dispositivos para esta enfermedad.
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