José María del Corral es teólogo y pedagogo, fundador y actual director mundial de Scholas Occurrentes (“Escuelas para el Encuentro”, en latín). Fue designado por el propio Papa Francisco, con quien trabajó durante más de veinte años cuando Jorge Bergoglio era arzobispo en Argentina. “Trabajé en colegios muy caros y también en la villa 1/11/14, del Bajo Flores”, recuerda quien se autodefine como un apasionado por la educación. En esa organización, de alcance internacional, promueve la cultura del encuentro, acercando a los jóvenes a propuestas educativas que generen sentido.
-¿Cuál es el origen de este proyecto?
-Surgió en Argentina, en plena crisis de 2001. En ese momento, la preocupación de Jorge Bergoglio eran los jóvenes. Ahí fue cuando me llamó, y a mí se me ocurrió juntar a los chicos católicos de las escuelas parroquiales con los de la comunidad judía, los de las escuelas islámicas y, juntos, ir también por los de las escuelas evangélicas. Esos adolescentes no solo empezaron a conocerse sin prejuicios, sino que además llevaron adelante un proyecto en la Legislatura porteña, que creó el programa “Buenos Aires, Ciudad Educativa”. Les parecía que otra educación era posible, una que tuviera más que ver con su vida y no con colgar un título en la pared. Cuando Bergoglio vio que estos adolescentes habían logrado por consenso una ley en la Ciudad, me dijo: “Claramente, este es el camino”. Así, nacieron las Escuelas de Vecinos, que luego se transformarían en las Scholas Occurrentes.
-¿Cómo creció a nivel mundial la propuesta de Scholas?
-Primero, mi jefe se convirtió en el Papa Francisco. Y segundo, de una manera sencilla, fuimos tan a fondo en esta experiencia que superamos cualquier tipo de barreras. Entre un chico de escuela privada y otro de escuela pública, puede cambiar la calefacción de las instalaciones o la cuota, pero no cambia la misma necesidad de pertenencia, de encontrarle un sentido a su vida.
-¿Qué es eso que les falta a los jóvenes?
-Nos dimos cuenta, al recorrer el mundo, de que lo que les falta a los chicos se resume en una sola palabra: sentido. La cultura actual no les transmite ningún sentido. Entonces, nos animamos –partiendo de nuestra pasión por la educación– a probar la experiencia que habíamos hecho en Argentina en otras partes del mundo. Hoy, somos la organización más grande a nivel mundial con presencia en los cinco continentes.
-¿Y dónde encuentran sentido los jóvenes?
-Acá mismo. Los chicos quieren encontrar un sentido que no se los da el hecho de ser abogados, sino el hecho de “ser”. Y esto no es un tema metafísico, sino algo bien concreto. Es decir, están hartos de correr, de la ansiedad, del vértigo, del pánico. Están hartos de eso que el Papa llama el “chiquitaje”. Hoy les damos fisuras, grietas, políticos que se insultan. Los jóvenes están pidiendo sentido.
Experiencia de vida
-Usted viaja e interactúa con distintas escuelas del mundo. ¿Cómo ve la educación en Argentina?
-Nos estamos peleando por ver si los chicos pasan con una materia o con dos, si cambiamos este nombre por el otro, si lo llamamos “polimodal” o “secundario”. Eso es chiquitaje. La educación no se cambia con una ley, sino de abajo hacia arriba, cuando se hace cultura.
-¿Trabajan solo con adolescentes?
-A partir de los adolescentes, generamos el vínculo con las personas mayores, como sucede con el programa “Estar Juntos”, donde semanalmente chicos de todos los países de América Latina se reúnen de manera híbrida, es decir, en forma virtual y física, con personas mayores de residencias de la Ciudad de Buenos Aires. Trabajamos con cuatro residencias públicas, y el programa fue tan bien recibido que hicimos un acuerdo con el Ministerio de Salud de la Nación y uno con los Ministerios de Salud de Italia y España.
-¿Qué les aporta la gente mayor a los jóvenes?
-Los pibes llegan vacíos de sentido porque no tienen gente sabia, con experiencia, a mano. Por eso, el juntar a los jóvenes con los mayores resulta, porque son gente sabia. El intercambio de cultura, de experiencias de vida y de historias es muy rico. Las personas mayores les dicen: “No te desesperes si te dejó tu novio”, solo por citar un ejemplo de la cotidianidad. Hay que saber valorar a la familia y ampliar el concepto de “familia”, que no es solamente una foto familiar. Es fundamental cuando los chicos dicen: “En Scholas, encontré una familia”. Los chicos están buscando un lugar de pertenencia y, si no lo encuentran, lo buscan en cualquier lado, en cualquier porquería que les venden en las calles.
Tender puentes
-¿Scholas Ocurrentes es una iniciativa exclusivamente católica?
-Scholas no es confesional, no lleva a nadie a misa. De hecho, tenemos una cátedra de Scholas en Israel, que se armó a partir de la experiencia de trabajar con los adolescentes palestinos e israelíes. Cuando vieron ese trabajo, la misma Universidad Hebrea de Jerusalén, que es muy prestigiosa, armó su sede de Scholas.
-¿Qué días y horarios están disponibles?
-Estamos abiertos las 24 horas, todos los días, y fines de semana también. Incluso, festejamos los cumpleaños. Scholas tiene tres momentos: escuchar, crear y celebrar. Los jóvenes de Scholas organizaron con los vecinos el lugar para poder celebrar el cumpleaños, y todas las noches hay festejos. No se cobra cuota ni se toca timbre.
-Actualmente, ¿quiénes están a cargo de los establecimientos?
-En cada escuela, hay un enseñante que puede o no tener título. Lo que educa es el vínculo que se genera, no la genialidad de lo que uno sabe. Hay gente que sabe mucho y no enseña nada (o que hasta “contraenseña”). Los jóvenes aprenden por lo que ven, no por lo que les digan. Lo que está faltando en la política y en los empresarios es gente que sepa vivir.
-¿Cómo se financia Scholas?
-No recibimos plata del Vaticano, por eso somos una entidad interreligiosa e intercultural, y tampoco somos un colegio privado con subsidio, como hay tantos. Hay donantes particulares, artistas, futbolistas, que nos ayudan porque están convencidos de lo que hacemos, y ellos son los que están donando su tiempo para que esto crezca. También se financia a través del movimiento de los jóvenes, que organizan eventos, y empresas de música que donan para los talleres. Gracias a esto último, tenemos proyectos de bandas. Comprobamos que con mucha gente poniendo poca plata se puede hacer un movimiento contracultural. También nos han donado tablas de surf y, en Mar del Plata, en medio de la pandemia, se armó la escuela “Mar y Playa”. Allí, hay surf para los chicos de los barrios más pobres de Mar del Plata que no conocían el mar. Esto mismo se implementó en África. La educación tiene que ver con la vida misma, con la realidad misma. Scholas es un espacio para aprender a vivir.
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