Opinión: La ciencia médica y la tecnología aceleran los tiempos de la cuarta revolución industrial post COVID-19

El estallido de la pandemia puso al desnudo los problemas de la globalización, pero también sus beneficios. Además, mostró el compromiso de los profesionales de la salud y su vocación de servicio

Durante la pandemia muchos profesionales si dieron la talla y el bagaje de conocimientos adquiridos nos permitió dar respuestas a una velocidad y con una eficacia que pocos esperaban (Fernando Calzada)

Ya estamos dando vuelta la página de una pandemia que nos tomó por sorpresa, con la guardia baja, y puso al planeta en pausa. Las medidas de distanciamiento social y las precauciones en materia de salud pública nos obligaron a cambiar nuestros hábitos y a adoptar nuevas modalidades de trabajo, de enseñanza y de aprendizaje. Hasta los festejos familiares y las reuniones sociales adquirieron nuevos formatos y fueron migrando hacia las más variadas plataformas digitales.

Muchos de estos hábitos se convirtieron en parte de nuestra cotidianidad. Se han escrito miles y miles de páginas en diarios y revistas, y se ha debatido al respecto en cuanto medio radial, televisivo y digital habido y por haber; incluso en las redes sociales. No han faltado las teorías conspirativas y los negacionismos a ultranza sobre el virus y sus causas. Se ha discutido también, como nunca antes, sobre las ineficiencias y deficiencias de los sistemas sanitarios y asistenciales en muchos países.

Sin embargo, ahora que lentamente regresa la calma –esa calma que, tal vez, veamos hiperrepresentada en los rostros sin barbijo de las personas que nos rodean–, pareciera que es el momento justo para hacer un balance. Debemos admitir que muchas cosas sí funcionaron. Muchos profesionales sí dieron la talla y el bagaje de conocimientos adquiridos en esta pandemia nos permitió dar respuesta a una velocidad y con una eficiencia y eficacia que pocos esperaban.

La enfermedad se propagó en tiempo récord y no hubo manera de alejarse de sus efectos, pero al mismo tiempo, los descubrimientos científicos y la interacción entre investigadores, laboratorios, y empresas farmacéuticas de diversas partes del globo posibilitaron el desarrollo de vacunas y la inmunización de la población en general (Fernando Calzada)

LAS DOS CARAS DE LA GLOBALIZACIÓN

Podría ser la hora de repasar los hechos que, de ninguna manera, desmerecen el respeto por las pérdidas ni por el duelo que muchas familias aún transitan como consecuencia del embate del virus. Debemos reconocer que, por lo menos hasta hoy, la batalla está siendo ganada, y aceptar los costos que nos planteó un enemigo esquivo, invisible, difícil y mutante.

La globalización mostró su mejor y su peor cara. El virus, que azotó por igual a todo el planeta, tuvo un impacto devastador en la economía y obligó a repensar las cadenas de suministro a nivel mundial. La enfermedad se propagó rápidamente, y no hubo manera de aislarse de sus efectos, pero al mismo tiempo, los descubrimientos científicos y la interconexión entre investigadores, laboratorios y empresas farmacéuticas de diversas partes del globo posibilitaron el desarrollo de vacunas en tiempo récord y la inmunización de la población en general, lo que hizo posible retomar la vida cotidiana relativamente rápido.

En el plano de la ciencia y de la medicina, esta pandemia consintió una serie de avances que venían gestándose ya desde antes del estallido del COVID-19, pero que tomaron, desde entonces, un impulso impensado. También nos hizo tomar conciencia de la importancia de la cobertura sanitaria y de los sistemas asistenciales, en particular, de aquellos dirigidos a la tercera edad, tan golpeada por las repercusiones del virus.

AVANCES EN TIEMPO RÉCORD

Debemos, por lo tanto, reconocer que la ciencia médica estuvo a la altura de las circunstancias, actuó con una velocidad vertiginosa e inusitada y resistió presiones nunca antes vividas. Para citar un ejemplo: cuando apareció el virus del VIH-SIDA, la industria farmacéutica tardó cinco años en comenzar a desarrollar los primeros medicamentos. Con el COVID-19, antes del año del estallido de los primeros casos, ya se pudo contar con reactivos de detección temprana de la enfermedad y con pruebas de confirmación RT-PCR, un método nuclear que detecta la presencia de material genético específico de patógenos, en este caso el virus SARS-COV-2.

Lo mismo ocurrió con las vacunas. Detengámonos, por un momento, en las redes logísticas que tuvieron que implementarse para que las vacunas pudieran ser distribuidas en todo el planeta cuando aún regían las medidas de restricción y el cierre de fronteras en muchos países: aviones, barcos, camiones, trenes, transporte a regiones de difícil acceso; incluso, en algunos casos, fue necesario extremar las medidas de conservación de la cadena de frío. Hubo que entrenar a los encargados de aplicar las vacunas; disponer de centros destinados a ese objetivo, que tuvieron que crearse en plazos perentorios y adaptando todo tipo de establecimientos; y contar con barbijos, jeringas y agujas descartables a gran escala.

La ciencia médica actúo a una velocidad vertiginosa . Hubo que entrenar a los encargados de aplicar las vacunas , disponer de centros destinados a esos objetivos , y contar con barbijos , jeringas y agujas descartables a gran escala. El sistema sanitario desarrolló todo esto en plazos más que razonables y en condiciones muy adversas (Fernando Calzada)

El sistema sanitario desarrolló todo esto en plazos más que razonables y en condiciones muy adversas, y además, sin detener el funcionamiento de los centros de atención y sus restantes actividades. La situación exigió la disponibilidad de áreas de aislamiento que no habían sido asignadas en los hospitales a tal fin; el control de instrumental adicional; y las altas rápidas de pacientes no COVID-19, así como la rápida liberación de plazas de internación para evitar el colapso.

En el plano de las tecnologías, el lector podrá imaginarse la importancia de internet y de la red satelital para las comunicaciones entre los centros de investigación, las autoridades y los operadores sanitarios de distintas partes del planeta, así como de las cadenas de distribución de las vacunas e insumos de primera necesidad. Los profesionales de la salud y los científicos también tuvieron que ponerse al día, participar de seminarios y coloquios virtuales, y adaptarse a las nuevas modalidades de la telemedicina y a las interconsultas a distancia a través de las formas de comunicación más avanzadas.

EL RECURSO HUMANO: ESFUERZO Y RESILIENCIA

Más allá de la tecnología, cabe destacar el incansable esfuerzo del maravilloso recurso humano, que logró preparar el sistema para toda una gama de contingencias, desde las más leves hasta las más graves. Hubo que preparar en tiempo récord nuevas salas de atención que permitieran aislar a los pacientes infectados; y poner en juego su propia salud para no descuidar sus responsabilidades en la “trinchera”.

Hubo letalidad, así como compromisos no letales pero graves y cronificados que afectaron la salud de médicos y enfermeros. Todo el personal tuvo que aprender a superar sus propios miedos y angustias, hacer frente a la pérdida de colegas, compañeros y amigos sin exteriorizar sus sentimientos y continuando con la asistencia 24 horas por día, los siete días de semana.

Lo que se les pedía –pensémoslo– era casi inhumano, propio de superhéroes de historieta. Las guardias infinitas y la postergación de tantos cumpleaños o eventos familiares estuvieron a la orden del día. Hubo, en el mejor de los casos, atención psicológica para los pacientes, sus familiares y los propios trabajadores de la salud. Nuestro país, que tiene un sistema de salud mental devastado, vivió una situación que se hizo muy cuesta arriba. El mundo demostró una capacidad de resiliencia impensada.

Más allá de las tecnologías, cabe destacar el incansable esfuerzo del maravillosos recurso humano. Todo el personal sanitario tuvo que aprender a superar sus miedos y angustias y continuar con la asistencia las 24 horas del día y los siete días de la semana (Fernando Calzada)

LA SOCIEDAD CIVIL, PROTAGONISMO Y COMPROMISO

No podemos ocultar que muchos de los gobernantes de turno no estuvieron a la altura de las circunstancias, y eso tuvo sus consecuencias en las sociedades, que debieron soportar el impacto de decisiones inadecuadas. La población, en buena parte, fue presa del miedo, la incertidumbre, la angustia y las dificultades para discernir qué creer, a quién creerle y cómo actuar frente a un enemigo tan invisible. Sin embargo, muy lejos de una conducta de rebaño, gran parte de nuestra sociedad aceptó las indicaciones de las autoridades y de las instituciones pertinentes, respetó las medidas de aislamiento social, se autoaisló ante casos sospechosos y acogió positivamente, y de forma casi masiva, la convocatoria a vacunarse.

Tuvieron un papel preponderante las organizaciones de la sociedad civil, desde la Cruz Roja hasta los clubes de barrio, sociedades de fomento y asociaciones del tercer sector, que abrieron sus puertas y se pusieron a disposición. La velocidad con que se vacunó y la aceptación social de las restricciones durante la pandemia fueron claves para obtener los resultados por los que hoy nos congratulamos. Aún no sabemos cómo seguirá esta saga, pero de lo que no quedan dudas es de que, ante la prueba, la humanidad casi en pleno respondió solidariamente.

LAS LECCIONES APRENDIDAS, DE CARA A LA NUEVA NORMALIDAD

En la nueva normalidad y ya relajadas las medidas de los meses más duros, retomamos una vida prácticamente similar a la de antes de la pandemia. Sin embargo, haríamos mal en olvidar el latido silencioso que, día a día, impulsa la savia del progreso y del avance científico. Debemos aprender a conocer ese latido, respetarlo y nutrirlo con los insumos físicos o vitales que requiere.

Quizás sea pronto para decirlo, pero por qué no pensar que, si pudimos con esto, podremos con otros desafíos. Pensar en nuestro prójimo como hermanos fue lo que nos unió durante la pandemia. Construir la paz y la equidad también debería guiar nuestro accionar en el futuro, siempre con el mismo espíritu de colaboración, unión y defensa de los valores más elementales de solidaridad y respeto. Todavía están por verse los adelantos que no ganaron el reconocimiento del gran público, pero que, sin dudas, la pandemia impulsó con esa energía vital que puso en marcha.

De todos modos, deberíamos ser precavidos. De poco servirá el esfuerzo si se repiten los errores que nos llevaron hasta aquí. A mismos aciertos, se corresponderán idénticos resultados, algo tan simple pero que pareciera no ser entendido cabalmente por nuestra dirigencia ni por las grandes mayorías. Como dijimos muchas veces en esta publicación haciendo nuestras las proféticas palabras de Gabriel García Márquez, que cobran hoy más vigencia que cuando fueron dichas: “No hay otro planeta adonde nos podamos mudar”. Hacerse cargo de ello es hacerse cargo del futuro de nuestros hijos.

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