La convocatoria es realizada por el doctor Rubén Omar Sosa, médico pediatra e infectólogo, y la cita principal se dará frente al Hospital Garrahan ubicado en Pichincha 1890, ciudad de Buenos Aires, y se replicará en diversas plazas donde alguien decida remontar un barrilete. El doctor Sosa organiza desde 1992 este tipo de eventos a fin de dar visibilidad, en un espacio lúdico, a distintas problemáticas relacionadas con la salud y comprometer a sus pacientes con el cuidado personal y la solidaridad.
En esta línea, abordó una amplia gama de temas como, por ejemplo, la donación de órganos, la droga, el respeto al medioambiente, la paz, el amor a los ancianos, las capacidades diferentes o las condiciones neurológicas (TDA/H, trastornos del lenguaje, síndrome de Asperger, trastorno del espectro autista). Entre sus objetivos, se encuentran no solo la difusión y la toma de conciencia, sino la posibilidad de unir a la familia a través de un juego milenario cuya particularidad es obligarnos a mirar el cielo.
El doctor Sosa explica que la elección del tema se basa en que, aunque se trata de un gravísimo problema social y cultural, es de difícil visibilidad y muchas veces a los adultos nos cuesta reconocerlo. “Una de cada cuatro niñas y uno de cada cuatro a seis niños son víctimas de abuso”, especifica y agrega que, casi siempre, sus secuelas “impactan en la integridad psíquica, física y moral de las víctimas, y suele durar toda la vida”.
¿De qué se trata la violencia sexual? De cualquier intrusión a la intimidad, que va desde el abuso físico hasta el hostigamiento, exhibicionismo, manoseos, besos sexuales o cualquier interacción abusiva donde exista asimetría de poder. “Hay que dejar en claro que los niños y adolescentes no pueden ‘consentir’, porque no poseen capacidad de discernimiento”, afirma.
Un delito que no suele ser denunciado
Pese a ser una de las peores formas de violencia contra la infancia, la realidad es que se trata de un abuso muy complejo de detectar porque no suele provocar lesiones visibles y no hay una conducta específica que lo evidencie; porque es un delito cometido en la mayoría de los casos por un familiar o persona cercana a la víctima, en la intimidad y sin testigos. También, porque no suele ser denunciado por los niños o adolescentes por temor a represalias, por culpa o vergüenza.
El doctor Sosa agrega que “formamos parte de una sociedad y de un sistema que desconfía de los menores cuando denuncian esta clase de hechos”, incluso es usual que se desacredite el relato de los niños manifestando que puede ser producto de la manipulación de uno de sus progenitores (síndrome de alienación parental), de la llamada “memoria implantada o sugestión”. Estos argumentos provocan muchas veces que sea la víctima quien termine siendo investigada o cuestionada y que las denuncias se archiven por “falta de indicadores suficientes”. “Es importante destacar que estos conceptos contribuyen a reforzar la asimetría a favor de los depredadores”.
Aprender a detectar las señales
Por estas razones, el especialista hace hincapié en que es responsabilidad de los profesionales de la salud poner “atención especial, afinar la mirada, estudiar el lenguaje corporal, romper el silencio, crear un espacio seguro, encontrar el modo de acercarse y dar herramientas para permitirles a los niños poner en palabras sus peores miedos y tabúes”.
En cuanto a los temas que vale la pena aclarar una y otra vez para rebatir mitos comunes, destaca el hecho que los abusos lejos de ser algo infrecuentes, son comunes durante la infancia; que ocurren en todos los niveles socioculturales; que los agresores no tienen una personalidad específica ni detectable, por lo cual pasan desapercibidos en nuestro entorno; que pueden ser hombres o mujeres, hetero u homosexuales; y, por último, que, cuando un niño se anima a hablar de estos temas, no está jugando ni fantaseando.
Signos de alerta
Consultado acerca de cuáles son los principales signos de alerta que debemos aprender a detectar, el doctor Sosa detalla: “Cualquier cambio de comportamiento, el silencio, el aislamiento respecto de sus amigos y las modificaciones en sus rutinas, las conductas agresivas, el enojo, la hostilidad, la hiperactividad, si manifiesta síntomas de depresión, ansiedad, pérdida repentina de la confianza en sí mismo, la ausencia en la escuela o el rechazo de la actividad escolar, las actitudes desafiantes o rebeldes y los intentos de huir de casa, pueden ser algunos señaladores, incluso hacerse daño a sí mismo, lesiones inexplicables o que no coinciden con la explicación dada, conocimiento sexual inapropiado para la edad y, como consecuencias más visibles, embarazo, enfermedades de transmisión sexual, contacto sexual con otros niños, sangre en la ropa interior, intento de suicidio”.
En los chicos, hay secretos que hacen mal: “Yo te creo”, “Decilo”, son algunas de las frases que inundarán el cielo para ayudar a visibilizar esta peligrosa forma de violencia ejercida contra los más vulnerables. “Donde puedas y estés, te convoco a que me ayudes a poner una vez más una verdad en el cielo”, pide el doctor Rubén Sosa. “Con los pies en la tierra y la mirada en lo alto, te espero. Solo hace falta un barrilete y, de ser posible, un poco de viento…”, concluye.
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