Alimentos, población y geopolítica global: ¿cómo se configura el poder en el mapa mundial?

Las potencias mundiales conciben los alimentos como asuntos vitales para el desarrollo. Cuáles son las perspectivas para la región y el país en materia de geopolítica alimentaria

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El doctor Juan José Borrell es autor del libro Geopolíticas y alimentos (Foto: Archivo DEF)
El doctor Juan José Borrell es autor del libro Geopolíticas y alimentos (Foto: Archivo DEF)

¿Cómo impactan las políticas alimentarias de las potencias mundiales? El doctor Juan José Borrell, autor del libro Geopolíticas y alimentos y docente de la Universidad de la Defensa (UNDEF), dialogó con DEF sobre este tema central para el futuro de nuestro país y de la región. También se refirió a los mitos relacionados con una posible falta de alimentos en un futuro no tan lejano.

-Es usual pensar que Argentina ocupará un rol clave en el mapa geopolítico alimentario, ¿es así?

-Hay un gran mito de que Argentina, por tener una dotación de recursos naturales y ser el país con la octava extensión en superficie del planeta, cuenta con una ventaja inmejorable y está posicionada entre los mejores y mayores productores de alimentos. En realidad, esta es una perspectiva que está desactualizada y es anacrónica, o únicamente se está concentrando en los rindes, que es, un poco, el árbol que tapa el bosque. El sistema alimentario es complejo. La perspectiva geopolítica estaría relacionada con el nivel macro y estructural, con cómo estamos posicionados. Argentina, a nivel relativo, ha ido perdiendo libertad de acción dentro de lo que es el sistema agroalimentario.

-Uno pensaría que, teniendo los recursos, se podría negociar de una mejor manera.

-No es tan así. Uno de los principales mitos es que existe el libre mercado, por las ventajas comparativas y la mano invisible del mercado que regula y equilibra las riquezas de las naciones. Lo cierto es que hay grandes oligopolios, lo que yo denomino un poder estructural agroalimentario. Lo que hay es una concentración del circuito agroalimentario, un grupo muy concentrado de megacorporaciones, que son las que manejan la logística, controlan el precio, lo que se produce… todas las reglas del juego. Una analogía: es como un muy buen empleado, con un salario alto, pero nada más. No define las condiciones de trabajo.

Argentina es un gran productor de commodities agrícolas y de materias primas, pero el porcentaje de alimentos es bajo (Foto: Archivo DEF)
Argentina es un gran productor de commodities agrícolas y de materias primas, pero el porcentaje de alimentos es bajo (Foto: Archivo DEF)

GRANDES CORPORACIONES

-Entonces, ¿todo termina en manos privadas?

-No es un dilema privado-público. A nivel mundial, grandes corporaciones que son estatales, que pertenecen al régimen chino, terminan actuando como una megacorporación capitalista. También existen megacorporaciones norteamericanas u otras europeas que no responden a lo que se supone que debería ser un circuito de economía política tradicional. Tienen una diplomacia paralela a la del Estado y, muchas veces, este último termina plegándose, corriendo detrás de estas megacorporaciones, porque entiende que es una forma de trabajar conjuntamente. Todas las potencias trabajan en conjunto, es decir, abriendo mercados, con cuerpos diplomáticos, con fuerzas armadas, protegiendo infraestructura o con corporaciones que invirtien en logística.

-¿Y Argentina?

-Es un gran productor de commodities agrícolas, de materias primas, no tanto de alimentos. Vendemos alimentos a quienes pagan. Es una realidad. Pagan por materia prima en bruto, aceite o biodiésel. Muchas veces, son mecanismos que no tienen relación directa con la ingesta humana. Producimos alimentos, pero eso no es el 100 % del sistema.

-¿Qué se espera?

-Hay muchas tendencias. Hay una discusión que se da entre dos falsos paradigmas. Uno es el agroindustrial a rajatabla, que plantea que debemos seguir incrementando la producción intensiva para ese mundo que presenta necesidades y que aumenta su demanda para las nuevas clases medias de Oriente, que cambiaron su dieta y adoptaron hábitos altamente proteicos. Sería seguir con lo mismo, con un modelo agroindustrial. En la otra vereda, el paradigma agroecológico, que propone prescindir de todo este circuito y volver a la energía orgánica y demás. Son dos extremos. Sería una falacia quedar atrapado en cualquiera de los dos. Nosotros estamos muy metidos dentro del primero, pero sería una falsa alternativa caer en el segundo. Hay actores muy poderosos a quienes les conviene que Argentina caiga como productor y exportador de carne vacuna, de trigo y otros insumos. Por eso, es importante desmitificar los marcos teóricos desde los cuales analizamos.

-¿Cómo es eso?

-A un gran actor no necesariamente le conviene un gran rival, le convienen los rivales chicos. Esa es la dinámica. Está un poco de moda en esta idea de incentivar modelos premodernos de cambio en la propiedad de la tierra y acceso a los recursos, que muchas veces puede terminar siendo funcional, precisamente, a los grandes intereses foráneos. Por eso, no hay que quedar entrampado en esas dos falsas opciones. Hay que encontrar una que se adecue a la planificación que nosotros podamos tener.

COMPETENCIA DESLEAL

"Un paradigma es el agroindustrial a rajatabla, que plantea que debemos seguir incrementando la producción intensiva. En la otra vereda, el paradigma agroecológico, que propone prescindir de todo este circuito y volver a la energía orgánica y demás. Sería una falacia quedar atrapado en cualquiera de los dos" (Foto: Archivo DEF)
"Un paradigma es el agroindustrial a rajatabla, que plantea que debemos seguir incrementando la producción intensiva. En la otra vereda, el paradigma agroecológico, que propone prescindir de todo este circuito y volver a la energía orgánica y demás. Sería una falacia quedar atrapado en cualquiera de los dos" (Foto: Archivo DEF)

-Se está hablando de soberanía alimentaria…

-En realidad, Argentina, como la mayoría de los países que integramos la ONU, suscribimos a la noción de seguridad alimentaria, una situación en la cual se posibilita el acceso económico, social, material a un suministro permanente de alimentos nutritivos, inocuos para el bienestar y salud de las personas. Es algo que tienen que garantizar los Estados través de la política pública. Es muy difícil hablar de soberanía por fuera del Estado. Las instituciones estatales son fundamentales. Por ejemplo, un instituto de bromatología municipal o provincial que cuida que los alimentos sean inocuos es obligación del Estado y está garantizando una buena alimentación, o las políticas públicas en materia de semillas, son fundamentales.

-¿Qué papel juegan los subsidios que se otorgaron a pequeños productores en los países desarrollados?

-Es una competencia desleal. En Estados Unidos o en la Unión Europea, se extrae renta de otros sectores y se la destina al agro, aunque no sea productivo. Porque tienen otro proyecto territorial y social, buscan que la gente permanezca radicada en el interior, que no migre a las grandes ciudades. Es otra concepción. Ellos entienden que ese subsidio, que nosotros decimos que es competencia desleal, precisamente juega en contra de países exportadores como Argentina. Son como dos extremos completamente opuestos.

-¿Tuvo algún impacto el Brexit?

-En realidad, tiene que ver con un proyecto estratégico propio que tiene el Reino Unido de relanzarse como potencia marítima. Esto es clave en el sentido de lo que hace al sistema financiero y de comercio. Los británicos siempre entendieron que los alimentos son una munición de guerra. No existe potencia sin producción autónoma de alimentos. Muchos han entendido que, después de 2008, cuando se dispararon los precios de las commodities, tenían que garantizar la autonomía del suministro de alimentos. Así que volvieron a considerar la provisión de alimentos como un asunto de seguridad. No un asunto que dependería únicamente de un ministerio de economía o de una secretaría de agricultura. Es un asunto de seguridad. De hecho, los mayores think tanks incluyeron los alimentos en las agendas de seguridad y toda una serie de dinámicas geopolíticas en paralelo, como, por ejemplo, la competencia por los recursos naturales, el incremento de la población mundial, el daño ecosistémico –que están satelitando en torno al suministro de alimentos–, en las agendas de seguridad. Está dentro de su planificación a largo plazo, lo que se llama planificación estratégica, la necesidad de asegurar ese suministro de alimentos.

“LA POBLACIÓN ES UNO DE LOS PRINCIPALES RECURSOS DE UN ESTADO”

"Con la guerra fría, nace el asistencialismo a escala global. La ayuda alimentaria es una de las grandes políticas de Estados Unidos. Ceder partidas alimentarias en el Tercer Mundo es un mecanismo indirecto de proyección de poder. Esa arquitectura no se desactivó, sino que se incrementó" (Foto: Reuters)
"Con la guerra fría, nace el asistencialismo a escala global. La ayuda alimentaria es una de las grandes políticas de Estados Unidos. Ceder partidas alimentarias en el Tercer Mundo es un mecanismo indirecto de proyección de poder. Esa arquitectura no se desactivó, sino que se incrementó" (Foto: Reuters)

-¿Cuál es el verdadero nexo entre la alimentación y el futuro de la población?

-Es fundamental para un concepto biopolítico en el cual es necesario asegurar los factores biológicos de la población, porque la población es uno de los principales recursos de un Estado. El territorio, los recursos, el ambiente y la población. Como contraejemplo, el caso de China: en las últimas décadas, aumentó su importación e ingesta de proteína animal. Este año votaron la política de tres hijos por mujer. Están buscando proveerse de más carne. ¿Qué está pensando la élite de gobierno china? Que, en una generación o dos, quieren ser una superpotencia demográfica en calidad y en cantidad. Ese cambio en los hábitos alimentarios implica un salto en el capital fisiológico. Esto es lo que el premio Nobel de economía Robert William Fogel desarrolla hace ya unas décadas: el gran salto que dan los pueblos europeos del siglo XIX y principios del XX, se da precisamente por un cambio de alimentación que les posibilita reducir la mortalidad, aumentar su estatura o la esperanza de vida. Muchos países dieron un salto en el crecimiento y mejoraron su capital fisiológico.

-¿Cuál es la política de Estados Unidos en este tema?

-EE. UU. entiende que tiene una gran oportunidad para convertirse en la fábrica de alimentos del mundo. Internamente, empieza el estímulo a la producción y la mejora de la alimentación. Con el fin de la Segunda Guerra, dieron un gran salto a dos políticas que tienen que ver con la hegemonización del sistema alimentario: la revolución verde, que es un gran impulso a todas sus corporaciones (desde las energéticas, comercializadoras, semilleras, químicas, hasta las productoras y transformadoras de alimentos) y al sector diplomático con la ayuda alimentaria.

"Hay dos grandes temores: van a faltar alimentos y la población va a sobrar, y no va a alcanzar el suministro de la tierra para esa población. La visión pesimista: eliminar gente. La optimista: produzcamos más alimentos. Cualquiera de las dos es una falacia" (Foto: UNICEF)
"Hay dos grandes temores: van a faltar alimentos y la población va a sobrar, y no va a alcanzar el suministro de la tierra para esa población. La visión pesimista: eliminar gente. La optimista: produzcamos más alimentos. Cualquiera de las dos es una falacia" (Foto: UNICEF)

-¿Cómo es ese asistencialismo?

-Con la Guerra Fría, nace el asistencialismo a escala global; la ayuda alimentaria es una de las grandes políticas de EE. UU. La política del presidente Harry Truman, dentro de la doctrina de la contención de ceder partidas alimentarias para el entonces llamado tercer mundo, es utilizada como un mecanismo indirecto de proyección de poder. Y se institucionaliza. El asistencialismo surge como mecanismo de la Guerra Fría. Esa arquitectura todavía no se desarticuló, sino que se incrementó.

¿FALTARÁN ALIMENTOS EN EL FUTURO?

-Existe una creencia vinculada a la ausencia de alimentos en un futuro próximo ante el crecimiento de la población mundial.

-Hay dos grandes temores: van a faltar alimentos y la población va a sobrar, y no va a alcanzar el suministro de la tierra para esa población. Son los dos grandes temores que inaugura el malthusianismo. La visión pesimista conduce a la idea de eliminar gente. La versión optimista, que también es una falacia, conduce a producir más alimentos. Cualquiera de las dos es una falacia.

"Un modelo que agota los recursos tampoco es viable" (Foto: Reuters)
"Un modelo que agota los recursos tampoco es viable" (Foto: Reuters)

-Entonces, ¿la visión de Malthus no sigue vigente?

-Volvemos al caso chino. ¿Cómo responde China a esto? Incrementando los estímulos a la cantidad y calidad de su población. Los pueblos que no tienen conciencia de estos asuntos geopolíticos vulneran a su población y compran estos discursos. Se culpabiliza al de la periferia por la condición que está viviendo. Esa es una de las grandes claves del asunto. Esto no es un llamado a destruir los ecosistemas; tenemos la obligación de cuidarlos para que las futuras generaciones tengan la misma posibilidad que nosotros para producir de forma equilibrada, porque un modelo que agota los recursos no es viable. Tampoco caer en lo otro que tiene que ver con cuestiones de poder. Porque si, como superpotencia, digo que, en el futuro, va a haber una crisis ecosistémica y que por eso no hay que tener industria pesada, ni consumir petróleo, y hay que reducir la natalidad… es una política de poder.

-Las potencias lo tienen muy claro, ¿no?

-Conforman el poder estructural agroalimentario. Son megacorporaciones que controlan los distintos circuitos del sistema agroalimentario: producción primaria, comercialización y, cada vez más, el sector del consumo. ¿Cómo logran esa posición? Porque entendieron que los alimentos son un factor de poder. Entienden que los alimentos son un asunto vital. El resto tiene una posición subordinada y cree que es una cuestión de rentas, de hacer negocios. Eso no está mal, pero no es suficiente.

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