El 17 de julio de 1936, España se sumió en una de las guerras más devastadoras de su historia: la Guerra Civil Española. Este conflicto, que duró hasta 1939, enfrentó a dos bandos irreconciliables: por un lado, el bando republicano, defensor del gobierno democrático de la Segunda República Española; y por el otro, el bando sublevado, compuesto por militares, falangistas y sectores conservadores, bajo el liderazgo de Francisco Franco. Las tensiones políticas y sociales que venían escalando desde principios de los años 30 desembocaron en un golpe de Estado que fracasó en su intento inicial, pero que llevó al país a un enfrentamiento sangriento.
A medida que avanzaban los combates, España se dividió no solo por sus líneas de batalla, sino también en la vida diaria de sus ciudadanos. Las ciudades industriales como Madrid y Barcelona, leales a la República, sufrían intensos bombardeos, mientras que las zonas rurales, más conservadoras, caían bajo el control de los sublevados. La guerra no solo fue un enfrentamiento armado, sino también una lucha ideológica que involucró a potencias extranjeras: la República recibió apoyo limitado de la Unión Soviética, mientras que los sublevados contaron con el respaldo decisivo de Alemania e Italia, que vieron en Franco un aliado natural en el ascenso del fascismo en Europa.
El conflicto dejó una huella profunda en el país, con más de 500.000 muertos y cientos de miles de exiliados. Tras la victoria del bando nacional en 1939, se instauró una dictadura militar que perduró hasta 1975, marcada por la represión política y la censura. Sin embargo, las consecuencias de la Guerra Civil no solo afectaron a nivel político, sino también en la vida cotidiana de los españoles. La escasez de alimentos, la pobreza y el uso del hambre como herramienta de control fueron características del régimen franquista que influyeron en la sociedad durante décadas.
La hambruna durante la Guerra Civil Española
La hambruna fue una de las consecuencias más devastadoras de la Guerra Civil Española y sus secuelas. Mientras las bombas caían y las batallas continuaban, millones de españoles enfrentaban otro enemigo implacable: la falta de alimentos. En los territorios controlados por la República, la escasez se convirtió en una constante que agravaba la situación de los civiles. Los sistemas de racionamiento, que intentaban distribuir de manera equitativa los pocos recursos disponibles, eran ineficaces y a menudo insuficientes. Esta realidad dio paso a mercados negros donde se intercambiaban productos básicos a precios desorbitados, generando tensiones y desigualdades entre la población.
La situación fue especialmente crítica en las grandes ciudades republicanas como Madrid y Barcelona, que se vieron aisladas de las zonas rurales productoras de alimentos. En cambio, en las áreas dominadas por el bando sublevado, el acceso a regiones agrícolas, como Castilla, y el apoyo logístico de potencias extranjeras como Alemania e Italia, permitió mantener un suministro más estable de víveres. No obstante, hacia el final de la guerra, incluso en estas áreas, comenzaron a surgir problemas de abastecimiento debido al aumento de la población bajo su control y el prolongado desgaste del conflicto.
El libro “El hambre como arma”
En el libro El hambre como arma: Escasez republicana en la guerra civil (1936-1939), la historiadora Alba Nueda Lozano analiza en profundidad cómo el bando franquista instrumentalizó la falta de alimentos como una táctica de guerra psicológica. Nueda demuestra cómo la propaganda alimentaria se convirtió en una herramienta clave para desmoralizar a los republicanos, utilizando ejemplos como el lanzamiento de bolsas de pan blanco desde aviones sublevados sobre Madrid en 1938, con mensajes que exaltaban la prosperidad en la “En la España Nacional, Una, Grande y Libre, no hay un hogar sin lumbre ni una familia sin pan”. Este tipo de acciones buscaban socavar la moral de la población y proyectar una imagen de bienestar en el bando franquista, mientras los republicanos lidiaban con el hambre y la desesperanza.
El libro expone, además, cómo el control del suministro de alimentos se convirtió en un pilar de la estrategia propagandística de los sublevados. En las ciudades recién conquistadas por el ejército franquista, la llegada de camiones del Auxilio Social repartiendo comida se usaba no solo para cubrir las necesidades básicas de la población, sino también como una forma de legitimar el nuevo régimen. De esta manera, la distribución de alimentos era parte de una maquinaria más grande de manipulación ideológica, donde el hambre y la supervivencia se entrelazaban con la política.
Quién es Alba Nueda Lozano
Alba Nueda Lozano es una historiadora española especializada en la Guerra Civil Española y el franquismo, con un enfoque particular en los efectos sociales de la guerra y la posguerra. Su trabajo académico se ha destacado por la investigación del hambre como fenómeno histórico, un tema que le toca de cerca, pues sus propios abuelos manchegos vivieron en carne propia las privaciones alimentarias que marcaron a varias generaciones de españoles. Nueda ha dedicado años al estudio de la escasez alimentaria y cómo esta fue utilizada como una herramienta de control y propaganda por el bando franquista.
La Guerra Civil Española
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Doctora en Historia por la Universidad de Castilla-La Mancha, Nueda ha realizado investigaciones en reconocidas instituciones europeas como la École de Hautes Études en Sciences Sociales en París y el King’s College London. Su tesis doctoral, que dio origen al libro “El hambre como arma: Escasez republicana en la guerra civil (1936-1939)”, ha sido aclamada por su novedosa aproximación a la relación entre la guerra, la propaganda y la privación de recursos esenciales.
Durante la guerra, en las publicaciones franquistas se organizaban concursos de menús semanales que incluían ingredientes inaccesibles para los republicanos, como bacalao, carne o huevos, lo cual reforzaba la desigualdad. “Era una doble vertiente de esta propaganda: por un lado, se reforzaba el sentimiento de bienestar dentro de la retaguardia sublevada, y por otro, se proyectaba en el otro bando la pérdida de apoyo y la deslegitimación de la República”, explica la historiadora en una entrevista con Infobae.
Alba Nueda sostiene que, a medida que avanzaba la guerra, el hambre se convirtió en un elemento central para desmoralizar a la población republicana, al punto de que las manifestaciones y protestas que surgían en las ciudades asediadas no eran tanto por cuestiones políticas, sino por la falta de alimentos. “El lema de las mujeres madrileñas en la Navidad del 38 era claro: ‘Pan y carbón y, si no, la rendición’”.