Dicen que los verdaderos placeres de la vida son pocos. Cada cual hará su propia lista a gusto y piacere. Pero hay uno que es universal, que disfrutan en todos los géneros, en todas las edades, en todas las geografías, en todas las clases sociales, y que probablemente esté en todas las listas: comer.
“Lo único que me gusta más que hablar de comida es comer”, decía John Walters. No mentía: uno puede pasarse horas hablando de recetas y condimentos, recordar sabores, pero nada se compara con comer. En la pintura, se hizo gala de eso. Repasemos algunas delicias y manjares de la historia del arte.
Querido bodegón
Empecemos por el género que mejor se ocupa de la comida: bodegón. Una representación, dice Wikipedia, de “animales, flores y otros objetos, que pueden ser naturales (frutas, comida, plantas, rocas, conchas) o hechos por el hombre (utensilios de cocina, de mesa o de casa, antigüedades, libros, joyas, monedas, pipas)”
Lo que acá vale es el diseño, el cromatismo y la iluminación para producir serenidad y armonía. Y un cuadro de este género es Escena de cocina con Cristo en Emaús, que data de 1560, del pintor flamenco nacido en Amberes Joachim Beuckelaer. Animales y verduras, todo por cocinar.
La pasta italiana
Infaltable: la pasta de los domingos. Por eso, a este cuadro merece estar acá: Uomo che mangia gli spaghetti, también conocido como Man Eating Spaghetti, del siciliano Renato Gattuso, terminado en 1956 y vendido hace poco por 145.700 euros a un coleccionista privado en una subasta de Christie’s.
Afrodisíacos
Entre 1658 y 1660 el neerlandés Jan Steen pintó una obra peculiar: Joven comiendo ostras. Se trata de un óleo sobre tabla de pequeño tamaño —20,5 cm de alto y 14,5 cm de ancho— que se encuentra en el Mauritshuis de La Haya. En algunos lugares las ostras son consideradas una exquisitez.
Algo de travesura se percibe en el rostro de la joven. ¿Por qué? “En la Holanda del siglo XVII, existía la opinión generalizada de que eran un afrodisíaco poderoso: no dejan lugar a dudas la expresión de los ojos de la modelo y su gesto”, se lee en un análisis publicado en el sitio masdearte.com.
El invitado
Artista consuetudinario, Frederick George Cotman —retratista y paisajista inglés, miembro de la Escuela de Norwich, nacido en 1850 y fallecido en 1920— pintó en 1880 un óleo titulado Uno de la familia. Lo que vemos en este cuadro, que se encuentra en la Galery Walkert Art, es una familia.
Están los hijos —dos varones, una niña—, el padre que recién llega de trabajar, la abuela que corta el pan en rodajas, y la madre que extiende su mano para convidar un poco a un amigo: el caballo, que parece ser “uno de la familia”. Sobre su regazo, un lastimoso perro reclama igual trato.
Banquete
En su estilo fauvista, Henri Matisse pintó entre 1896 y 1897 La mesa de la cena. Los trazos se dispersan y no permiten ver bien qué es lo que hay para comer. Lo que sí nos produce es un efecto de deducción: ¿para quién es semejante banquete?, ¿quién disfrutará de tanta comida, de tantas cosas?
¿Y de postre?
¿Y de postre? Algo dulce. Wayne Thiebaud, artista pop de los Estados Unidos de mitad del siglo XX, hizo varias obras como esta: Boston Cremes. Es una pintura de 1962 que se encuentra en el Crocker Art Museum de Sacramento, California. Su estilo tiene mucho del arte publicitario de la época.
“Thiebaud se dedicó a mostrar sobre todo alimentos como pasteles, tartas, helados o perritos calientes, que sobre fondos limpios destacan por su atractivo colorido. Es como un escaparate de una pastelería tentándonos con sus deliciosos productos”, escribió Esteban Iborio en Historia Arte.