La Belleza de la Semana: nada como una buena siesta

Dormir después del almuerzo ofrece algo más que un descanso: la posibilidad de tener “dos mañanas en un día”, como dice Pete Hamill. El arte ha dejado grandes postales de este hermoso momento, como los seis cuadros que acá recordamos

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La Belleza de la Semana: nada como una buena siesta
La Belleza de la Semana: nada como una buena siesta

Más allá de que la siesta, como dicen los médicos, haga bien a la salud porque reduce el riesgo de muertes por enfermedad cardíaca, también está el placer. Y eso que dice el novelista Pete Hamill: “Tienes dos mañanas en un día”.

La rutina, el trabajo, las obligaciones, todo cansa. Dormirse tarde, levantarse temprano, más. Encontrar un hueco después del almuerzo para descansar un rato puede ser un verdadero lujo en sociedades como las nuestras. Sin embargo, la historia dice que es necesario.

Dicen que el origen de la palabra siesta se remonta al Imperio Romano, que proviene del latín “sexta”, en referencia a la sexta hora del día. Los romanos dividían el día en dos periodos de luz de 12 horas cada uno. Por eso, la sexta hora del día corresponde a la una de la tarde en invierno y a las tres de la tarde del verano.

Hay películas, obras de teatro, poemas y canciones que celebran este momento de descanso. La pintura tiene una fascinación especial. Empecemos el recorrido.

“La siesta (según Millet)” (1890) de Vincent Van Gogh

“La siesta (según Millet)” (1890) de Vincent Van Gogh
“La siesta (según Millet)” (1890) de Vincent Van Gogh

Quizás una de las grandes obras que aluden a ese descanso sea La siesta (según Millet) de Vincent Van Gogh: un clásico. Fechado en 1890, fue pintada durante la estancia del pintor en Saint-Rémy de Provence cuando estaba internado en un asilo. Está en el Musée d’Orsay.

Van Gogh se inspira en un dibujo de Jean-François Millet para Las cuatro horas de la jornada (quien también hizo su versión fue Pablo Picasso). Él mismo lo explica en una carta a su hermano Théo: “Se trata más bien de traducir en otro lenguaje, el de los colores, las impresiones de claroscuro en blanco y negro”.

Los curadores del Musée d’Orsay dicen que “Van Gogh se apropia completamente de esta escena de descanso que simboliza, para Millet, la Francia rural de la década de 1860″ y que lo hace “mediante una construcción cromática basada en el contraste de los colores complementarios azul-violeta y amarillo-naranja”.

“Abuelo con nieta dormida” o “La siesta” (1879) de Albert Anker

“Abuelo con nieta dormida” o “La siesta” (1879) de Albert Anker
“Abuelo con nieta dormida” o “La siesta” (1879) de Albert Anker

En el Museo Kunstmuseum de Suiza hay una obra de Albert Anker de 1879 titulada Abuelo con nieta dormida que luego se popularizo cómo La siesta. Es un retrato costumbrista, una instantánea de la vida cotidiana, que muestra intimidad, belleza, ternura.

Isabel García Magaz escribe en Historia Arte que esta pintura reúne “en una sola escena las dos composiciones más características de sus pintura: la vida interior familiar y el bodegón de objetos cotidianos”.

También cuenta que Anker “consiguió capturar y conservar algunos preciosos instantes de la vida cotidiana, tal y como ésta transcurría por entonces en el entorno familiar de su aldea natal en Ins”.

“Niño durmiendo” (1912) Henri Manguin

“Niño durmiendo” (1912) Henri Manguin
“Niño durmiendo” (1912) Henri Manguin

Niño durmiendo es de 1912. Lo pintó Henri Manguin, artista francés nacido en 1874 y fallecido en 1949. Su paleta impresionista y el uso de tonos pastel brillantes lo hicieron destacar entre los fauvistas.

En este cuadro, escribió el periodista Felip Vivanco, “aparece su hijo, Claude, en una composición que tiene un aire a la obra tahitiana de Gauguin y con unos colores que recuerdan al gran maestro enterrado en Hiva Oa. La vegetación, eso sí, es puramente mediterránea. Aloes y chumberas”.

“La siesta” (1943) de Antonio Berni

“La siesta” (1943) de Antonio Berni
“La siesta” (1943) de Antonio Berni

“Berni reinterpreta la iconografía cristiana tradicional incorporando la vida cotidiana y los problemas sociales de su época”, dice Patricia Corsani cuando habla de La siesta y asegura que es una obra que refleja el nacimiento de Cristo. El cuadro es de 1943 está en el Museo Nacional de Bellas Artes.

“El clima metafísico aún presente, la búsqueda de la serenidad y la armonía caracterizan La siesta. Mientras el campesino duerme en un catre, a través de la puerta abierta puede verse el paisaje rural, la cortina levantada y lo deja a la vista”, dice Corsani sobre la obra de Antonio Berni.

“Al tiempo que la imagen de la Virgen -con manto blanco- y el niño, se presentan detrás de la ventana. A través de la puerta y la ventana ingresa una luz mística que, proyectada en hacia el interior, subraya la espacialidad de la composición”, agrega.

“La siesta” (1884) de Ramón Martí Alsina

“La siesta” (1884) de Ramón Martí Alsina
“La siesta” (1884) de Ramón Martí Alsina

Ramón Martí Alsina fue un pintor catalán de la segunda mitad del siglo XIX que se caracterizó por pintar paisajes, vistas urbanas, retratos y figuras humanas. Entre sus obras más importantes está La siesta, de 1884, que está en Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona

La obra es uno de los paradigmas de la pintura realista catalana, que muestra la asimilación plena de esta nueva cultura figurativa que bebe en las fuentes de la pintura francesa contemporánea, realizada a partir de realismo militante, influenciado por Gustave Courbet.

“La siesta” (1878) de Frederick Arthur Bridgman

“La siesta” (1878) de Frederick Arthur Bridgman
“La siesta” (1878) de Frederick Arthur Bridgman

Durante las décadas de 1870 y 1880, Frederick Arthur Bridgman, un destacado artista académico estadounidense, viajó por Argelia y Egipto realizando varios retratos y pinturas costumbristas. Inspirado en su profesor Jean-Léon Gérôme, creador del estilo “orientalista”, produjo una gran cantidad de bocetos.

Uno de esos bocetos se transformó en un óleo fascinante. Se llama La siesta y es de 1878. Aquí vemos a una joven dormida en un colorido diván luego de tomar café y fumar ¿opio? en una larga pipa. La paleta de colores vuelve a este cuadro —que hoy se encuentra en una colección privada— una verdadera belleza.

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