El sueño y la convivencia con lo misterioso

En el Día Mundial del Sueño, una mirada desde la neurocultura sobre la trascendencia del buen descanso y cuáles son sus características

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Obra del polaco Jacek Yerka
Obra del polaco Jacek Yerka

Desde el primer día que vino a casa con nosotros, con dos días de vida, Francisco se despertó a los dos minutos de que lo apoyáramos en su cuna. Acababa de tomar la teta, no tenía hambre. Así que lo levanté y lo acuné en brazos hasta que se durmió otra vez. Lo dejé en la cuna pegada a la cama nuestra y se quedó. Pero al minuto, máximo dos, se volvió a despertar. Con mis dos hijos anteriores no me había pasado. Tampoco a Lau le había pasado con sus hijas anteriores. Así que improvisamos. Calentamos las sábanas antes de apoyarlo, prendimos un velador con una remera arriba para dar luz tenue, arrullo, palmadita rítmica en el culito, mimitos en la espalda. Ninguna de las acciones tuvo éxito, más que circunstancial. Lo único que terminó funcionando fue el co-lecho, al que yo, como neurólogo dedicado a la medicina del sueño, me resistía. Pero Lau, con la autoridad que tiene el instinto sobre la razón, me dijo que estaría todo bien.

Los hábitos para dormir son únicos para cada uno de nosotros. El paso de la vigilia al sueño requiere una preparación. Durante la vida vamos construyendo algunos hábitos alrededor de esa transición, como si hiciera falta ir tanteando el cambio de dimensión, del mundo físico al onírico. Esas mañas van tejiendo una verdadera “liturgia” alrededor del momento de acostarnos, que con el paso de los años se torna en un complejo de condicionantes necesarios para que podamos dormir y para que nos mantengamos dormidos durante la noche.

El sueño ha sido un misterio para la humanidad desde el comienzo de la historia, y en menor medida, lo es todavía en nuestros días. Por esa inquietud tan humana de no dejar misterios libres de interpretación, el sueño, y principalmente los sueños, han sucumbido al pensamiento mágico. La Tabla de los Sueños de la antigua Babilonia en escritura cuneiforme de hace más de 4000 años, se considera el primer documento sobre la interpretación de los sueños. De su adecuada lectura podían extraerse propiedades oraculares, o sea que podían inferirse eventos venideros. En la mitología griega el dios del sueño Morfeo se personifiaba y batía sus alas cerca del durmiente para insuflarle sueños. Después se metía en ellos adoptando la forma de los rostros que fueran conocidos. Es decir que toda persona con la que se soñaba, era en realidad Morfeo adoptando su forma, de ahí el nombre. Fue castigado por Zeus por haberles abierto a los mortales las puertas a secretos universales. En el pasaje bíblico El sueño de Nabucodonosor, a partir de un sueño perturbador del rey se consigue interpretar el futuro de los imperios sobre la tierra y cuál de ellos sería el dilecto. Ya en el siglo XIX, Sigmund Freud propuso que los sueños eran formas simbólicas que adoptaban nuestras pulsiones reprimidas para aflorar a la superficie.

"El sueño de la joven", de Lorenzo Lotto
"El sueño de la joven", de Lorenzo Lotto

Durante el siglo XX, sobre todo en la segunda mitad, la ciencia produjo avances muy significativos en la comprensión del fenómeno del sueño. Por empezar, se pudo discriminar que electroencefalográficamente se distingue de la vigilia. También, que tiene dos fases internas que se suceden cíclicamente: el sueño lento (no-REM) y el sueño rápido (REM), también llamado paradojal. A su vez, el sueño lento se divide en sueño lento superficial (etapas 1 y 2) y sueño lento profundo (etapa 3). Si le sumamos el estar despiertos, se completan los tres estados de la conciencia: vigilia, sueño lento y sueño rápido. Cada una de esas etapas tiene un programa cerebral de funcionamiento diferente, donde intervienen estructuras distintas que usan también combinaciones de neurotransmisores diferentes. Y cada etapa tiene también funciones específicas, algunas las conocemos y otras todavía no.

Durante la primera infancia Fran siguió requiriendo compañía para conciliar el sueño. A tal punto que siempre prefirió quedarse dormido en el sillón del living donde había movimiento de gente, y no irse a su habitación solo. Si se despertaba a la mitad de la noche asustado por una pesadilla, desde ya, o se pasaba a nuestra cama o había que acompañarlo en la suya, para que volviera a dormir. Fran siempre buscó el co-lecho, directo o simbólico.

Las pesadillas son un tipo particular de sueño, que activa emociones intensas vinculadas a miedo o terror. Se presentan durante el sueño rápido (REM), que es la etapa en la que soñamos. En el sueño REM, la corteza del cerebro está muy activa, parecido a lo que pasa en vigilia, pero el cuerpo está apagado, los músculos pierden el tono. Los ojos, debajo de los párpados, tienen movimientos aleatorios rápidos. Sabemos que sólo los mamíferos tenemos sueño REM con lo que se interpreta que es un fenómeno que requiere una corteza cerebral hiperdesarrollada como la nuestra. Los cetáceos, tienen sueño REM alternativamente en un hemisferio y después en el otro, para no perder el tono muscular por completo y hundirse en el agua.

Una de las teorías más aceptadas sobre la razón por la que soñamos sostiene que los sueños son la consecuencia del proceso de neuroplasticidad necesario para fijar los aprendizajes del día, desestimar aquello que no es relevante y calibrar los algoritmos de decisión que nos mantienen alejados de los peligros, al menor costo posible. Si hoy yo cruzo la calle distraído y me salvo por poco de que me atropelle un auto, esta noche mi cerebro intentará fijar ese aprendizaje para que mañana tenga una pequeña alarma antes de cruzar la próxima calle y mire para todos lados. Si el aprendizaje considera que es necesario un afianzamiento especial, recurrirá a una pesadilla para que la emoción actúe como fijadora de esa memoria. Las personas ciegas tienen más pesadillas que la gente vidente, posiblemente en concordancia con que el mundo es más peligroso para ellos.

"La visión de Tundale", de El Bosco
"La visión de Tundale", de El Bosco

Se sabe que efectivamente que el aprendizaje teórico también se fija más y mejor después de haber dormido, y particularmente después de haber soñado. Hay estudios clásicos que prueban que un grupo de personas que estudia y duerme, tiene mejores resultados en los exámenes que los que estudian y no duermen.

En el sueño lento (no-REM) profundo el cerebro apaga bastante su actividad. Se considera una etapa de reparación. Baja la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Aquí se da un proceso de lavado de los restos del metabolismo que se produjeron durante día. Este lavado es muy importante, porque estos desechos acumulados pueden resultar tóxicos para las neuronas y favorecer la ocurrencia de enfermedades neurodegenerativas. Existe relación entre algunos trastornos del sueño que dificultan este proceso de purificación y con el riesgo de deterioro cognitivo.

También durante el sueño lento profundo, se segregan algunas hormonas. Una muy importante es la hormona de crecimiento, por eso es fundamental cuidar esta etapa en chicas, chicos y adolescentes. Se ha correlacionado a algunos trastornos del sueño de los niños, como la apnea de sueño del niño, con un retraso en el crecimiento.

La ciencia ha profundizado mucho los conocimientos sobre lo que ocurre cuando dormimos. Tanto, que en las últimas décadas se ha desarrollado ampliamente la Medicina del Sueño, disciplina que reúne a muchos actores sanitarios de ramas diferentes en la prevención, diagnóstico y tratamiento de los problemas y enfermedades del sueño. La clasificación actual de trastornos de sueño contempla más de 240 entidades diferentes. Hoy sabemos bien que un sueño de buena calidad es necesario para que nuestro organismo balancee bien sus funciones fisiológicas y para que nuestra mente se mantenga sana, tanto en el aspecto emocional como el cognitivo.

"El sueño", de Henri Rousseau
"El sueño", de Henri Rousseau

El sueño puede deteriorarse básicamente por dos razones. O bien porque existe una perturbación que le quita cantidad o calidad, o bien porque no le damos el contexto y el tiempo necesarios. En el primero de los casos se trata de enfermedades como los trastornos respiratorios del sueño, el insomnio, los problemas de comportamiento durante el sueño y muchos otros. En el segundo, se trata de los descuidos que a veces tenemos con esta etapa fisiológica, y que desde hace unos años sabemos que debemos revertir. Como no permitir que el uso de las tecnologías vaya en desmedro de nuestras horas de sueño. La deprivación de sueño es bien sabido que trae problemas en nuestro desempeño diario, pero también que altera nuestro metabolismo. Existe una relación directa entre menos horas de sueño y aumento de peso, resistencia a la insulina y empeoramiento de las grasas en la sangre. Por eso el lema de la Asociación Argentina de Medicina de Sueño en el día Mundial del sueño: “Sueño de buena calidad para una mente sana y una vida mejor”, donde los términos pueden entenderse literalmente, y que tienen un amplio respaldo en evidencia científica. Mejor sueño es mejor calidad de vida.

Actualmente Fran se sigue durmiendo en el sillón del living. Pero ya es demasiado grande como para que lo podamos subir a su habitación a upa. Así que le observamos si tiene o no movimientos rápidos en los ojos para saber si está en sueño REM o no, y si no está, lo despertamos un poco como para que suba la escalera. Sube completamente dormido, sostenido por uno de nosotros detrás, desde las axilas. Cuando llega arriba, da un paso en vacío, como si le faltara un escalón más que subir. Se tira en la cama y sigue durmiendo. Los hábitos y mañas relacionados al sueño son particulares y únicos de cada uno. Y puede estar bueno que los conozcamos y los cuidemos, como una verdadera liturgia de uno con uno mismo. Podrían entenderse como una adaptación individual a la convivencia con lo desconocido. Y quizás no haya nada más solitario y personal, que la convivencia con lo misterioso.

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