Con temas que atraviesan la vejez y proponen distintas experiencias y saberes de la mano de Ana Gallardo y su Escuela de envejecer, por un lado, y la indagación de un archivo familiar por parte de Lucila Penedo y Novoa con Los órdenes del amor, por el otro, la Sala PAyS del Parque de la Memoria inaugura su temporada 2022, a días de una nueva conmemoración del golpe de Estado el próximo 24 de marzo.
La amplia sala, situada a orillas del Río de la Plata a metros de Ciudad Universitaria en Costanera Norte, en el gran predio de espacio abierto que configura el monumento a las víctimas del terrorismo de Estado, recibe dos nuevas exhibiciones que, inauguradas el sábado 12, se podrán experimentar hasta el 3 de julio.
Desde la extensa explanada, el cobijo de la sala invita a revisitar la vejez, los cuerpos y deseos juveniles –afectos y cuentas pendientes– recuperados de aquellas personas que pasan a ser obsoletas para la sociedad actual. Pero la edad avanzada, con su sabiduría, que rescata Gallardo, comparte otro tipo de memoria, el de la base de datos de las víctimas que atesora la Sala y el archivo familiar que Lucila Peneda y Novoa sitúa como instantáneas de fotografías, estampillas, postales, cartas y mensajes grabados desde el exilio.
“¿Cómo envejecer en un sistema que niega lo viejo?” es la pregunta que Gallardo desde hace años se hace trabajando sobre la violencia, sobre todo la de género, en sus obras.
Es así que desde Rosita, la tía de Ana Gallardo, con la que la artista dio su primer paso en 2004 hasta llegar a este momento de Escuela de envejecer, la pieza plasma la indagación profunda que parte de los encuentros íntimos con personas mayores que buscan “recuperar los deseos perdidos en la juventud y los hallazgos de la vejez”.
Y con esas ansias de experimentar y compartir, porque de eso se trata en parte la propuesta, en los días previos a la inauguración, algunas paredes blancas se llenaron de paisajes de arcilla -de compost como dice Gallardo- con las manos de Lita Boitano, Taty Almeida y Buscarita Roa, invitadas a una escuela efímera como la vida, con sus experiencias y relatos.
Pero esta Escuela de envejecer, curada por María Alejandra Gatti y Lorena Fernández, se encarna en el espacio organizado en núcleos temáticos como la memoria, los oficios, la narración y la oralidad, la fiesta, el baile y el canto.
Desarrollada desde el hall con una pared escrita en letra de imprenta sobre fondo verde, como si fuera un pizarrón, y la voz confidente de Rosita, invita a recorrer los distintos salones de esta “escuela” que despliega una “recolección generosa” –según las curadoras– de obras que reflejan “el trabajo sensible con otras personas, trabajo personal, precario, efímero” de la artista, que se narra sobre las paredes en una ficción documentada.
“Es un gran pizarrón donde está volcado todo lo que Escuela de envejecer fue haciendo y accionando con otras personas en un intento de reponer y traducir todas esas experiencias”, explican las curadoras sobre la muestra que invita a transitar las distintas salas desde “actividades prácticas” con sus tachos de arcilla roja y blanca, la de oficios que recolecta las experiencias de aprendizaje de Gallardo hasta la presentación del registro documental (del trabajo sobre los anhelos de la juventud de un grupo de mujeres cubanas) presentado en la Bienal de La Habana en 2019.
“En plena pandemia con Ana y Lorena (las curadoras) empezamos a trabajar en la idea del libro (sobre la pieza) y después apareció la idea de la exposición en este Parque. Para mí es como una recompensa de la vida, exhibir esta pieza en este lugar”, dice la artista. Y prosigue: “Todo el sentido de mi trabajo está puesto aquí con la memoria de este espacio, y lo que estamos transitando las mujeres. Pienso en las Madres como una lucha afectiva, de cómo podemos trabajar ciertas cuestiones dolorosas y convertirlas en amor”.
“El proyecto empieza en el 2008 con Un lugar para vivir cuando seamos viejos y se fue convirtiendo en Escuela de envejecer, porque el proyecto tiene anclada la relación con el trabajo y no en dónde vivir”, consigna.
Desde 2004, Gallardo comenzó a reflexionar sobre el cambio de su propio cuerpo y el inicio de la vejez: “Ya era otro cuerpo, y el sistema social, económico, el capitalismo feroz en el que vivimos nos descarta a las mujeres una vez que somos menopáusicas”.
Desde una mirada crítica, considera que ahora se rescata a las “artistas históricas, viejas, con obras de cuando eran jóvenes”, porque no se quiere la obra nueva en un “sistema digitado por lo que el mercado del arte quiere”.
“Siempre he trabajado con la violencia de género, la sigo trabajando. Esta es una pieza de violencia de género. La violencia de envejecer, trabajo lo mismo”, define y agrega: “La violencia en la tercera edad no se habla como tal, pero se dice ´las viejitas´”, ejemplifica.
Sobre su desarrollo artístico experiencial sostiene que fue enfocándose con el tiempo y está relacionado con el encuentro de su cuerpo “con el mundo del arte”, ese “mundo autoritario de la Academia” –con el que se pelea– “porque deja de lado otras maneras de aprender, otras maneras de ser artista”. Y porque, como afirma: “Nosotras empezamos a ser invisibilizadas” por la edad, entonces la reflexión es sobre cómo “piensa el sistema, absorbe, acomoda y descarta”.
Entre las reflexiones, la artista plantea: “¿Qué es el dibujo, que significa un paisaje, qué pasa cuando no ves, qué es la realidad? En el mundo del arte están diciendo te copiaste, hiciste plagio. Eso me parece una violencia tremenda”, dictamina, como si se pudiera crear de la nada. Y prosigue: “Al contrario, si no estuviera ese rastro, no podría hacer lo que estoy haciendo. Entonces, no es copia, es memoria. Donna Haraway lo dice, el compost, el humus lo tiene, estamos hablando de algo que transitaron millones de cuerpos. De polvo eres y en polvo te convertirás”, cita. “Eso es memoria pura”, dice sobre algo que refleja este conjunto de obras que presenta.
“El deseo atraviesa. El poder de deseo y el poder de revancha”. Pero, ¿cuál es el deseo de Ana Gallardo? –se emociona y contesta–: “Ya no sabría decir. Tengo el privilegio enorme de haber tenido contacto con todos mis deseos, y todo lo que he querido lo he hecho. Ahora no sé”.
En cambio, otro tipo de deseo y memoria atraviesa Los órdenes del amor de la fotógrafa Lucila Penedo y Novoa, curada por Cecilia Nisembaum.
La exposición invita a explorar nombres y memorias desde el imaginario que comienza en un estrecho pasillo entre láminas, libros y estampas, un cuento grabado, para desembocar en la gran foto familiar y otras exploraciones fotográficas captadas por la fotógrafa desde los 90 al 2010.
La muestra es una invitación a pensar en torno a cómo se transforman y sobreviven los vínculos afectivos a la distancia y de qué manera se construyen los lazos familiares, afirma Nisembaum.
Esta segunda exhibición surge a partir del archivo familiar de Penedo y Novoa, que comienza en 1977, a partir de otro tipo de violencia, el provocado por la última dictadura cívico militar de 1976, cuando su familia quedó dividida por el exilio.
“Es un proyecto que estoy desarrollando desde hace diez años y tuvo diferentes momentos y etapas, y que pueda ser mostrado en este lugar tiene una relevancia mucho mayor. Es el lugar que había soñado como ideal para este proyecto, además de que se le suma el estar al lado de la muestra de Gallardo como un regalo extra”, expresa. Y encuentra como punto de contacto entre ambas el involucramiento personal que tienen con su obra, “a diferencia de un arte contemporáneo más distante”.
“Eso resuena o dialoga, de hecho yo iba leyendo lo que ella iba escribiendo y hay frases y pensamientos que ella tiene en relación al amor, a los afectos, a la construcción afectiva de los vínculos y de la memoria, que es muy aplicable a mi trabajo”, indica.
Las muestras son, desde su parecer, “diferentes maneras de construir esa afectividad, que cada uno hace con las herramientas que tiene y con la historia que le tocó”. Y agrega: “Establecí un diálogo entre el archivo de mi familia, tanto de fotos del álbum familiar, documentos vinculados con el exilio y correspondencias con mis propias imágenes”.
Una idea sobrevuela su intención y es la de “pensar en cómo son las familias cuando suceden, no cuando uno las piensa. Cada uno se imagina, proyecta”, argumenta.
“En mi caso, cómo me hubiera gustado que fuera mi familia, la que creé, no de la que vengo, me interesaba poner el énfasis en cómo se trata de reponer esa distancia y generar una cotidianeidad inexistente entre una familia dividida; cómo mantener siempre presente eso, desde ese lugar, la memoria”, reflexiona.
La muestra expone también “la importancia de hacer público el archivo familiar en el espacio del arte y la memoria y en la sala de la base de datos”, comenta la curadora.
La exposición de Gallardo retoma la antológica de 2015 en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires Un lugar para vivir cuando seamos viejos, y se “presenta por primera vez completo”, como indica Nora Hochbaum, directora de la sala. Y sostiene que el proyecto “nos lleva a un lugar de vitalidad, de belleza, de nuevos tiempos donde la felicidad puede ser posible”.
La exposición de Gallardo tiene un programa de acciones y actividades públicas, y ambas producciones del Parque de la Memoria podrán visitarse hasta el 3 de julio con entrada libre y gratuita en la Sala PAyS (Presentes, Ahora y Siempre) del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado (Av. Costanera Norte Rafael Obligado 6745, C. A. B. A.).
Fuente: Télam S.E.
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