Es 1969 y una de las aulas del Instituto Tecnológico de Massachusetts, conocido habitualmente como MIT por su acrónimo en inglés, una de las mejores universidades del mundo, está llena de mujeres. El curso se llama “Las mujeres y sus cuerpos”. La docente habla de orgasmos, masturbación y temas tabúes para la época. Entonces muestra la foto de una vagina en primer plano y señala la ubicación del clítoris. “Este es nuestro principal órgano de placer sexual”, dice y las mujeres que habían asistido a esa reunión abren grandes los ojos. El silencio invade todo el aula. Entonces pregunta:
—¿Quién de ustedes ya sabía de esto?
Más silencio. Las mujeres se miran entre ellas, entre sorprendidas y pudorosas, y vuelven su vista a la docente, que sentencia:
—Ese es el problema. Deberíamos saber esto. Son nuestros cuerpos.
Entre esas mujeres estaba Wendy Sanford. Vivía en Cambridge, Massachusetts. Pocos años atrás se había graduado con honores en la prestigiosa Radcliffe College. Se había casado y tenía un hijo de nueve meses. Su camino era evidente: ser ama de casa. Estaba atravesando una depresión postparto y el médico al que consultó le dio una respuesta increíble, aunque común en aquellos tiempos: “buscar refugio en criar a la nueva generación y en apoyar a tu marido”.
También le recetó un diafragma, un método anticonceptivo que se coloca en el cuello uterino. Le dijo que todas las noches, luego de la cena, se lo ponga. “Así era entonces. Y era un hombre muy amable, pero era la encarnación del sistema médico sexista. No tenía idea de que me estaba empujando a los brazos del feminismo”, recordó Sanford.
Todo iba mal hasta que una amiga la invitó a una reunión de mujeres del MIT. “Tienes que unirte a este grupo porque estamos aprendiendo sobre nuestros cuerpos”, le dijo. Aceptó y allí fue. A medida que se habla de sexualidad, confesó, “me moría de vergüenza. Sólo me senté en el piso y puse mucha atención. Eran cosas que nunca había escuchado a nadie decir en voz alta”, dice en La-Lista, medio mexicano vinculado a The Guardian.
Doce mujeres ahí presentes —de edades entre los 23 y 39 años— siguieron conversando, investigando, preguntando, comprendiendo, hasta que formaron una organización feminista: el Colectivo Libro de Salud de las Mujeres de Boston. Juntas, escribieron un libro que, no sólo abrió la posibilidad del autoconocimiento en millones de mujeres, también le dio una perspectiva feminista a la medicina.
El título original era Las mujeres y su cuerpo y salió por primera vez en 1970, hace cincuenta años. Lo firman Wendy Sanford, Ruth Davidson, Bell Alexander, Pamela Berger, Vilanya Diskin, Joan Ditzion, Paula Doress-Worters, Nancy Miriam Hawley, Elizabeth MacMahon-Herrera, Pamela Morgan, Judy Norsigian, Jane Kates Pincus, Esther Roma, Norma Swenson y Sally Whelan.
Así empieza: “Todas las mujeres soñamos con controlar nuestra vida pero por causas personales, sociales, políticas y demás no lo conseguimos. He aquí una reflexión: Teniendo el control de nuestros cuerpos tendremos el control de nuestra vida”. Nadie imaginaba que sería uno de los libros más influyentes del siglo XX con más de cuatro millones de ejemplares vendidos y con traducciones en 33 idiomas. No lo sabían, pero era lo que querían: que llegue a todas las mujeres que lo necesitaran.
Empezaban los setenta y el abordaje era todavía una vanguardia. Hablar de la liberación de la mujer significaba poner sobre la mesa temas complejos y delicados, pero urgentes y necesarios, como la salud sexual, la menstruación, la maternidad, la orientación sexual, la violencia de género, la maternidad, la menopausia, la violencia obstétrica, el orgasmo, la masturbación, el aborto, la depresión postparto.
Al año siguiente decidieron cambiar el título: Nuestros cuerpos, nuestras vidas. Comenzaron a venderlo a 30 centavos de dólar y lograron un enrome éxito sin ningún tipo de publicidad: 225 mil personas compraron el libro. El sello Simon & Schuster les propuso hacer una edición comercial y aceptaron. Salió en 1973 y desde entonces todo fue popularidad, incluso desde las críticas.
En los ochenta, la abogada conservadora Phyllis Schlafly atacó duramente el libro. También el televangelista Jerry Falwell, del movimiento cristiano Moral Majority, que lo calificó como una “basura obscena”. Claro que había críticas “por izquierda”: muchos señalaban que eran todas mujeres blancas y universitarias. Durante un tiempo fue el libro más robado de las bibliotecas de Estados Unidos. Ellas pusieron un lema en la portada, junto al título: “Un libro hecho por y para mujeres”.
Aquel libro fue generando más y más debates. Hoy es una piedra angular del feminismo de la segunda ola pero también una influencia directa y actual de lo que hoy se vive. Sus ediciones siguen recorriendo el mundo pero también generando nuevos libros. Por ejemplo en 2014 se publicó Cuerpos trans, seres trans, y el Colectivo Libro de Salud de las Mujeres de Boston escribió el epílogo; una forma de unir las causas, las reflexiones, las luchas.
Se siguen reuniendo, siguen debatiendo y pensando el feminismo y el lugar de las mujeres en la sociedad. Se consideran más que amigas: compañeras. Norma Swenson, la mayor del grupo, cuenta que estudia con mucha atención el feminismo contemporáneo. Judy Norsigian está fascinada con las investigaciones pioneras en educación perimenopáusica. Todas mantienen una militancia activa, que se puede apreciar en su web.
Por su parte, Wendy Sanford siguió estudiando y recibió el título en Teología Aplicada de la Harvard Divinity School y en 2003 obtuvo una Maestría en Bellas Artes en Escritura de Vermont College. Como sus compañeras, nunca perdió de vista el objetivo de seguir generando conciencia. Publicó ensayos y es abuela de tres niñas. Se volvió a casar, esta vez con una mujer.
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