Se dice que, para ver mejor a la Argentina, hay que estar lejos de la Argentina. Tal vez eso permita ver al camello de estas pampas ya que, como contaba Borges, en todo el Corán no hay ni un solo camello ya que están incorporados a la cotidianidad de los desiertos. Conversar, entonces, con un Martín Caparrós que vive en España, más específicamente, en las afueras de Madrid, compartir esa mirada argentina que se posa, para mirar el país, en el extranjero. Además de, claro, discutir la pandemia del Covid, la censura en The New York Times, sus actuales y próximos proyectos y hasta Lionel Messi, tan en boga en estos días, entre otros temas.
–Caparrós, ¿cómo vive la pandemia en España?
–Hubo una etapa que parecía más relajada. A partir de junio se empezó a abrir, se acabó el confinamiento, se abrieron poco a poco los bares y restaurantes al público. Pero rápidamente empezó a crecer de nuevo la cantidad de contagios y de manera muy fuerte. Habían abierto las restricciones porque se venía en España la temporada de turismo y no se quería perder esa fuente de ingresos. Entonces apresuraron mucho la apertura y ahora, en las últimas tres semanas lo único que hacen es dar vuelta atrás con las medidas que habían tomado. Habían abierto las discotecas y ahora cerraron todas las discotecas. Sucede, también, que el estado de alerta duró hasta julio y el que tenía el control de las medidas era el gobierno central y entonces las órdenes eran iguales para todos. Cuando se acabó el estado de alerta, las decisiones volvieron a cada una de las comunidades autónomas y ahora hay diferencias grandes entre las distintas comunidades y la situación es distinta según la comunidad en la que estés. Por ejemplo, en Madrid hay una cantidad de contagios enorme y ahora España es es el país de Europa con más contagios. Por ahora tiene menos muertes y no se sabe si es o una cepa menos agresiva o que toda esa ola de muertes en los geriátricos ya pasó y no va a volver, o si encontraron formas mejores de combatir la enfermedad.
Lo cierto es que hay muchos contagios y menos muertes, pero de todas maneras no te avisan que la segunda ola es muy fuerte y muy anticipada con respecto a lo que esperábamos. Decían, por ejemplo, que en octubre, cuando comenzara a hacer frío, iba a venir la famosa segunda ola pero estamos en septiembre, en pleno verano todavía, y ya llegó y ahora la semana que viene empiezan las clases y hay muchas discusiones sobre qué va a pasar con las clases. Está todo muy como en ascuas digamos, nadie sabe nada. De modo trotskista, se me ocurrió que la definición de esta situación en la que estamos, “la provisoriedad permanente”, retomando la idea de la revolución permanente. Todo es siempre provisorio, no podemos decir “dentro de un mes voy a hacer tal cosa, mañana voy a hacer tal otra, dentro de seis meses voy a estar haciendo tal o cual”. Eso está suspendido, absolutamente suspendido, pensábamos que se había suspendido por dos o tres meses y que ya a esta altura habríamos vuelto a lo conocido, a lo habitual, a la posibilidad de prever, pero no, seguimos en la provisoriedad, se está haciendo permanente y es muy raro vivir así.
–Abrir las discotecas es muy arriesgado e impresiona. ¿Fue por presión de los empresarios de la noche?
–Hubo una feliz sinergia, como dicen ahora. Muchos chicos se estaban quejando de no poder hacer su vida en una situación en la que no percibían el peligro. Decían los jóvenes que se cuidaban por solidaridad con los viejos, prácticamente, pero eso de la solidaridad llega hasta cierto punto. Yo escribí acerca de estos muchachos en el espacio que tengo ahora y lo titulé La guerra del cerdo, que habla sobre estos jóvenes que creen que el Covid-19 no les hace daño y, por lo tanto, les cuesta mucho mantener ciertas normas solo para que los viejos sobrevivan. Entonces por un lado estaban estos jóvenes y por otro lado, sin duda, los dueños de las discotecas, los empresarios que aquí en España llaman “del ocio nocturno”. Dicen “ocio nocturno” y ya se sabe que están hablando de discotecas, de bares, entonces de noche hay muchas formas de ocio, está lleno de maneras de ocio nocturno, pero aquí se apoderaron de la palabra, incluso oficialmente, se llama la Cámara de Empresarios del Ocio Nocturno que, claro, hicieron muchísima presión.
–Mencionó a su nuevo espacio que es el newsletter llamado Cháchara, un mail con artículos escritos por usted dirigidas a sus suscriptores. ¿Este formato tiene relación con su partida de The New York Times, donde publicaba una columna?
–Mirá, hace mucho que tenía ganas de tener un espacio donde nadie me rompiera las pelotas, donde pudiera decidir cuándo, cómo y qué publico, esta cosa que en los medios tradicionales es difícil que se fue agudizando porque en el New York Times tienen una idea como muy particular de lo que es una columna de opinión, parece el chiste ese de “bueno, cuando quieras dar tu opinión te la digo”. Demasiado a menudo intervenían o trataban de intervenir en lo que yo escribía bajo mi nombre y con mi opinión en la sección de opinión, y hubo momentos en que me harté. Muchas veces esas discusiones llevaban a una situación en la que el editor me decía: “o se publica como yo digo o no se publica” y una de las veces le dije no se publica y te vas a la puta que te parió y chau. Yo no encontraba ninguna razón para aceptar ese tipo de imposición o de censura, como quieras llamarlo, nunca las acepte y ahora viejo como estoy no iba a empezar...
–Pero Boris Muñoz decía que los señalamientos eran más bien formales, que usted se negaba a que no pusieran una puteada o cuestiones de estilo...
–No es cierto. Más de una vez me decía que no tenía que decir tal cosa o tal otra, más allá que el estilo formal forma parte del estilo. Pero bueno, yo podría haberme peleado por cuestiones formales, pero no eran sólo cuestiones formales, eran las cosas que yo estaba diciendo, que a veces no les parecían bien y me sugerían o me imponían que no las dijera y, bueno, fue entonces cuando decidí que me iba de ahí. Y me pareció que era el momento de hacer este intento, de ver si podía armarme un espacio propio, que es Cháchara. Yo no lo llamo newsletter porque es una palabra fea. Lo llamo espacio o página, o lugar, lo que sea. Un lugar donde poder publicar lo que me interese sin tener que pasar por ningún tipo de filtro que cada vez la gran prensa tiene más. A esta altura me puedo dar ese lujo. Tengo otros trabajos, escribo libros, lo cual me hace un poco de gracia porque durante muchos años hice periodismo para poder escribir libros, ahora se diría que escribo libros para poder hacer periodismo. Y entonces lo hago por placer, ahora el dinero por el momento se ha corrido de la ecuación y es muy curioso porque uno está acostumbrado a hacer esto porque le pagan, y yo lo hago porque lo hago, porque me da la gana de hacerlo.
Anoche encontré una nota de La Nación que decía que Argentina por primera vez estaba entre los 10 países con más contagiados del mundo. Entonces entré a mirar, y resulta que sí, que efectivamente habían hecho toda una infografía y vos veías que la Argentina estaba casi al mismo nivel de contagiados que España, pero lo que no decía La Nación es que con una cantidad, muy semejante en contagios, en España habían muerto casi 30.000 personas y en la Argentina 8.000, lo cual es una diferencia absoluta, radical, es decir, hay que preguntarse si dios se apiadó de nosotros, o qué carajo hicieron bien en ese país donde se están haciendo las cosas bien para que con la misma cantidad de contagiados haya 20.000 muertos menos. Me parecía la noticia, ¿no? Entonces escribí sobre eso sin tener que preguntar nada a nadie, sin que nadie me lo pida, sin que nadie me lo pague. Qué sé yo, me da placer, me gusta poder intervenir, poder estar ahí, poder escribir, ¿viste?
–Hablando sobre escribir y publicar, su último libro Sinfin salió justo en el comienzo de la cuarentena y con la Feria del Libro cerrada. ¿Afectó esto su llegada a los lectores?
–Justo en esos días estaba presentando el libro, yo había ido a Buenos Aires principalmente para presentarlo y me tuve que ir porque se estaban volviendo a España, de otro modo me tendría que haber quedado en cuarentena. Todo se interrumpió abruptamente. Además, desde Buenos Aires tenía que ir hasta Chile y de ahí a México. Yo creo que este libro se lo llevó la ola de la peste. Igual trato de no pensar mucho en lo que hacen los libros una vez que salen del ordenador, aunque me da un poco de pena porque laburé bastante y porque era el primer libro que sacaba con Random. Me hubiera gustado que se leyera un poco mejor con más espacio.
–¿Por qué pasó de Planeta a Random?
–No fue una cuestión de guita. Como suelen decir los viejos matrimonios, la relación estaba muy desgastada. Yo llevaba más de veinticinco años en Planeta, incluso más. Publiqué por primera vez allí en 1992 y desde entonces habremos sacado 15 libros, por lo menos. En ese momento un muy buen amigo a quien sigo extrañando mucho, Claudio López Lamadrid, que era el editor de Random, me propuso algo con ellos y entonces murió. De hecho, Sinfin tiene la dedicatoria para él.
–Dígame, además de Cháchara, ¿tiene algún proyecto libresco?
–Sí, estoy terminando un libro que va a salir en marzo, que es un intento de contar y entender qué es América Latina ahora. Está armado un poco según el modelo de El hambre, una crónica ensayo. que intenta entender cuáles son los fenómenos más significativos de esta región. Estoy bastante contento con ese libro, me parece que hace muchos años que curiosamente no hay un intento de ver que es la región, cuáles son sus problemas comunes, sus situaciones.
–En el boom decían “somos todos latinoamericanos”. O se pensaba políticamente en el continente. Ahora América Latina no tiene una identidad muy fuerte, ¿no?
–Creo que los últimos doscientos años de historia del continente son la historia de cómo se va separando, de cómo a partir de 1810 o 1815, cuando todo es una zona administrativamente única, cada pequeño feudo va teniendo que crearse una identidad diferente del otro. De ese modo se intenta demostrar que no es lo mismo ser paraguayo que ser chaqueño. El gran trabajo de los últimos 200 años fue la construcción de esa diferencia que llamamos nacionalidad, identidad, por supuesto siempre salpimentadas con llamados a la unidad. Pero lo importante fue construir la diferencia en los que, cada tanto, aparece uno de estos momentos de reclamo de unidad. El boom fue un reclamo de unidad tan verosímil como todo lo demás. Rayuela con Cien años de soledad se parecen en que están escritos en un mismo idioma y no mucho más. Y así es en general, pero tenemos problemas comunes. La desigualdad es un problema común, la violencia también, aunque en los últimos 50 años se pasó de la violencia política pública a la violencia privada empresarial, con los narcos. Eso, entre otras cuestiones, es lo que traté un poco de poner en este libro. Fue bastante trabajo, los dos últimos años estuve trabajando mucho con eso, y en estos días estoy terminando.
–El hambre tuvo gran repercusión y Alberto Fernández lo invitó a la presentación de la tarjeta alimentaria. Entonces usted dijo que habría que ver cómo lidiaba este gobierno con estos problemas para evaluarlo, cuando ciertos sectores decían que usted era kirchnerista. ¿Pudo evaluar al gobierno?
–Con el problema específico de la tarjeta habíamos tenido alguna discusión porque la tarjeta alimentaria es la clásica medida asistencial que, por supuesto, es pensable en relación con la solución al problema. Sería en todo caso como un puente mientras se pensaban políticas más seriamente estructurales que hagan que ya no sea necesario regalarle dinero a las personas para que puedan comer, que hagan que las personas puedan procurarse sus alimentos sin depender del Estado, del asistencialismo. Había ahí algo que valía la pena discutir, pero vino la pandemia y arrasó con todo. Con respecto a esa pandemia me parece que el resultado es mucho mejor de lo que se esperaba y por eso en Argentina murió mucho menos gente que la que murió en otros países con grados de contagios semejantes y con infraestructuras mucho mejores. Luego creo que nunca tuve la sensación de que me fuera tan difícil enterarme de lo que pasa en la Argentina. Los medios están cada vez más polarizados, cada uno te cuenta absolutamente su versión del asunto, de lo único que te enterás son de las fobias de cada medio. Sirven para decir “ay están con este o con este y no están en contra de este y este”. Es para lo único que sirven los medios argentinos, es desesperante, yo leo cuatro, cinco medios argentinos todos los días por trabajo y porque qué sé yo y me animaría a decir están totalmente sesgados, tan carentes de interés.
–Bien, para terminar y ya que está en España y se conoce que Caparrós es futbolero, ¿qué piensa del affaire Messi?
–A esta altura, me la soba Messi. Me ha gustado muchísimo verlo y he disfrutado mucho su jugar al fútbol y tuve la suerte de ir a varios partidos en los que él jugaba. En este momento me importa tres carajos cualquier cosa que haga con su vida, me parece bien cualquier cosa que haga, me parece pésimo cualquier cosa que haga, me da exactamente igual. Entre otras cosas, porque ya no juega como jugaba, entonces ya no voy a disfrutar como disfrutaba verlo jugar, ya lo disfruté. Así que pasemos a otra cosa.
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