La ley que instituye este día, concisa y clara, habla de la consolidación de la memoria colectiva, de la generación de "sentimientos opuestos a todo tipo de autoritarismo" y de la defensa "del Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos". Pero, en concreto, ¿a qué se apunta con esta conmemoración?
Como su nombre lo indica, se trata de una fecha para recordar, para ejercitar la memoria y para construirla en colectivo. Este primer paso se puede hacer desde la infancia, para no naturalizar la violación de los derechos humanos de ninguna índole. En este ejercicio, la literatura puede (de hecho lo es) ser una manera de zanjar esta cuestión que, tantas veces, es espinosa de tratar.
Entre el material y los recursos existentes literarios, están los que abordan el tema directamente, los que lo hacen de un modo tangencial y existen, además, los libros informativos. Asimismo, en esta construcción del "no olvidar" (contrapuesto al "no te metás" de aquella época), se hace necesario recuperar a los, paradójicamente, olvidados: autores desaparecidos y libros prohibidos.
De los autores nacionales, vale aclarar, pocos son los libros que sitúan sus argumentos en ese momento histórico, pero sí hay muchos que lo retoman porque son construcciones del pasado de los personajes. Entre el primer caso hay un libro emblemático, El mar y la serpiente, escrito por Paula Bombara y editado por Norma. En una suerte de flashback en primera persona, una niña muy pequeña narra lo que la dictadura hizo con su familia. Temores, reclamos y comprensión son expuestos con un lirismo y una poesía únicos.
Cuando estamos juntas, de María Wernicke y editado por Calibroscopio, es un libro álbum cuyas imágenes y palabras —brevísimas frases contundentes— narran de manera sutil la vida de madre, hija y abuela atravesadas por la cárcel, el recuerdo y la conservación de la memoria.
En esta construcción del recordar es necesario dar cuenta, además, de que nuestro país no fue el único golpeado por las dictaduras. Es por ello que es válido mencionar a Matilde, de Carola Martínez Arroyo y editado por Norma y El año de los secretos, escrito por Laura Santullo, ilustrado por Laura Catalán y editado por Edelvives.
En el primer caso, la historia de Matilde está ubicada en un Santiago de Chile bajo la dictadura de Pinochet. Habla de los miedos, del silencio (una constante a lo largo de toda la novela), pero con mucha ternura, de una niña de ocho años que no quiere estar al margen de lo que sucede y cuya cabeza y corazón están llenos de preguntas. En el segundo, la dictadura es la uruguaya y el relato habla de la amistad incondicional entre Catalina y Fabiola y de cómo ese suceso las transformará para siempre.
Los que volvieron, de Márgara Averbach (Sudamericana joven) está inspirado en un caso real, el de la identificación de dos militantes que fueron enterrados como NN en un cementerio de Melincué y el compromiso de docentes y alumnos para dar cuenta de ese momento de la historia. Esta novela, al igual que Rompecabezas, escrito por María Fernanda Maquieira e ilustrado por Karina Maddonni (loqueleo), tienen en común el hecho de que los acontecimientos no suceden en ese momento histórico, pero, el primero más que el segundo, constituye un altísimo componente del relato.
En la novela de Maquieira, que sucede en plena guerra de Malvinas, Mora vive con su abuela, y si bien parece que su vida pasa por otro lado, nada le es ajeno, aunque no pregunte.
Otra novela que interpela es Piedra libre, escrita por Jorge Grubissich y editada por SM, donde un amor adolescente da un giro de 180 grados tras el golpe de Estado, y nada vuelve a ser igual para Paula y Marcelo.
Para conocer más
Los libros informativos suelen ser interesantes fuentes de consulta, y Abuelas con identidad: La historia de Abuelas de Plaza de Mayo y los nietos restituidos, escrito por Carla Baredes e Ileana Lotersztain e ilustrado por Eleonora Arroyo (Iamiqué), no es la excepción. Lo original es que los destinatarios de este volumen, cuyo nodo es una investigación exhaustiva en ciencias sociales, son los chicos.
Muy cercana a esa obra, Quién soy: Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros, escrito por varios autores y editado por Calibroscopio, tiene mucho de ficción, pero más de la realidad que la supera. Basados en relatos reales e ilustrados con delicadeza y contundencia, las historias que allí se tejen conforman un volumen imprescindible para comprender y colaborar en la construcción de la memoria colectiva.
Libros que (no) muerden
Para no olvidar, para tener presente y construir futuro hay que conocer el pasado, y parte de ese pasado fue la prohibición (y en muchos casos, quema) de libros.
"3155 o El número de la tristeza", de Liliana Bodoc, en La historia se hace ficción I: Para pensar las efemérides en el aula, escrito por diversos autores y editado por Norma, relata una historia coral que es atravesada por el decreto que prohibía la lectura y la distribución de libros durante la última dictadura. Un libro clave sobre este tema es Libros que muerden: Literatura infantil y juvenil censurada durante la última dictadura cívico-militar 1976-1983, escrito por Gabriela Pesclevi y editado por la Biblioteca Nacional.
Esta obra de investigación, necesaria para todo especialista en LIJ, recaba en profundidad, a través de sus protagonistas (editores, autores e ilustradores) y artículos de la época, aquellos libros que fueron prohibidos, quemados o cuyos autores, en muchos casos, fueron perseguidos.
Algunas de estas publicaciones al regreso de la democracia han sido, de a poco, reeditados. Tales son los casos, entre otros, de La línea (escrito por Beatriz Doumerc e ilustrado por Ayax Barnes), "revivido" por Del Eclipse, y Los zapatos voladores, de Margarita Belgrano e ilustrado por Chacha y editado por Eudeba.
En ambos casos, su reedición constituye un hecho emocionante, puesto que son obras muy profundas y que no merecían quedar en el olvido…
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