A las 13 horas de Italia, Emilia Juliano pulsó su cronómetro y empezó a correr alrededor de la maderera que tiene la casa que alquiló cuando quedó varada en ese país por el coronavirus. A las 8 horas de Argentina hicieron lo mismo Javier Ayala, Leonel Soto, Juan Cabrera y Antonio Quiñones en la cancha de fútbol de la cárcel de la provincia de Buenos Aires, donde están detenidos.
Los casi 12 mil kilómetros de distancia no impidieron que compartan una maratón de 42 kilómetros que les llevó poco menos de cuatro horas y que tuvo un fin solidario: reunir fondos para el hospital municipal “Dr. Emilio Ferreyra” de Necochea, la ciudad natal de Juliano. Y lograron juntar 100.600 pesos que se obtuvieron con la venta de cada una de las vueltas de la carrera.
“Es una oportunidad muy linda de poder expresar lo que tanto nos gusta hacer como es el deporte. Más cuando se trata de un hecho solidario, que a nosotros nos llega mucho el poder ayudar a las personas más necesitadas. Nosotros también hemos pasado momentos muy duros, muy difíciles en los que hemos necesitado una ayuda”, le dijo Soto, de 27 años, a Infobae antes de la carrera.
La idea de la maratón surgió por la historia que le tocó vivir a Emilia. A principio de mes viajó a Italia para hacer los trámites de la ciudadanía. Allí se encontró con su hermano, su cuñada y sus dos sobrinas, que no veía hacía 10 años, y que iban desde Estados Unidos con el mismo objetivo. Pero la familia no pudo regresar por el cierre de fronteras por la pandemia del coronavirus.
Alquilaron una casa en Bolbeno, un pueblo en el norte de Italia que tiene 300 habitantes y está a 600 metros de altura. Chef, guardavias y maratonista, Emilia, de 29 años, empezó a entrenar en el patio de la casa que tiene una maderera. Y decidió repetir una experiencia que ya había hecho. Correr una maratón para juntar fondos.
En una pagina web contó que el 15 de abril haría la maratón en 281 vueltas en un circuito de 150 metros. Puso a la venta cada vuelta a un valor mínimo de 200 pesos.
“Vimos en las noticias que una argentina iba a correr una maratón desde Italia y cuando escuché el nombre de Emilia Juliano me sonó por Mario y dije ´ese apellido lo conozco´”, cuenta Ayala, de 40 años, desde la unidad 27 de Sierra Chica, en Olavarria, que habla con Infobae desde su celular. La justicia le permitió a los presos bonarenses tener teléfonos, lo que estaba prohibido en las cárceles, para estar en contacto con sus familias ante la suspensión de las visitas por el coronavirus.
Mario Juliano es juez penal de Necochea e integra la Asociación de Penal Pensamiento (APP), una ONG que trabaja con las personas detenidas. “El nos puso en contacto con Emilia y le contamos que nosotros hacemos mucho deporte en la cárcel y queríamos sumarnos a la maratón”, explica Ayala, que con sus compañeros filmaron y fotografiaron la carrera.
Soto, Ayala, Cabrera, de 35 años, y Quiñones, de 34, entrenaron todos los días en la unidad 27, que es de régimen semi abierto y por lo cual los detenidos tienen ciertas libertades dentro del penal. “Siempre entrenamos en la cárcel. Hacemos ejercicios aeróbicos, de escalamiento, pesas, abdominales, estiramiento, corremos y seguimos rutinas por internet", cuenta Ayala. Para la maratón, se prepararon una semana. “Una cosa es hablar de cuestiones de la cárcel, de las causas penales. Para nosotros esto era algo totalmente nuevo. Ni en la calle nos pasó algo así y nos dedicamos terriblemente al deporte", señala.
Y les gustó que la carrera tenga un fin solidario. “Nosotros siempre pensamos en donar cosas. Lo hemos hecho para el día de la madre, del niño, para navidad y para reyes”, explica Ayala.
Emilia desde su circuito de 150 metros y los internos desde la cancha de 200 metros comenzaron ayer la maratón simultáneamente. “Hasta el kilómetro 20 corrí sola y ahí se sumaron dos vecinos que también corren y me acompañaron una parte. Los vecinos del barrio vinieron a alentarme, aplaudían”, cuenta Emilia, que cuando se conoció públicamente que iba a ser la maratón la fueron a entrevistar de la RAI, la televisión pública de Italia.
“Nosotros corrimos en postas. Hicimos 10 kilómetros cada uno y los dos últimos los hicimos juntos para completar los 42 kilómetros. Vinieron las autoridades de la cárcel y otros internos y los profesores de gimnasia nos cronometraron. Terminó siendo un evento que unió”, dice Ayala.
Con ayuda de su hermano Leandro, Emilia transmitió partes de la carrera por su página de la red social Facebook. “Nos siguió gente de todo el mundo. Nunca imaginé que podía llegar a repercutir tanto y antes de empezar la carrera habíamos juntado 80 mil pesos y cuando terminé eran 100.600 y dije guauuuuu”, cuenta Emilia, cansada pero feliz.
Emilia, que corrió con una bandera de Argentina y otra de Italia, tardó tres horas y 42 minutos en completar los 42 kilómetros y mejoró en un minuto su mejor marca. Los chicos de Sierra Chica completaron la carrera en tres horas y 55 minutos.
“Estuvo increíble, la pasé muy bien. Volví a correr después de mucho tiempo y pudimos ayudar al hospital de mi ciudad. A la cooperadora ya le hice la transferencia del dinero recaudado y hoy tenemos pensado hacer un skype para que cuenten cuál va a ser el destino de la plata”, cuenta Emilia. La carrera le sirvió para olvidarse un rato de la situación que vive: “Estamos bastante preocupados porque hay mucha incertidumbre. Pero a tener paciencia porque hay gente peor que nosotros”. Italia es uno de los países del mundo más afectado por el virus con más de 21.000 personas muertas.
En Sierra Chica también había felicidad después de la carrera. “Fue épico, hermoso. Para nosotros una experiencia trascendental. Teníamos tanto emoción de lo que significaba la carrera, el hecho solidario, que te mete presión. En un momento empezó a faltar el aire y en las últimas vueltas costaba, pero llegamos”, cuenta Ayala.
El momento que se vive en las cárceles por el coronavirus es de preocupación. “Nosotros fuimos la primera unidad de hombres que decidió suspender las visitas para evitar cualquier riesgo de contagio. Pero es una situación compleja en la que estamos atentos a que se cumplan todas las medidas de higiene como el uso de barbijos, ver quién entra a la cárcel”, dice Ayala.
Pero por unas horas de la mañana de ayer el tema fue otro. “Es ilógico que te esté contando que hicimos una maratón en una cárcel, en donde también pueden pasar y pasan cosas como estas. Ahora nos queremos poner mil metas y queremos correr para cualquiera que nos necesite”, dice Ayala que corre para adelante.