La historia del colombiano que se hizo pasar por escolta del papa Juan Pablo II y consiguió su bendición

Miguel Ignacio Bermúdez pasó a la historia durante la visita que el máximo jerarca de la iglesia Católica realizó a nuestro país en 1986

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Un colombiano consiguió la bendición de Juan Pablo II en su visita del año 1986, luego de evadir los controles de seguridad - crédito archivo
Un colombiano consiguió la bendición de Juan Pablo II en su visita del año 1986, luego de evadir los controles de seguridad - crédito archivo

En julio de 1986, la historia de Colombia pasaba por un momento importante y único cuando el papa Juan Pablo II llegó al territorio nacional para visitar algunos de los sitios más emblemáticos del país. No obstante, un acontecimiento inesperado fue el que finalmente llamó la atención de muchas personas en todo mundo.

El sumo pontífice tocó suelo colombiano el primero de julio de ese año y estuvo por siete días, en los que visitó 11 lugares, de los que se destacó su paso por la población de Armero, en el Tolima, que había sido arrasada meses atrás por la avalancha ocasionada por la erupción del volcán Nevado del Ruíz.

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Sin embargo, al llegar al aeropuerto internacional El Dorado en Bogotá, lo esperaba una multitud de personas entre las que se destacaba Miguel Ignacio Bermúdez, un hombre que pese a todos los protocolos de seguridad que había para custodiar al papa, logró cumplir su más anhelado sueño: “solo quería saludar al Papa Juan Pablo Segundo”.

En el momento de llegar al lugar en el que estaría Juan Pablo II, Miguel se dio cuenta de que había demasiadas personas y fue cuando no vio más opción que hacerse pasar por uno de los escoltas del papa, con el objetivo de lograr tomarse una fotografía con él.

Para el 86, Miguel Ignacio Bermúdez, tenía 33 años y era un ex seminarista, licenciado en filosofía y periodista deportivo. Por su parte lo que la vida le tenía destinado era que sería la primera persona en saludar al Papa Juan Pablo II en su visita a Colombia. En ese momento él no solo se dio el lujo de saludar al papa sino que además le estrechó la mano en cuatro oportunidades.

Pero esta no fue su verdadera hazaña, lo que en realidad llamó la atención de todo el mundo fue que se coló en la comitiva que esperaba al papa y se hizo pasar como un ‘escolta más’ dentro del gran protocolo de seguridad. Como si fuera poco, él acompañó por ocho kilómetros el recorrido del sumo sacerdote desde el aeropuerto hasta la Plaza de Bolívar.

Después de muchos años, él describió su hazaña como un verdadero “milagro de Dios”. Después de lograr pasar desapercibido por los diferentes protocolos de seguridad, Miguel Bermúdez llegó hasta el salón VIP, en donde el mismo relata que se arregló el pelo, luego se ajustó la corbata y una chaqueta azul jaspeada que tenía. “Era muy tarde para arrepentirme, tenía que seguir”, dijo Bermúdez.

En ese momento no le quedó más remedio que actuar como jefe de protocolo y sin mediar palabras se ubicó en el pasillo, en la parte de afuera del salón, donde el papa recibió al presidente Belisario Betancourt, a la primera dama y a todo el gabinete de ministros, quienes de inmediato se ubicaron en los palcos asignados.

Así mismo, también relató que cogió una bandeja llena de empanadas y gaseosas y las repartió a los soldados que se encontraban custodiando el acceso a la pista de aterrizaje; del mismo modo aprovechó el desorden que se había generado y logró ubicarse en uno de los extremos del tapete rojo que se dispuso en la parte de abajo en la que unos instantes después quedaría la trompa del avión.

A las 3:18 p. m., luego de arrodillarse y de besar el suelo de nuestro país, Juan Pablo II se levantó y fue a Miguel Ignacio Bermúdez con quien tuvo el primer contacto. “Santo Padre: bienvenido a Colombia”, le manifestó algo nervioso, pero sin dejar de apretarle la mano.

Después de su encuentro con el Papa, Bermúdez, dijo al salir del aeropuerto uno de los guardaespaldas lo interrogó, preguntándole en un español perfecto: ¿Quién eres?, a lo que él respondió: “soy un ciudadano colombiano (...) y es el día más feliz de mi vida”, le dijo al corpulento escolta entre lágrimas.

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