La fuerte presión impositiva a la que tiene que hacer frente el sector agropecuario en su conjunto no solo afecta a su rentabilidad y compromete su competitividad en ciertos aspectos, sino que también limita su capacidad de inversión y productividad, derivando en un “achatamiento” en su volumen de producción, en la generación de empleo y en el movimiento económico en el interior del país.
Así lo afirmó el economista Jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo a Infobae. El especialista también destacó que la alta participación de impuestos en el precio final de los alimentos básicos afecta también al consumidor al encarecer los productos, en un contexto donde el poder adquisitivo de los ciudadanos argentinos viene en caída desde hace dos años y que, al mismo tiempo, complica a las cadenas de producción a la hora de trasladar el aumento de costos en el sector.
Para tener dimensión de la presión impositiva que tiene el campo, FADA realizó una serie de informes donde se puede apreciar la incidencia que tiene el actual esquema tributario sobre la actividad.
Si se toma en cuenta el Valor Bruto de Producción agrícola (VPB), que explica lo que vale a precios internacionales la producción en una hectárea promedio, se puede ver que los impuestos tienen una incidencia del 36,8%, mientras que los costos se ubican en un 40,7%. Ahora, si quitamos éste último y analizamos la participación impositiva de los tres niveles del Estado (nacional, provincial y municipal) en la renta agrícola, la presencia fiscal escala hasta el 62% en promedio, de los cuales el 62,6% no corresponden a impuestos coparticipables. Esto quiere decir que de cada 100 pesos que genera una hectárea agrícola, 62 pesos corresponden a tributos.
Para Miazzo, la alta injerencia de los impuestos afectan a la capacidad de inversión del sector, la productividad y la sustentabilidad de la producción, teniendo consecuencias directas en el volumen de producción, menor ingreso de divisas y trae límites a la generación de empleo, como así también atentan contra el federalismo fiscal (por la alta participación de los impuestos no coparticipables, en especial a lo que se refiere a las retenciones), lo cual genera menores recursos a nivel regional.
“Esta situación tiene una incidencia negativa sobre la producción, porque genera menores ingresos para el productor. Si en vez de ganar $100, el productor gana $67 le quedan menos recursos y ganancias. Eso en lo primero que impacta es en una menor inversión, como por ejemplo en insumos. Esto se ve en el maíz y el trigo, que son los que mejor responden a los fertilizantes”, puntualizó Miazzo.
A modo de ejemplo, el economista, en base a varios estudios oficiales y privados, comentó que Argentina tiene un balance negativo de nutrientes en los suelos, lo que quiere decir que se extrae más nutrientes de los que se repone con los fertilizantes. “Esto es parte de la culpa de la estructura tributaria que le deja menor margen de rentabilidad al productor y éste empieza a achicar gastos, como en el caso de los fertilizantes o como en el caso del riego en los márgenes del área agrícola nacional que podría llevar a un aumento en la producción", dijo el economista.
El especialista consideró que un mayor nivel de inversión redundaría en aumento de la producción, pero como la presión fiscal lo impide "termina pasando lo que vemos, que es una producción relativamente achatada durante la última década' y agregó: “Los efectos de todo esto terminan siendo un menor ingreso de divisas, por limitar la producción y en consecuencia las exportaciones y menor nivel de actividad económica en el interior, lo que también significa limites en la generación de empleos”, subrayó.
Otro punto en el que hace énfasis Miazzo es en la cuestión no coparticipable de la mayoría de los impuestos al sector. “Un dato importante es que el 62% de participación del estado a través de impuestos en la renta, casi dos tercios corresponden a impuestos nacionales no coparticipables, principalmente a lo que se refiere a derechos de exportación e impuesto a los débitos y créditos bancarios. Este esquema tributario va en contra del federalismo fiscal, porque en vez de ser recursos que se dividen de forma automática entre la Nación y las provincias, quedan para uso discrecional del primero”.
Consumidores
Los altos impuestos no sólo tienen repercusión en el sector productivo sino también en los consumidores. Según un trabajo realizado por la entidad, en el caso de la carne, la participación de los tributos en el precio del producto alcanza al 30%, de los cuales el 76% corresponde a alícuotas nacionales.
“En alimentos básicos, como el pan y la carne, tiene en su precio entre un 25% y 30% de impuestos. O sea, de cada $100 pesos de carne que pagás, $70 van para la cadena y $30 en impuestos. ¿Cómo impacta esto? Al consumidor le genera más costos, porque la cadena productiva tiene una estructura de costos y si hay impuestos, la cadena puede comprimir su rentabilidad hasta un punto, pero el resto se traslada al precio al consumidor en el mediano plazo, lo que genera un aumento en los valores”, explicó Miazzo.
En este sentido, agregó que “esto también se traduce en un menor poder adquisitivo (del consumidor), ya que con lo que ganan los argentinos pueden consumir menos, más allá de la situación que venimos viendo en los últimos dos años de que en términos reales cada vez ganan menos. La cuestión de los impuestos significa que con ese poder adquisitivo reducido puede comprar menos alimentos de los que podría con un sistema impositivo más relajado”.
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