La carne aviar ocupa el segundo lugar en las preferencias nacionales con un consumo de 42,4 kilos por habitante por año, según el promedio de enero a junio de 2018 elaborado por la Secretaría de Agroindustria. Para llegar a la mesa de los argentinos fue necesario que el año pasado se produjeran 2.115.000 toneladas a través de la faena de unos 722 millones de aves. Con el objetivo de mejorar la calidad, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) estableció los requisitos para el bienestar animal en los sistemas productivos de pollos de engorde.
Lo hizo a través de la publicación en el Boletín Oficial de la Resolución 575/2018 en la que señala que las granjas deben contar con un veterinario responsable que confeccionará el Manual de Bienestar Animal exclusivo para el establecimiento y controlará su cumplimiento.
En diálogo con Infobae, la Médica Veterinaria, Débora Racciatti, del Programa de Bienestar Animal de la Dirección de Sanidad Animal del SENASA, explicó que las empresas deberán describir las medidas que van a adoptar para cumplir con los requerimientos acerca de ambiente, confort y protección de los pollos; métodos de registro de temperatura; períodos de luz y oscuridad; condiciones de carga y captura; alimentación; sacrificio humanitario; plan de contingencia y la capacitación del personal. "La idea es que sea el mismo establecimiento quien defina cómo va a alcanzar sus propias metas", destacó la especialista.
Todos por igual
La norma establece que las granjas tienen hasta marzo de 2019 para presentar su manual, que será luego evaluado por las autoridades de SENASA para su aprobación y su posterior monitoreo. Según Racciatti, "muchos establecimientos ya cuentan con su propia guía de trabajo. Existen diferencias en los sistemas productivos y en las posibilidades de cada productor debido a la escala de cada uno. Desde el organismo consideramos que hacer un manual único era más restrictivo; para algunos iba a resultar más difícil cumplir que para otros", señaló.
Cabe recordar que en el país existen alrededor de 4.500 establecimientos avícolas que dan trabajo directo a unas 55.000 personas y emplean a otras 35.000 de forma indirecta. De acuerdo a las últimas cifras de Agroindustria para el primer semestre de este año, la participación territorial en la faena de aves es del 53% para Entre Ríos, 34% para Buenos Aires, 5% para Santa Fe, 4% para Córdoba y 3 puntos porcentuales para Río Negro.
La Resolución llegó después de cuatro años de trabajo conjunto entre el SENASA, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y la actual Secretaría de Gobierno de Agroindustria de la Nación, e incluyó la participación de integrantes de las diferentes cámaras que nuclean a los productores y la industria avícola.
Según el organismo, las prácticas que promueven el bienestar animal traen aparejados beneficios como la disminución del estrés y el sufrimiento de las aves; una baja en los índices de mortalidad; y mejoras en la condiciones de vida que permiten evitar enfermedades y lesiones, así como la mala administración de antibióticos (antimicrobianos) que, en la mayoría de los casos, ocasiona pérdidas económicas.
Consultada sobre la posibilidad que la aplicación de estas normas derive en algún costo adicional al productor para alcanzar los requerimientos del SENASA, Racciatti estimó que "lo más simple y económico para lograr las metas propuestas por el Manual es capacitar al personal. A la larga, la empresa va a tener menos pérdidas, menos animales enfermos y menos gastos en tratamientos", sostuvo.
Bienestar es calidad
Para el SENASA, el bienestar animal es un conjunto de acciones y procedimientos empleados en un sistema productivo, desde el nacimiento, pasando por la etapa de cría, obtención de productos; transporte, comercialización hasta la faena, cuando se trate de obtener el producto carne; que permiten brindar confort animal, tanto en lo relativo al bienestar físico y pautas de comportamiento, como a su estado de armonía con el ambiente.
En este sentido, la Resolución especifica que "la observancia de dichas normas permitirá aumentar el conocimiento y la experiencia del personal involucrado en la cadena productiva, de modo de lograr un adecuado bienestar en los pollos de engorde, promover la calidad de los productos y subproductos y satisfacer a los mercados más exigentes en el comercio mundial".
En el primer semestre de este año la Argentina produjo 1.003.000 toneladas de carne aviar con una caída del 5,6% respecto a igual período de 2017; y sólo exportó 85.000 toneladas de enero a junio por casi USD 128,2 millones, con una diferencia negativa de (-10,4%) en comparación interanual; cifras que reflejan la necesidad de un mejoramiento en la calidad de los productos que se venden al exterior.
Ordenar la cadena
La caída en las exportaciones genera mayor incertidumbre en un sector en el que más del 80% de su producción se destina al consumo interno, en el que la cuota de proteína animal en la dieta de los argentinos ya está cubierta con casi 120 kilos por habitante por año entre la carne bovina, aviar, porcina y, en un porcentaje muy reducido, la ovina.
Sumado a esto, otra preocupación entre los productores es la informalidad. Desde el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), su presidente Roberto Domenech, consideró que "las crisis de las empresas que terminan cerrando provoca que haya animales fuera el control estatal, algo que viene sucediendo desde hace, por lo menos, tres años", señaló el dirigente y agregó: "cuando los números no cierran, la informalidad crece".
Seguí leyendo:
Tras 16 años sin estadísticas sobre el campo, comienza hoy el Censo Agropecuario Nacional