El deporte competitivo bien puede verse como una escalera, se sube escalón tras escalón buscando la superación. Al nadador argentino Fernando “Pipo” Carlomagno casi no le quedan escalones, porque su meta para este lunes en Tokio es doble y ambiciosa: oro en los 100 metros espalda de los Juegos Paralímpicos y récord mundial.
“Estoy a 30 centésimas del récord mundial, y más de medio segundo por delante del segundo. Las circunstancias se dan para que busque ese récord y esa medalla”, dijo Carlomagno a Around the Rings desde la villa paralímpica en la capital de Japón.
Con 57 deportistas, la delegación de Argentina es la undécima más grande en los Juegos. Los sudamericanos tiene una larga relación con los Juegos. En Roma 1960 fueron el único país de habla hispana presente y acumulan 156 medallas, 31 de ellas de oro.
Bronce en los campeonatos mundiales hace dos años, Carlomagno cree que ponerse el oro y el récord mundial como meta no es someterse a una presión excesiva: “No me planteo objetivos tan grandes a no ser que los pueda cumplir. La verdad que son objetivos muy potables, sí”.
Nacido en Rosario, la segunda ciudad del país, Carlomagno es hijo de un nadador y desde niño practicó todo tipo de deportes. “Me hice nadador por mi papá, que también fue nadador paralímpico. Tengo una discapacidad heredada, un gen que podía mutar y mutó, una discapacidad en mis piernas que me llevó al deporte paralímpico”.
El argentino está impactado con el Centro Acuático de Tokio, que es el mismo que se usó en los recientes Juegos Olímpicos.
“El centro acuático es una locura, se ve que apuestan a ser sede de los próximos mundiales. La infraestructura, las gradas, la capacidad, la tecnología de este lugar... es una enorme pena que no haya podido haber público durante los Juegos Olímpicos, el público japonés se hubiera portado increíble y le habría dado un marco excepcional”.
Con el oro y el récord entre ceja y ceja, Carlomagno no quiere arriesgar. Evitó ir a la ceremonia inaugural del martes pasado y tampoco se relaciona con otros deportistas que no sean los nadadores argentinos.
“Prioricé cuidarme, competía al día siguiente. Salías a las tres de la tarde y llegabas a la 1.30 de la mañana a la villa. No valía la pena ese desgaste por la ceremonia, que me pareció preciosa. Me gustó como mostraron otra cara; podrían haber hecho un show de luces y fuegos artificiales con gran despliegue tecnológico, pero priorizaron mostrar su cultura, lo artesanal y todo lo lindo que tiene Japón. Me encantó”.
¿Y los otros deportistas? Poco y nada: “Preferimos no mezclarnos y estar en nuestra burbuja los de natación y no tener tanto roce con otros deportes y otros países. Lo complicado es el protocolo, todos los días tests de saliva y mucho cuidado”.
Tanto los Olímpicos como los Paralímpicos se celebraron bajo estrictos controles impuestos por el gobierno japonés, que teme que los visitantes que llegan a Tokio contagien a los locales. No fue así durante los Juegos Olímpicos, que movilizaron a más de 90.000 personas y solo generaron 322 casos de covid-19 en la burbuja olímpica.
Carlomagno, un sonriente y afable joven de 28 años, está estudiando para ser maestro de escuela primaria, pero el deporte es su gran pasión.
“Nuestra delegación apunta mucho más al deporte individual que al colectivo. Los Murciélagos (la selección de fútbol para ciegos) son la excepción, el único equipo clasificado y que va por medalla”.
“Y yo busco el oro en los 100 metros espalda, junto con un saltador soy el único argentino con posibilidades de ganar el oro. Llego a estos Juegos en el primer puesto de la clasificación mundial y en una progresión constante: hace cinco años mi medalla era llegar a los Juegos, en el último Mundial fui a buscar una medalla y llegué al bronce, a diez centésimas del oro y diez del cuarto puesto. Y en los Parapanemericanos de Lima gané un oro y dos bronces”.
¿Y ahora? “Oro y récord mundial”, insiste. El lunes 30 de agosto se sabrá la verdad.