(Science Times) - En el Studio A de Los Ángeles, Diane Kravif, de 75 años, está de pie al lado de la barra con una postura muy recta. Lleva puestas unas balerinas rosas y su melena plateada está recogida con una cinta. Al ver su tendu y su plié, se podría pensar que ha bailado siempre. Pero apenas lleva cuatro años haciéndolo.
Ella reconoce que aprender la técnica fue difícil al principio, pero ahora hay momentos en los que siente que baila de verdad. “Es una sensación asombrosa, algo que nunca esperé”, confesó.
En los últimos años, el ballet ha ganado adeptos entre los adultos mayores. Aunque no hay datos públicos sobre el número de estudiantes de ballet de la tercera edad, en 2017 hubo suficiente interés para que la Royal Academy of Dance, entre las mayores autoridades de formación de profesores de ballet clásico del mundo, creara su programa de formación para ‘cisnes plateados’ bajo el cual se enseñaría ballet a personas de 55 años o más. Desde entonces, la academia ha certificado a más de 1.000 profesores de ballet de la tercera edad, que operan en 51 países.
Las escuelas estadounidenses ya ofrecen programas similares, entre ellas el Golden Swans de Oklahoma City Ballet, Senior Steps de Ballet West en Salt Lake City y Boomer Ballet de St. Paul Ballet en Minnesota.
El aumento de interés llega en un momento en el cual tenemos una mayor comprensión sobre los posibles beneficios del ballet, en especial para un cuerpo y una mente que envejecen.
Ballet para la salud
Muchos estudios demuestran que, a partir de los 40 años, el equilibrio es una habilidad vital asociada a la longevidad y la calidad de vida. En un estudio, el 20 por ciento de las personas mayores de 50 años no podían mantener el equilibrio sobre una pierna durante 10 segundos. Esto duplicaba el riesgo de muerte al cabo de una década.
Las clases de ballet suelen centrarse en el equilibrio sobre una sola pierna o en mantener el equilibrio al transferir el peso de una posición a otra. “No conozco muchas disciplinas que fortalezcan las extremidades inferiores como lo hace el ballet”, comentó Madeleine Hackney, profesora asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad Emory.
Mientras que el yoga y el pilates ofrecen un entrenamiento similar de la flexibilidad y el fortalecimiento del tronco, el ballet ofrece una mayor variedad de movimientos. “Saltamos en el aire, nos ponemos de puntillas y bajamos todo lo que podemos”, explicó Hackney. “Es toda esa gama de movimientos que el cuerpo humano puede hacer”.
El ballet también ofrece beneficios cognitivos: en un estudio de 21 años financiado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, las personas que bailaban varias veces por semana tenían un 76 por ciento menos de riesgo de padecer demencia.
“Tienes que recordar la secuencia de pasos, tienes que recordar cómo hacerlos” y luego tienes que hacerlos, dice Hackney. “Sin duda, tienes que involucrarte cognitivamente, intentando recordar todo eso, intentando coordinarlo con la música”, agregó.
Superando la intimidación
Jane Howard-Martin estudió ballet desde la primaria hasta la mayoría de edad, pero contó que después de una pausa de 40 años: “Me preocupaba regresar y ser muy dura conmigo misma, por no lograr hacer lo que alguna vez pude”.
A sus 65 años, Howard-Martin, abogada de Los Ángeles, comenzó a tomar clases virtuales con el Método de Align Ballet durante la pandemia. Al cabo de unos meses, comenzó a asistir en persona, tras recuperar la confianza y parte de su fuerza (incluso ha vuelto a hacer saltos con las piernas extendidas, aunque “con mucho cuidado”).
Convencer a los futuros alumnos para que entren en el estudio es un obstáculo porque muchos perciben el ballet como algo exclusivo de los jóvenes y las personas muy delgadas, dice Michael Cornell, fundador de Align, una escuela de ballet para adultos de California. “Hemos intentado eliminar esa toxicidad de la clase de ballet, para ser abiertos, inclusivos, solidarios y diversos”. Por ejemplo, les dice a los alumnos que lleven ropa cómoda en lugar de comprar ropa de ballet.
La inclusividad también significa aceptar a personas con diferencias físicas, afirmó Ronald Alexander, instructor de Ailey Extension en la ciudad de Nueva York: “Si tienes lesiones, un problema en la rodilla, el pie o el tobillo, podemos tenerlo en cuenta al trabajar”.
En las clases de Cornell, si un alumno tiene problemas para completar una pirueta, se le anima a que intente dar media vuelta o un cuarto de vuelta. Si eso resulta demasiado difícil, se les pide mantener el equilibrio sobre una pierna durante tres segundos.
“Lo difícil fue aceptar que iba a fracasar una y otra vez, que iba a hacerlo muy mal frente a la gente”, reveló Joe Seely, actor de 60 años de Los Ángeles que empezó a bailar ballet hace una década.
Sin importar la edad, el ballet es una actividad difícil de dominar y eso puede ser liberador. “A mi edad, la mayoría de las cosas que hago, las hago bien”, confesó Kravif. “Soy perfeccionista. Pero con el ballet para adultos principiantes, no me va tan bien y creo que nunca me irá bien”.
Una vez que te hayas liberado de las expectativas de dominar el ballet, lo que parecía desalentador puede resultar satisfactorio. “Tiene una cualidad meditativa que de la que creo que nunca me percaté de niña”, comentó Howard-Martin. “Cuando estoy en el estudio bailando, siento una paz que me hace inmensamente feliz”.
* Este artículo apareció originalmente en The New York Times. Reportajes Especiales - Lifestyle