Indignación en Paraguay por la corrupción y el aumento de casos de COVID-19

Por Santi Carneri y Daniel Politi

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La ira por el manejo
La ira por el manejo de la pandemia por parte del gobierno se ha extendido por Paraguay en los últimos días, cuando los manifestantes salieron a las calles para exigir la destitución del presidente Mario Abdo Benítez. (Maria Magdalena Arréllaga/The New York Times.)

ASUNCIÓN, Paraguay — Durante casi un año, Paraguay fue líder en mantener a raya la pandemia, y a pesar de sus persistentes problemas, el país se mantuvo bastante tranquilo. Ya no.

La tasa de infección por el coronavirus en Paraguay se ha disparado, convirtiéndose en una de las peores de América, y su sistema sanitario, ya de por sí inestable, se ha puesto al límite. En los últimos días, miles de manifestantes han llenado las calles para exigir la destitución del presidente Mario Abdo Benítez, y en algunos casos se han producido sangrientos enfrentamientos con la policía.

Para muchos paraguayos, la corrupción y los privilegios de las élites, que antes eran solo hechos desagradables de la vida, se han vuelto intolerables ante la pandemia. Hay una escasez de medicamentos básicos que los médicos y los enfermeros achacan a la corrupción, se han suspendido las intervenciones quirúrgicas no urgentes debido a la escasez de suministros médicos y hay pocas vacunas disponibles.

La crisis se ha extendido a las calles con un nivel de rabia al que los líderes del país no se habían enfrentado en años, con protestas diarias que comenzaron el pasado viernes con los trabajadores médicos, a los que rápidamente se unieron otras personas frustradas. La mayoría han sido pacíficas, pero en algunos casos las fuerzas de seguridad han respondido a los manifestantes con balas de goma, gases lacrimógenos y cañones de agua.

“Hay muchas muertes y son todas culpa de los ladrones de nuestras autoridades corruptas”, dijo Sergio Duarte, quien se unió a una manifestación frente al Congreso el sábado en Asunción, la capital y la ciudad más grande de Paraguay.

Los disturbios en Paraguay son una muestra de los enormes desafíos a los que se enfrenta América Latina a medida que el virus sigue cobrando un gran número de víctimas, mientras los gobiernos luchan por proporcionar una atención a la salud adecuada y adquirir suficientes vacunas.

Manifestantes contra el gobierno la
Manifestantes contra el gobierno la semana pasada en Asunción. (Maria Magdalena Arréllaga/The New York Times.)

El virus ha enfermado y matado a un número desproporcionado de latinoamericanos. La región cuenta con algo más del ocho por ciento de la población mundial y con cerca de una cuarta parte de las muertes confirmadas por la COVID-19.

Las tasas oficiales de casos y muertes de Paraguay siguen muy por debajo de los picos sufridos por gran parte del mundo, incluido Estados Unidos, pero están empeorando —el número de nuevos contagios diarios se ha duplicado en menos de un mes, hasta alcanzar el nivel más alto registrado a la fecha—, incluso mientras muchos otros países mejoran.

“Vinimos porque estamos cansados”, dijo Rosa Bogarín, una de los miles de manifestantes en Asunción. “Necesitamos vacunas gratuitas para todos y para todas, medicamentos, educación y una salida popular a esta situación”.

La rabia por el ritmo de distribución de las vacunas ha afectado a muchos países, agravado en algunos lugares por el hecho de que los poderosos y bien conectados se saltan la fila y consiguen un acceso temprano a las vacunas.

En Paraguay no ha habido una fila que saltar. El país de siete millones de habitantes hasta la semana pasada solo había recibido 4000 dosis de la vacuna rusa Sputnik V. El fin de semana, Chile donó un cargamento de 20.000 dosis fabricadas por la empresa china Sinovac.

La recesión pandémica ha agravado la pobreza, la desigualdad y la inseguridad alimentaria en América Latina, al igual que en todo el mundo, lo que ha agravado las frustraciones por el manejo del virus. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas calculó recientemente que 209 millones de personas en la región vivían en la pobreza a finales de 2020, un aumento de 22 millones respecto al año anterior.

La crisis ha alimentado frustraciones de larga data con los ricos y los líderes políticos que no se sienten sujetos a las mismas normas que los demás, dijo Alejandro Catterberg, analista político y encuestador que dirige Poliarquía, una consultora con sede en Buenos Aires.

“En América Latina hay una estructura social generalizada en la que los poderosos tienen ciertos privilegios y la clase política tiene un estatus autoimpuesto como diferente del ciudadano medio”, dijo.

La policía dispersa a los
La policía dispersa a los manifestantes que exigen la destitución del presidente Mario Abdo Benítez en el centro de Asunción el 5 de marzo de 2021. Paraguay escapó de lo peor de la pandemia durante casi un año, pero ya no. Para muchas personas, la crisis ha hecho que los problemas de larga data del país se vuelvan intolerables (María Magdalena Arrellaga/The New York Times)

En Paraguay, la base de la crisis actual incluye la corrupción, la pobreza y un débil sistema de salud. “Con la pandemia se exacerbaron los problemas”, pero ya existían desde mucho antes, dijo Verónica Serafini Geoghegan, economista del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya, una organización no gubernamental.

Abdo destituyó a su ministro de Salud Pública, Julio Mazzoleni, y a otros tres miembros de su gabinete durante el fin de semana, pero esto no aplacó las manifestaciones. Mazzoleni siguió los pasos de sus homólogos de Perú, Brasil, Ecuador y Argentina, todos ellos destituidos por la gestión de la pandemia.

Paraguay fue aplaudido, junto con su vecino Uruguay, por tomar medidas rápidas y decisivas que mantuvieron reducidos sus brotes de coronavirus durante los primeros meses de la pandemia. Pero el contagio comenzó a aumentar a finales del año pasado, llevando a las unidades de cuidados intensivos al límite.

Los líderes de la oposición han alentado las manifestaciones contra Abdo, un líder conservador al que le quedan dos años de mandato. El sábado, el presidente pidió a todos sus ministros que renunciaran y dijo a los manifestantes que comprendía su frustración.

“Soy una persona de diálogo, no de confrontación”, dijo Abdo.

Una mujer herida por una
Una mujer herida por una bala de goma disparada por la policía durante una protesta en el centro de Asunción, Paraguay, el 5 de marzo de 2021 (María Magdalena Arrellaga/The New York Times)

Muchos manifestantes dicen que tienen la intención de quedarse en la calle hasta que caiga el gobierno. Las consignas populares incluyen: “¡Elecciones ya!” y “¡Que renuncie Marito!”, en referencia al apodo del presidente.

Euclides Acevedo, canciller de Paraguay, dijo que el gobierno se esfuerza para que le entreguen las vacunas que ordenó a los proveedores, mientras el Ministerio de Salud Pública declaró el estado de alerta roja sanitaria.

“Paraguay está decidido a obtener vacunas de donde sea y como sea”, dijo el martes en una entrevista. “Acá tienen que vacunarse todos, y gratis. Esa es la política del gobierno”.

Pero muchos jóvenes manifestantes dicen que ya han esperado bastante tiempo para tener un gobierno decente.

“No vamos a parar hasta que renuncie Marito”, dijo la manifestante Melisa Riveros.

Copyright: 2021 The New York Times Company

*Santi Carnieri reportó desde Asunción, Paraguay. Daniel Politi reportó desde Buenos Aires. Ernesto Londoño colaboró con reportería desde Río de Janeiro.

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