En medio de todo el debate sobre el aprendizaje a distancia en la educación media y superior, un sector poblacional muy importante está ausente de la conversación en Estados Unidos sobre el aprendizaje durante la pandemia: los bebés y los niños pequeños.
Muchos padres no están llevando a sus hijos a los parques, los grupos de juego y el maternal. Como resultado, las oportunidades para que los niños más jóvenes aprendan y socialicen se han visto mermadas, como las de todos los demás.
A los que trabajan con niños pequeños y estudian su desarrollo les preocupa que los niños no estén listos para entrar a la escuela y los efectos que pueda tener en el aprendizaje.
“Va a haber un poco de retraso colectivo en las habilidades académicas y en las funciones ejecutivas que permiten que un niño navegue un salón de clases con mayor facilidad”, predijo Aliza W. Pressman, psicóloga del desarrollo.
Sin entornos grupales, “aún nos faltan muchas observaciones, así que habrá toda una serie de problemas”, dijo Patricia K. Kuhl, codirectora del Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro de la Universidad de Washington, campus Seattle. En parte eso se debe a que los entornos grupales, como las guarderías, las aulas e incluso los parques, suelen ser los lugares donde, al comparar a los niños con sus compañeros, los adultos se dan cuenta de si los pequeños tienen problemas cognitivos, sensoriales, motores o de aprendizaje que podrían subsanarse con intervenciones tempranas.
Kuhl está a cargo del tipo de estudios del cerebro que colocan un aparato de magnetoencefalografía de 2,5 millones de dólares —el cual parece una “secadora de pelo marciana”, como dice ella— en la cabeza de niños pequeños para mapear su actividad neural, incluso mientras los bebés están despiertos e inquietos.
Y ese es el tipo de ciencia que Pressman, a través del Centro para la Crianza Monte Sinaí, del cual ella es cofundadora, intenta traducir en herramientas prácticas y orientación en línea, en trabajo individual con niños o con grupos de cuidadores, maestros y pediatras.
El trabajo de ambas mujeres ha cobrado mayor urgencia durante la pandemia.
Estos últimos meses, Pressman ha atendido, y ayudado, a familias para que innoven en su manera de ofrecerles a sus hijos pequeños más interacción, educación y oportunidades de aprendizaje a través del juego.
Para muchas familias, esa innovación ha consistido en reconsiderar el tiempo frente a las pantallas y el uso de espacios digitales, que antes era tabú para los bebés y niños pequeños.
Los programas de lugares como Apple Seeds, un conjunto de áreas de juego en interiores con sede en Nueva York y programas de la primera infancia, han sido muy exitosos entre los padres. La compañía tuvo que cerrar sus instalaciones esta primavera. Al poco tiempo transformó el programa en persona más popular, un programa interactivo de música llamado Songs for Seeds, en una propuesta con sesiones en vivo de Zoom de 45 minutos varias veces a la semana, con un costo de 25 dólares al mes.
Este otoño, un miércoles por la mañana, Lizzy y Kit Benz se subieron a un escenario improvisado delante de una cortina que ocultaba la cocina de su casa en el barrio de Queens llamado Astoria; había un teclado y una guitarra.
“¿Podemos aplaudir al ritmo de la música? ¡Vamos a aplaudir y a marchar!”, cantaron para dar comienzo al programa de canciones originales y diálogo con el público. El dúo animaba a los niños, llamándolos por su nombre, para que dijeran el color y la forma de objetos, contaran e hicieran sonidos y movimientos de animales.
Quizá no parezca gran cosa, pero ver a bebés y niños pequeños disfrutando de la música como parte de un programa como Songs for Seeds y otros parecidos es vivir en carne propia la teoría de que jugando se aprende.
“Manipular objetos como instrumentos musicales ayuda a las habilidades motoras”, dijo Alison Qualter Berna, cofundadora de Apple Seeds. Añadió que moverse y hacer sonidos de animales al mismo tiempo implica el uso de dos partes del cerebro de manera simultánea, algo que promueve las conexiones de las redes neuronales; el reconocimiento de formas es un precursor del reconocimiento del alfabeto y la escritura; identificar los colores ayuda a los niños pequeños a describir su mundo con palabras, y entender los números es la base del pensamiento matemático.
Para los niños de menor edad, como Sloane Stephens, de 17 meses, la lección más básica es hacer lo mismo que los demás. Vestida con una playera de The Rolling Stones, Sloane mordía su chupón y aplaudía en todo momento con una alegría evidente.
“Hay otros programas como ABC Mouse, Khan Academy for Kids y Homer, pero el problema es que esos comienzan a los 2 años”, dijo la mamá de Sloane, Maya Sharan-Stephens. “Así que los niños están en esta etapa rara intermedia, entre 1 y 2 años, en la que tal vez aún no desarrollan las habilidades motrices, el reconocimiento de colores y formas; es difícil para ellos”.
Desde la primavera, la familia de Sloane ha dependido de Songs for Seeds, así como de la biblioteca pública local en Greenwich, Connecticut, que, como muchas bibliotecas en todo el mundo, ofrece en línea funciones de títeres, cuenta cuentos y canciones para niños.
Con el objetivo de fomentar la sensación de descubrimiento y “resolver problemas, esperar a su turno y asumir otras perspectivas” que surgen en situaciones como “lidiar con ese momento en el parque en el que te estás subiendo a la resbaladilla, pero otro niño quiere aventarse”, Pressman aconseja dejar que los niños jueguen sin que les digan qué hacer.
En algunos hogares, quizá eso signifique dejar que los niños “usen cocheras, patios traseros, sótanos o áticos a fin de encontrar oportunidades para explorar”, dijo Pressman. Si los niños se encuentran con obstáculos, deja que los sorteen ellos solos, incluso los conflictos con sus hermanos, aunque “si tienes que intervenir, ayúdalos a comunicarse”, dijo.
Pero la hora del baño, de la comida, del cambio de pañal y de vestirse son las mejores oportunidades para los bebés y los niños pequeños. “Es en esos momentos de cuidado que se dan las interacciones que más impulsan el desarrollo del cerebro”, sostuvo Pressman. Con el fin de contribuir a eso, ella colabora con la organización sin fines de lucro Vroom y con Healthynest, una empresa que desarrolla productos para bebés, con el propósito de proveer a los padres herramientas gratuitas e ideas que sacarán el mayor provecho de esos momentos.
Además, es probable que los más pequeñitos se beneficien de estar más tiempo en casa con sus papás durante la pandemia. Eso es porque un apego seguro es el principal fundamento para el desarrollo del cerebro y el lenguaje.
“De hecho, quizá veamos que su lenguaje mejora por el tiempo que pasan en casa con sus cuidadores principales”, dijo Pressman. “De cierta manera, los bebés están viviendo su mejor vida”.
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