En Madrid, el resurgimiento del COVID-19 divide a ricos y pobres

Por Raphael Minder

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Oficiales de policía revisan los
Oficiales de policía revisan los vehículos en la frontera de Puente de Vallecas, uno de los barrios de Madrid que se encuentra en cierre parcial, el 24 de septiembre de 2020. (Gianfranco Tripodo/The New York Times)

MADRID — Todas las mañanas de la semana, Jorge Sánchez sale de su casa en Puente de Vallecas, una de las zonas más pobres y más densamente pobladas de Madrid, y conduce 16 kilómetros hasta su trabajo como jardinero de un parque público en un barrio acaudalado de la ciudad.

Puente de Vallecas fue uno de los 45 distritos madrileños que cerraron la semana pasada mientras las autoridades luchan por hacer frente a una segunda ola de contagios de coronavirus que arrasa la capital, pero a Sánchez todavía se le permite viajar al frondoso barrio donde trabaja.

Con alrededor de 230.000 habitantes, Puente de Vallecas por lo general está menos concurrido durante el día, ya que los residentes se desplazan al trabajo en otras zonas de Madrid y la mayoría lo hace en transporte público. No obstante, con las nuevas medidas de confinamiento que incluyen el cierre de espacios públicos como los parques y horarios restringidos para bares y restaurantes, las calles del distrito, que fue bastante afectado por la primera ola del virus, de nuevo están desiertas casi por completo.

Por el contrario, en el centro de la ciudad la vida continúa tan normal como es posible en una pandemia, con compradores que llevan cubrebocas en las calles y clientes que mantienen la distancia social mientras comen y beben en bares de tapas y restaurantes hasta altas horas de la noche.

La marcada diferencia entre los dos sectores de Madrid destaca cómo el coronavirus está afectando de manera desproporcionada a los distritos más económicamente vulnerables de la capital.

El cierre parcial más reciente se ordenó para contener una segunda ola de contagios que amenaza con saturar los hospitales de Madrid como lo hizo la primera ola la primavera pasada. Luego, todo el país entró en un estado de emergencia que duró desde marzo hasta finales de junio.

Las zonas de Madrid cerradas en esta ocasión (por un período de dos semanas, al menos inicialmente) fueron señaladas porque habían superado el umbral de mil casos de coronavirus registrados por cada 100.000 habitantes. Hasta ahora, la zona de la capital ha sido el epicentro de la segunda ola de España, pues contiene cerca de un tercio de los nuevos casos registrados a nivel nacional desde el verano.

El millón de personas que viven en los 45 barrios cerrados están cada vez más molestos por las restricciones, sobre todo porque pueden ver que los habitantes de las zonas acaudaladas se desplazan con libertad a la mayoría de los lugares que les agradan.

A los residentes se les permite salir de los distritos cerrados únicamente para trabajar, ir a la escuela o por emergencias médicas, y se han colocado puestos de control policial para garantizar el cumplimiento de la norma.

El jueves por la noche, Sánchez se unió a otros 300 residentes en una manifestación callejera contra el confinamiento, al cual llamó “nuestra nueva forma de segregación”.

El enojo en los distritos se avivó después de que Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, afirmó que el aumento de casos se debía en parte al “modo de vida” de los inmigrantes. La mayoría de los residentes de los distritos que están cerrando son inmigrantes, muchos de ellos provienen de Latinoamérica, pero también de África y Medio Oriente.

“Esta crisis sanitaria no tiene nada que ver con un modo de vida, sino con las condiciones de vida de las personas”, señaló Patricia Estevan, médica de Puente de Vallecas. “Si compartes un apartamento pequeño y te trasladas por la ciudad en transporte público todos los días para trabajar como cajero de supermercado o encargado de limpieza, no se trata de una elección de vida, sino de una necesidad económica”.

Sandra Perdomo Mebreño se levanta a las cinco de la mañana para ir a trabajar, viaja durante dos horas en metro y autobús para llegar a una zona al norte de Madrid donde limpia tres villas.

“Me parece bien el confinamiento porque si no controlamos por completo el comportamiento de la gente, nunca detendremos este virus”, comentó Perdomo Mebreño. “Lo único que necesito es mantenerme sana, seguir trabajando y cobrar por ello”.

No obstante, en Puente Vallecas, el nuevo confinamiento ha afectado a los negocios locales que apenas habían empezado a recuperarse de la primera ola.

La policía detiene a un
La policía detiene a un manifestante durante una protesta el 24 de septiembre de 2020, en contra de las restricciones del coronavirus en Puente de Vallecas, uno de los barrios de Madrid bajo cierre parcial. (Gianfranco Tripodo/The New York Times)

“En el primer confinamiento, cerré durante tres meses, luego las cosas mejoraron durante el verano, y ahora de repente he vuelto a perder muchos clientes”, dijo Víctor Gil, propietario de un gimnasio e instructor de artes marciales. “Entiendo que se necesitan medidas de seguridad en los barrios más afectados por el virus, pero ¿dónde está la ayuda financiera adicional necesaria para los que tienen que mantener un negocio aquí durante el cierre?”.

En un momento en el que España se hunde en una de las recesiones más profundas de Europa, los residentes de Puente de Vallecas no esperan mucho más en términos de generosidad gubernamental.

El cierre más reciente podría tener otros efectos perjudiciales a largo plazo al estigmatizar al distrito, afirmó Jorge Nacarino, presidente de la asociación de vecinos de Puente de Vallecas.

Aunque las autoridades volvieran a modificar las normas de confinamiento en Madrid, “el daño a nuestra reputación ya está hecho”, señaló Nacarino. “Las personas del lugar ahora saben que han sido señaladas como culpables de este problema de coronavirus”.

*Copyright: 2020 The New York Times Company

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